El capricho de Cupido

026 I La triple cita con Cupido

Sábado, 09 de febrero

 

La morocha deslizó el dedo de la pantalla de su celular hacia un lado, disminuyendo el brillo, debido a que la luz empezaba a incomodar en sus ojos. Pasó saliva por su garganta por su sequedad, pues movía sus labios conforme leía las palabras, poco a poco se fue sumergiendo de la historia a tal punto que todo a su alrededor se desvaneció. Su piel se erizaba al leer la crudeza del asesinato, por lo que no fue capaz de contener una lagrima que se derramó por su mejilla por sentir el dolor de la misma protagonista.

—Su mano se posó sobre sus delgados labios mientras sentía que se formaba un nudo sobre su garganta —recitó una con voz rasposa desde atrás de su oído por lo que provocó que su piel se erizara, los vellos de su brazo estaban de punta.

Como si estuviese haciendo el peor pecado de la historia, volteó el celular con agilidad para bloquear la pantalla, golpeándolo sobre su escritorio. Tragó saliva en seco, rogando internamente que su asistente no haya alcanzado a leer lo que ella estaba leyendo una de sus creaciones.

Se impulsó con ayuda de sus pies para girar el asiento, azotando la rodilla con el borde, así que lo desequilibró para atrapar a su jefa entre su anatomía contra el asiento. La morocha por unos segundos se sintió acorralada ahí, sentía la respiración irregular del rubio sobre su rostro mientras se perdía dentro de lo ojos redondos.

—¿Qué leías? —continuó Weslay, alejándose lentamente—. Estaba muy entretenido, porque ni cuenta te disté cuando entré —agregó, jugando con sus dedos sin observar a su jefa.

Keylin no sabía que responder, pues estaba leyendo el escrito que Esther le había enviado, pero lo había escrito su hermano. No sabía de Weslay con sus dotes de escritor, por lo que la tenía muy sorprendida, ya que seguía envuelta por las palabras plasmadas, deseosa de conocer el clímax del libro.

—Nada, solo cosas. —Se encogió de hombros—. Ya ves que en un par de días vamos a firmar con nuestro nuevo autor… —Infló sus pulmones de aire—. Por lo que me estoy familiarizando, ya sabes —mintió, mordiéndose la lengua para evitar decir la verdad.

—Sí, está perfecto. Piper me estaba diciendo que en tres días viene a firmar el contrato antes de continuar con la maquetación del libro. —Weslay arrugó el entrecejo, notando como su jefa estaba muy a la defensiva, por lo que suponía que le estaba ocultando algo.

La conocía tan bien que podría describir cómo se sentía con solo verla, pero… ¿Por qué le estaba ocultando la verdad? ¿Cuál era la verdad?

—Sí…, ¿y alguna vez has escrito algo para un lector? —tartamudeó, rascándose detrás de la oreja, empujándose con las piernas para crear un espacio entre ellos, recobrando la compostura.

—Sí, pero como un pasatiempo, no en serio. Creo que faltaría mucho para que yo me animase a publicar algo en papel —confesó con intriga.

No se acordaba si ya le había comentado anteriormente ese hecho, por lo que divagó un poco, debido a que no sabía como desenvolver el tema. Además, sentía que a sus escritos le faltaban muchas correcciones, un largo camino que todavía necesitaba recorrer.

—Un día cuando esté preparado, prometo que vas a ser la primera a quien yo le demuestre una de mis historias. —Alzó un mano en el aire mientras la otra la ponía sobre su corazón para demostrar la sinceridad de sus palabras.

Keylin observó el techo blanco por el nerviosismo que la recorrió, ya que había estado leyendo algo que ya estaba escrito. Esther se lo compartió, pero no estaba tan segura de que fuese completamente ético. Por lo que sintió una punzada en su corazón que la hacía sentir culpable.

—¿Por qué tienes esa cara? —Ahogó una carcajada al ver que los colores de su jefa abandonaron su rostro.

—¿Cómo “que cara”? —preguntó a la defensiva—. Todo bien, no te preocupes.

—¿No te estás sintiendo enferma? —inquirió con preocupación, doblando sus rodillas para cortar su altura hasta quedar frente a frente con la morocha que aun se mantenía sentada, equilibró su peso con ayuda de las rodillas ella.

Aquel tacto de él le provocó que una corriente eléctrica recorriese toda su espina vertebral que la obligó a sacudirse con sutileza para no sentirse tonta por él.

Weslay con ternura giró el dorso de su mano para posicionarla sobre la frente de la mujer. El corazón de Keylin empezó a acelerarse que sintió que había corrido una larga trayectoria corriendo a gran velocidad para desplomarse sobre la silla.

—Estoy bien —carraspeó con incomodidad, arrastrando sus pies en el suelo para crear un espacio entre ambos—. Gracias, no debes de preocuparte.

—¿Cómo no me voy a preocupar si eres…? —guardó silencio por un par de segundos—. Eres mi jefa, ¿después quien me paga mi sueldo? —corrigió bromeando, recobrando su postura.

Keylin se forzó a reír, pero sonaba como el ruido de una puerta que le faltaba el aceite. Para su suerte, Weslay no lo notó, ya que creía que había sido muy divertido.

—Ya me tengo que ir. —Curvó sus labios para sonreír sin mostrar los dientes—. Te vas a quedar un par de horas más, ¿verdad?

—Siempre revisas el horario que hace Piper, ya que también se encarga del área de recursos humanos.

—Es que a ella se le paga por investigación, no es exactamente un puesto fijo como el tuyo. Lo de recursos humanos es su puesto fijo mientras que lo de investigadora es un plus —explicó, arreglando su escritorio, agitó su enorme bolsa para darse cuenta de que necesitaba una limpieza ya que veía dulces al fondo desde hace varios meses, un desastre completo.

—Entonces nos vemos el lunes que mañana es domingo, ¿vas a hacer algo?

Keylin revisó su agenda mental para darse cuenta de que no tenía planes, pero se encontraba cansada, por lo único que quería era pasar el día completo en el sillón. Aunque si prestaba atención a la fecha, nada más tenía cinco días para que el plazo culminara. Sin embargo, por supuesto que no iba a decir aquellas palabras en voz alta, que aun en su mente sonaba descabellado.




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