Sé que hace días dije que debía enamorar a Stixx Rowen, pero seamos realistas, solo soy un enano debilucho que no levanta piropos ni de una mosca, así que, ¿qué probabilidad hay de que pueda conquistar a alguien que solo sabe usar los puños como medio de comunicación? Ninguna. Menos mal que soy la persona más irracional que existe y lo haré de todos modos, al fin y al cabo, si no funciona al menos sabré que lo he intentado.
—Cariño, ¿por qué muerdes ese lápiz? Deja eso y ven a cenar.
Últimamente se me hacía difícil hasta mirar a mi madre, sus ojos amorosos no hacen más que hincarme en la conciencia. Tal vez me apoyaría, pero el miedo al rechazo es tan grande que termina ganando mi determinación sobre ser sincero. Además, si se lo digo a ella, también tendré que hacerlo con mi papá y él, a pesar de no ser tan serio ni estricto como otros padres, tiene un punto límite en cuanto a su paciencia y no quiero ser el fuego que encienda esa cerrilla. En cuanto a mis hermanos, de Isabel solo espero burlas ya que es un demonio con piel de cordero. Sólo con Javier es con quien me siento más seguro. Si ni siquiera puedo con mi familia, ¿qué será de todo el instituto? Sin embargo, ya no puedo soportarlo, callarme todos los días y fingir que me gusta Leah, una de las chicas más hermosas del instituto, solo para disimular, es cansador y lo odio. Debo parar esto, debo salir del closet a salvo y quién más que Stixx Rowen para hacerlo, nadie se animaría a burlarse de mí o hacerme sentir mal si estoy respaldado por el matón del instituto.
—Ya bajo, mamá —digo, pero mi madre ya no está en la puerta, se fue hace rato mientras estaba absorto en mis pensamientos. Lo cual no es nada raro viniendo de mí.
Salgo de mi habitación y llego hasta la cocina en donde ya todos están ubicados y a punto de empezar a cenar. Mi padre en la punta de la mesa como siempre, por lo visto se sacó los lentes que siempre lleva para poder cenar con comodidad, mi madre, en cambio, se sienta a su lado debido a que, según ella, tiene que aprovechar todo el tiempo libre que tengan juntos. No sé cómo pueden parecer tan enamorados después de años de convivencia, es un total misterio para mí. Isabel, sin embargo, está al otro costado de mi padre tratando de no comer tanto por alguna dieta estúpida que sus amigas y ella siempre hacen y Javier está impasible y calmado como siempre, él es el más parecido a mi papá en cuanto a personalidad.
—Al fin vienes, por poco y te quedas bajo la mesa —habla mi padre, sereno como es costumbre en él. Su corazón amable siempre me generó admiración, aunque yo no estoy seguro de si podría aceptarme al admitir mi preferencia por los chicos.
Lanzo una sonrisa algo tensa y espero que me salga tan natural como quiero.
—¿Te sientes bien? Últimamente estas algo raro —replica al ver mi expresión.
Rayos, no fue natural en absoluto.
—Sí, papá. Son solo los exámenes parciales —engullo un enorme pedazo de pan para no seguir hablando.
—Pero si no estamos de exámenes —suelta Isabel, quien va a solo un año menos que yo.
—Tú qué sabes, los mayores tenemos el horario más pesado —me defiendo como puedo, ¿por qué no inventé una excusa mejor?
—No recuerdo que hubiéramos tenido exámenes en esta época —dice mi hermano Javier, quien ya va a la universidad y pasó por la misma clase que la mía.
Creo que me comeré otro pedazo de pan. A este paso terminaré subiendo de peso, aunque ya me hacía falta para envidia de Isabel. Mi hermano y yo siempre tuvimos el metabolismo más acelerado que ella .
—Cambiaron muchas cosas desde que te graduaste —respondo con la boca llena. Ya ni recuerdo porque empezó este aprieto.
—No importa, estoy seguro de que Daniel estudia más que los demás, por eso está tan preocupado —me salva mi madre.
Ella siempre sabe que palabras usar para salvar el día, por eso la amo tanto y me duele tener que ocultarle muchas cosas, pero eso pronto cambiará, claro que si mi plan llega a tener éxito.
Me pasaré toda la noche armando la conquista perfecta, haré que Rowen caiga rendido a mis pies y todo saldrá como yo quiero.
***
Hoy es el primer día de este precipitado y para nada racional plan. Mi frente suda y mis manos tiemblan, pero no daré ni un paso atrás.
Camino hasta mi casillero entre el gentío y busco mis cosas mientras miro disimuladamente la entrada para saber el momento en que Rowen pise el instituto. Aunque nunca es puntual, no pierdo nada con esperarlo. Miro las cosas en mi bolso, mis libros y el labial rosa que le había robado a mi hermana están donde siempre, también veo que lo que compré está en orden y no se había derretido o estropeado encima de mi vieja bicicleta.
Nadie me había dicho que comprar chocolates sería tan vergonzoso y menos si la vendedora era una vieja fastidiosa que te mira como si estuvieras tramando como asesinar a un corderito. Un oso salvaje sería más apropiado en mi caso.