El capricho del principe (libro 1)

Capitulo 32

Ryuhito frunció el ceño al observar que Dae Hyun se balanceaba una y otra vez sobre sus pies, viendo el suelo con fijeza mientras que su padre permanecía impasible esperando a que Young Mi acabara de hablar con sus padres. Casi tuvo ganas de golpear a alguien, Young Woon debía estar nervioso, no Dae Hyun, después todo él le había dado una paliza a su hijo, no al contrario.

— Por nuestro bien, no digas nada — la voz de Sun Hee en su oído lo hizo estremecerse. Lanzó una mirada a la muchacha, que tenía plantada en su cara una expresión de clara advertencia igual a la que tenía su amiga antes de subir. A pesar de que no le había contado la historia a Sun Hee y estaba por completo seguro de que Young Mi tampoco lo había hecho, ella vio las heridas de Dae Hyun en el camerino y dada la expresión que tenía con la presencia de su jefe, no era demasiado difícil deducir quien las había causado.

Asintió enfurruñado, de igual forma, Dae Hyun era el que debía enfrentar a su padre, no él. El punto, era que si no lo empujaban a hacerlo, jamás lo haría. Solo continuaría aceptando los maltratos como si los mereciera y eso era una idea extremadamente desagradable.

Young Mi bajo después de lo que le pareció una eternidad, con una expresión no desconocida para él. Sus ojos brillantes y su expresión relajada la delataban, esa mujer acababa de tener una idea. Y que el universo los protegiera de qué clase de locura era.

— ¿Todo bien, Young Mi? — inquirió Young Woon en cuanto la muchacha le entrego el teléfono. Ella asintió con seguridad.

— ¡Todo perfecto! Lamento las molestias, Young Woon, pronto intentare conseguir un teléfono.

El hombre asintió y sin decir una palabra, salió del dormitorio. Todos parecieron aliviados de inmediato, en especial Dae Hyun que había sobrevivido a un encuentro de frente con su padre. Young Mi hizo una mueca, pero de repente, sacudió la cabeza como si quisiera despejarse, para luego fijar la vista en él.

Sin mediar palabra se acercó dando zancadas, tomándolo de brazo sin pudor alguno — Lo devuelvo en un momento — aviso a todos, que estupefactos solo pudieron quedarse observando como lo llevaba al segundo piso sin siquiera pedirle opinión. Como siempre, Young Mi la apisonadora haciendo acto de presencia sin importar las circunstancias.

Se sintió abrumado al ver la segunda planta de la casa, que era una habitación del mismo tamaño de la primera planta, solo que en vez de la cocina y la sala de estar, había dos literas y un gran tocador con un enorme espejo, repleto de maquillaje. El lugar era muy femenino, demasiado, incluso para él que había sido criado entre mujeres.

— Mi madre ha dicho que el tratamiento ha ido muy bien — empezó a hablar la muchacha con suavidad, asintió sin más, eso ya lo sabía. —. Está muy contenta… aunque mi padre no demasiado.

No pudo contener su expresión de sorpresa ¿Qué su padre no estaba contento? su esposa se estaba curando ¿acaso eso no era bueno? Él en su posición estaría saltando de felicidad.

— No tiene nada que ver con mi mamá — aclaro Young Mi como si le leyera el pensamiento. Ryuhito ladeó la cabeza confundido, esa mujer le daba demasiadas vueltas a todo—. Es por el dinero, Ryuhito. No se traga que yo gano lo suficiente como para hacer todas esas cosas que mandaste a hacer.

Ryuhito abrió los ojos hasta el punto que casi se le salían de sus orbitas. — Hice lo que era necesario, Young Mi — se justificó con nerviosismo y la muchacha asintió con tranquilidad.

— Lo sé y no sabes cuánto te lo agradezco, pero… no puedo continuar mintiéndoles a mis padres.

Negó repetidas veces ¿acaso no lo había comprendido cuando se lo explico aquella vez? — Young Mi… sabes que yo no puedo…— murmuró sin ser capaz de formular una frase coherente a causa del nerviosismo, recordando todas las cosas horribles que le habían enseñado los investigadores, no podía aparecerse en frente de la familia de Young Mi… suficiente vergüenza le daba ya todo lo que había ocurrido.

— ¿Aparecerte frente a mi padre? Lo sé, pero por ahora, no veo más opción.

— ¡Young Mi, ya te lo dije! ¡No puedo hacerlo! — no quería gritar, ni ponerse agresivo, pero aquello lo exaltaba a un punto elevado. Por una vez, ella debía entender sus razones y dejar de ser una avasalladora.

Ella ignoró por completo su arranque, acercándose a él para tomar su rostro, pegando su frente a la da ella, igual como lo hizo el día de la fiesta. — Mírame a los ojos — ordenó con voz calmada y por alguna razón, obedeció de inmediato. Perdiéndose de nuevo entre sus ojos castaños, borrando cualquier rastro de la ira creciente de su sistema.

— ¿Mejor? — murmuró luego de rato, él asintió sin decir nada, conteniéndose de agarrarla para mantenerla cerca más tiempo. Sin embargo, Young Mi solo quito las manos de la cara para bajarlas hacia sus brazos, quedándose de pie en el mismo lugar, la vio sonreír con ternura —. ¿No solías estallar muy seguido en el palacio, verdad? Eres como un petardo, relájate de una buena vez y solo escúchame.




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