El capricho de Cupido

025 I Los planes de Cupido

Viernes, 08 de febrero

Piper entró a la oficina de su jefa luego de ser autorizada para informarle sobre los avances del área de marketing. Keylin escuchaba con concentración a su empleada cada una de sus palabras, luego de sugerir algunos cambios, Piper arrebate con otras cuestiones, pero aun así debía de pulir varios puntos de su trabajo. La mujer con voz temblorosa agradeció por los momentos invertidos en ella antes de marcharse.

—Con actitud, Piper. —Keylin empuñó su mano para empujarla hacia delante, intentando brindar apoyo—. Es el accesorio más importante de cualquier persona.

Piper sonrió de lado ante ese apoyo para salir de la oficina principal. Keylin se iba a dejar caer otra vez en su asiento de cuero sintético para continuar trabajando, pues tenía deudas que no se iban a pagar por sí solas. Sin embargo, fue interrumpida por la alarma de su celular, que le recordaba que ese día iban a llevar al gato negro y al perrito de Key al veterinario para monitorearlos. De igual manera, les había preguntado a sus vecinos, así como a la recepcionista del edificio para indagar si necesitaban que ella los llevase a consultar, pero no aceptaron aquello, por ser una responsabilidad que ellos habían aceptado. Lo cual provocaba que el pecho de la morocha se inflase con orgullo al darse cuenta que había escogido a las personas correctas.

Decidió que no ordenaría su escritorio, debido a que tendría que regresar por unas cuestiones que no había terminado el día anterior, y trabajar desde casa no era una opción viable, porque la deidad que se mantenía ahí la mayor parte del tiempo lo único que sabía hacer era lloriquear o hacer berrinche con cada película que no culminaba de la manera en la que él estaba deseando.

Solo tomó su bolsa con lo básico para salir de las cuatro paredes privadas. Por el rabillo vio a Weslay que no se había percatado de ella, se veía tan adorable usando las gafas tan atento a lo que la pantalla se estaba proyectando. Recordó las palabras del día anterior y sintió que una corriente de calor le envolvían el rostro.

La noche anterior al llegar a casa lo primero que había hecho fue poner todos sus ramos en una jarra de cristal llena de agua. Cupido la había interrogado, pero ella solo estaba concentrada en esos ojos cafés que reflejaba tan bonito la luna que parecía haber quedado dentro de su memoria.

Por otra parte, en la mañana ella le había dado uno de sus dulces favoritos, porque pasó por una tienda y al verlo se acordó de él. Fue tan tierno cuando él lo recibió, arrugando el entrecejo para palmear la coronilla de su cabeza.

Weslay se desconcertó cuando el perfume a vainilla llegó a sus fosas nasales, alzó la mano para sacudirla en modo de despedida para continuar con su trabajo. Como respuesta, ella sonrió para continuar caminando hasta llegar al elevador donde se encargó de presionar el botón de planta baja. Se despidió del guardia de seguridad para caminar hasta donde estaba estacionado su coche.

—Hola, Keylin. Traje a Eros. —Señaló al gato negro de ojos verdes que llevaba en brazos—. Esta vez no te ha dado un paro cardiaco. Creo que algo traes tú, hasta tienes cara de boba.

Lo último fue como un detonante para la morocha, pues inmediatamente su sonrisa se evaporó. Arqueó una ceja con curiosidad, pero terminó entrando al interior de su carro.

—La cara de bobo la tienes tú. —Sacó la lengua mientras encendía el motor para ir al Kínder de su sobrina.

—Yo tengo cara de un dios —aseveró con un tono un poco arrogante, moviendo la cabeza en diferentes ángulos para una mejor apreciación de aquello.

—Claro, lo que el dios diga —carcajeó ella, poniéndose en marcha para el kínder.

Al llegar a su destino, estacionó en la acera justo detrás de una camioneta azul. Apagó el motor y le ordenó a Cupido que esperase en el auto con el gato mientras que ella iba en busca de la niña.  

En la entrada de la instalación se encontraba el padre de Thomas, cuyo nombre todavía desconocía. Carraspeó su garganta para atraer su atención y saludarlo.

—Hola, Keylin. —El hombre giró su cuerpo para apreciar más a la mujer que tenía al frente—. También voy llegando, no tengo mucho esperando. Espero que traigan a mi hijo rápido —canturreó emocionado—. Por cierto, ¿tienes alguna idea de donde vamos a llevar a los niños mañana?

Para Keylin, parecía que aquel hombre estaba hablando en mandarín, porque no entendía a lo que se estaba refiriendo. Rascó detrás de su cabeza, ya que no sabía ni siquiera su nombre.

—¿Perdón...? —cuestionó, mordiendo el inferior de su labio.

El pelinegro entreabrió sus labios para responder, pero fue interrumpido cuando la puerta del portón se abrió. Una maestra soltó la mano de Thomas para correr hacia los brazos de su padre, quien se agachó para recibirlo con gusto. Entretanto, la maestra observó a Keylin para decir que iba a ir por ella.

Parecía que la niña ya estaba lista, por no haberse tardado nada cuando la pequeña salió, primero saludó al padre de Thomas con su nombre, fue cuando Keylin se percató que aquel hombre se llamaba Sylver el hombre.

—Si nos vamos a ver mañana, ¿verdad? —insistió la niña, subiendo las puntas de sus pies con frenesí.

—No entiendo. —Su tía arrugo el entrecejo, ladeando la cabeza un poco hacia la izquierda—. Como que estoy desubicada —insistió, desconcertada.

—Es que Thommy y yo habíamos quedado con que mañana deberíamos de vernos, mi mami mañana tiene libre —musitó por lo bajo, acercándose a su tía para apretar su mano con fuerza, evitando que dijese una palabra.

—¿Es que no te dijeron? —Sylver por unos instantes se sintió incómodo, fulminó con la mirada a su hijo, porque anteriormente habían confirmado que tanto la tía como la madre de Keylin estaban encantadas de verse en un lugar por los niños, aunque no le disgustaba la idea de prestar a su hijo un rato e ir después por él.




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