Young Mi sonrió cuando subieron al auto donde se dirigirían a la vivienda de Chiasa. Ryuhito se sentó a su lado, refunfuñando cosas en japonés sobre quien sabe qué cosa. Tenía los labios apretados, el ceño fruncido y los brazos cruzados en una postura propia de un berrinche.
— ¿Siempre pones esa cara cuando no se te cumplen tus caprichos? — preguntó burlona en un pequeño susurro para no ser escuchada por las demás personas en el vehículo, Ryuhito suavizo su expresión por un momento, para luego volver a fruncir el ceño.
— ¿Y tú siempre eres tan avasalladora? — contraatacó enarcando una ceja, ella se encogió de hombros.
— No te sentirías avasallado si no fueras tan caprichoso — respondió con simpleza y notó de inmediato como se le oscurecía la mirada, cambiando su expresión para ponerse muy serio. ¿Ahora que mosca le pico?
— Créeme que tú eres el único capricho que he tenido en mucho tiempo y no estas siendo nada fácil de conseguir — sentenció volviendo la vista al frente y dejándola boquiabierta. Vale, oficialmente había quedado noqueada. ¿Qué se supone que tenía que decir ante eso?
No se iba a ofender por el hecho de que admitiera que ella era un capricho. Era una mujer madura, no era inocente, reconocía perfectamente aquel comportamiento. El problema radicaba en qué tipo de capricho era para el príncipe. ¿Uno de los que olvidas con el tiempo? Había cosas que hacían a las personas luchar desesperadamente y que al conseguirlo, finalmente se aburrían.
Pero también habían caprichos por los que sentías tanto placer al conseguirlos que no querías soltarlos jamás. ¿Sería ese el caso? Volvió a mirar a Ryuhito, que se estaba pasando las manos por el cabello otra vez. Estaba claramente nervioso ¿se habría arrepentido de sus palabras al igual que el día de la fiesta?
Quiso preguntarle, pero no abrió la boca al darse cuenta que Haneul los miraba con una expresión extraña, ella hizo una mueca, se había olvidado por completo de que su menor estaba babeándose por el principito. Pensó que quizás no era tan malo, podía dejar que Ryuhito se fijara en ella y así dejaría de ser su capricho.
Una punzada se plantó en su pecho ante la idea, no quería que nadie más fuera el capricho del principito. Empezó a generar un montón de excusas en su mente para darle motivos a ese absurdo sentimiento, como por ejemplo, el hecho de que Haneul también tenía prohibido tener citas por dos años y como líder del grupo sería muy irresponsable por su parte dejarla mantener una relación, además el principito era una figura pública y muy odiada en Corea…
— ¿Young Mi, estas bien? — saltó en su lugar al darse cuenta de que ya habían llegado a su destino y que todos habían bajado del auto y la miraban con preocupación. Ella nunca había tenido un comportamiento parecido, siempre estaba centrada. Asintió bajando del auto, tratando de ignorar la ahora fuerte presencia de aquel hombre que inocente a todo, empezaba a conversar con toda normalidad con Ji Soo.
Decidió fijarse en su entorno, sorprendiéndose de no encontrarse en algún conjunto residencial lujoso, al contrario, estaban en uno familiar, cómodo pero simple. Tenía la impresión de que Chiasa y Ryuhito estaban cansados de demasiado lujo, ya que buscaban cosas sencillas.
Uno de los guardias de seguridad les abrió la puerta y sonrió al ver que era el sujeto agradable. Él le correspondió la sonrisa junto con un leve gesto con la cabeza. Tuvo la idea de acercarse para preguntarle su nombre, pero un jalón en su brazo se lo impidió. El principito volvía a tener el ceño fruncido, los labios apretados y la llevaba casi que arrastrando por el pasillo, donde podía visualizar a los demás a lo lejos caminando hacia un ascensor.
Sin embargo, esta vez no siseaba cosas en japonés, ahora el sonido que emitía era más parecido al gruñido de un animal ¿pero ahora que le pasaba?
— ¿Tienes complejo de perro acaso? — inquirió con el ceño fruncido y Ryuhito se detuvo en seco, fulminándola con la mirada en una postura tensa.
— Deja de sonreírle de esa manera a los hombres de seguridad — espetó empezando a caminar otra vez, sin soltarle en ningún momento. Agradeció esa acción, ya que se sentía incapaz de mantenerse de pie por su propia cuenta debido al shock. El principito estaba celoso por ella.
Sonrió con satisfacción.
— Oye, al menos invítame un café antes de armarme una escena de celos ¿no?
Volvió a detenerse. Se contuvo de reírse al ver como se le subían los colores al rostro, no se esperaba esa respuesta para nada y notaba como su mente trabajaba a toda velocidad para formular alguna respuesta. Ryuhito volvió a sonreír de repente.
— Lo haría encantado — respondió con voz suave — pero me rechazaste cuando te pedí una cita ¿lo recuerdas?
Vale, eso fue un golpe bajo. Volvió a andar y finalmente llegaron al ascensor donde todos los miraban en absoluto silencio. Se encogió en su lugar cuando vio que Haneul tragaba en seco con una expresión de completa decepción en su hermoso rostro.