El capricho de Cupido

028 I El hilo rojo de él

Lunes, 11 de febrero

Keylin movía sus piernas de un lado a otro junto con la cadera, empujándose con la silla giratoria. Su espalda estaba doblada, sus codos recargados sobre el escritorio mientras revisaba el celular que le había prestado a Cupido; tenía largas conversaciones con su familia, especialmente con su padre. Hasta parecía que le daba primero los buenos días a él y después a ella.

Resopló con nostalgia, esa mañana ella se había levantado a primera hora para ir a la habitación del pelirrosa, pero lo encontró vacío nuevamente ¿Qué era lo que significaba aquello?

¿Qué Cupido se había ido para no regresar?

¿Cómo lo iba a contactar?

¿Qué iba a pasar?

Necesitaba esclarecer todas aquellas dudas en las que se estaba ahogando.

Un sonido proveniente desde su bolsa la hizo estremecerse con sorpresa que soltó el celular en la mano. Arrugó el ceño para extender su brazo hacia la bolsa y responder la llamada, lo primero que escuchó fue el estruendoso grito de una de sus amigas más cercanas.

—Me vas a terminar reventando el oído, loca —mofó Keylin, llevándose un mechón de su cabello detrás de su oreja.

—No importa. No sabes, te tengo una buena noticia, nos tengo una excelente noticia, güey —respondió tan rápido que al final tuvo que tomar un gran bocado de aire para estabilizarse, utilizando la última palabra en el idioma español.

—Ya te gustó el español, ¿verdad? —preguntó la morocha en inglés al oír la última palabra de Violet—. En fin, ¿qué noticia nos tienes?

—Ponte perrita, que hoy vamos a ir a una doble cita a ciegas —sintetizó que no le dio oportunidad a su amiga de responder— ¿Por qué no has respondido?

Keylin entreabrió los labios para responder, pero su amiga tomó la delantera una vez más.

—Ya sé que tu amigo el pelirrosa puede que se enojé, porque andas saliendo con otros hombres que no son él, pero es que me urge. Déjame explicarte de una vez; en la compañía que trabajo tengo una amiga coreana donde me explica a veces de su cultura, y allá es muy normal que se hagan las tan famosas citas a ciegas. Acá no tanto, pero no importa. Entonces, ella me dijo que tiene un primo que estaba buscando una cita, no me dijo textualmente que buscaba una pareja sentimental, pero eso creo. El punto es que el primo aceptó, pero en doble pareja, él iba a llevar a otro primo y yo debo de a una amiga, y de mis amigas, tú eres la única que está oficialmente soltera —concluyó Violet, esperando de haber convencido a la morena de aceptar su cita a ciegas.

—Vio, yo...

—Ni se te ocurra decirme que no, que me voy a enojar mucho. Este coreano puede ser el amor de mi vida, ya ves que acá en Australia los hombres suelen engañarme, divorciarse de mí para después hacer oficial a la amante fea y con hijos ajenos —farfulló furiosa, usando un poco el chantaje.

—Pues...

—Y si tu no vas, voy a tener que cancelar la cita. Y puedes, darle un poco de celos para que se anime el Mishka, hazlo por mí, por favor —suplicó, alargando cada una de sus palabras—. Además, no voy a dejar que me digas que no, mejor hay que evitar toda esta parte donde te estoy hostigando hasta que aceptes.

Keylin observaba sus uñas mientras escuchaba todo el discurso de la rubia, se escuchaba la desesperación detrás de sus palabras. Pero, no tenía humor para salir con un extranjero que ni siquiera sabría pronunciar su nombre, quería que Violet estuviese feliz.

—Sí, ¿puedes pasar por mí a la oficina?

Del otro lado de la línea se escuchó un grito de emoción, después un fuerte azote con el suelo. Se escuchó entrecortada la línea antes de que pudiese entender las palabras de la amiga.

—Entonces, ¿qué es lo que llevas puesto?

—Unos jeans oscuros con una blusa de girasoles y un saco azul. No he tenido ganas de hacer la lavandería, ¿por?

—Agradecida con el de arriba con que no lleves tus faldas de tubo, ¡te amo! Eres la mejor amiga del mundo que no sabré cómo es que voy a pagarte ¿A qué hora debo de pasar por ti?

—A las ocho, por favor. Ya voy a traer mi maquillaje retocado, eso sí, te va a costar muy caro esto que estoy haciendo por ti —replicó, haciendo un mohín con los labios.

—Sí mi amor, todo lo que tú quieras. Nos vemos.

La rubia finalizó la llamada antes de escuchar una respuesta, de este modo ya no le daba oportunidad a Keylin de retractarse. La jefa soltó unas palabrotas mirando fijamente el celular, como si Violet podría ver eso.

Keylin dejó de lado el celular para continuar observando la galería de fotos del celular viejo, era una carpeta llena de las diferentes muecas que Cupido lograba hacer, parecía que le entretuviera mucho estar haciendo eso.

Claro, era más importante tomarse fotos que estar emparejando a las personas que buscaban el amor y más en el mes donde todo el mundo quiere amor o eso fue lo que pensó con sarcasmo.

Unos nudillos tocaron la puerta un par de veces antes de autorizar su acceso sin preguntar quién era. Lo primero que vio fue una rubia cabellera alborotada, Weslay sonrió de oreja a oreja que borró cuando notó la debilidad de los labios de su jefa, lo cual le mortificó.

Como si su cuerpo tuviese mente propia, sujetó el respaldo de la silla que arrastró hasta llegar a la morocha. Dejó caer todo su peso ahí para estar frente a frente. Él sonrió con consuelo, acercando sus manos hasta que llegó a las de la mujer, apretó con fuerza para que pudiese sentir todo su apoyo.

Keylin se perdió en los ojos redondos de su asistente por unos segundos, pero su mente la traicionó, porque vio los púrpura de la deidad que había decidido distanciarse de ella en ese momento de la vida, lo cual la obligó a sellar sus ojos unos instantes más de los necesarios para recordarse quién era el que se encontraba en frente de ella en esos instantes.

Weslay no sabía cómo reaccionar, así que se inclinó hacia ella para rodearla con sus anchos brazos. Ella dejó caer su cabeza en el hombro izquierdo, aspirando la colonia viril que inundó sus fosas y apretó los dientes. Por otra parte, el asistente contenía la respiración, debido a el choque de los suspiros de la mujer que sostenía le estaba conmocionando, la sentía tan vulnerable que quería guardarla en una caja de cristal para que nadie le tocase ni un pelo.




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