El capricho del principe (libro 1)

Capitulo 53 (+18)

La alzó entre sus brazos, para acostarla en la cama con absoluta delicadeza. En el momento que la cubrió con su cuerpo, pudo notar que varias emociones surcaban el rostro del atractivo muchacho, a pesar de ello, seguía predominando una pasión absoluta que llenaba de calor cada rincón de la enorme habitación.

— ¿Estas segura de esto? — inquirió dejando un camino de besos por su cuello hasta su clavícula, para luego alzar la cabeza y observarla —. Porque puedo parar… todavía puedo parar.

Rodó los ojos y le tomo el rostro, acercándolo al suyo para aplastar sus bocas. El gruñido de satisfacción que emitió la hizo estremecerse de placer, sintiendo las ansias acumularse en la parte más profunda de su ser.

No sabía que era posible necesitar tanto un hombre.

Él fue bajando con lentitud por su cuello otra vez, aunque esta vez no se detuvo hasta llegar hasta sus muslos, separándolos con suavidad para besar el interior de estos. Contuvo un gemido suave, parecía que el príncipe quería tomarse su tiempo y estaba más que encantada con la idea.

Se aferró a sus hombros cuando volvió a tomar sus labios con vehemencia, metiendo las manos bajo el dobladillo de su camiseta, para acariciar lentamente sus caderas. Escucho como reía con suavidad cuando tiro del elástico de sus bragas, dejando que chocara contra su piel y logrando que diera un respingo. Frunció el ceño, pero lo olvido de inmediato cuando por fin empezó a levantar la camiseta para quitársela.

— No quería decírtelo, pero verte con solo esa camiseta puesta estaba volviéndome loco — susurró mientras descubría lentamente su cuerpo —. Ah… pero mira qué bonito…

Se sintió un poco avergonzada al ver que observaba su cuerpo con una admiración que, en el fondo, creía no merecer. Era demasiado delgada y sus curvas no eran pronunciadas, al contrario de…

Sus pensamientos se disiparon cuando dio un pequeño beso a su pezón por encima de la tela del sencillo sujetador de algodón. Esta vez, no pudo evitar gemir con más fuerza y él enarco una ceja.

— Tu cuerpo es perfecto — afirmo como si de alguna manera supiera lo que estaba pensando en ese preciso instante —. Es incomparable, suave, terso, sexy… en especial…

Volvió a fruncir el ceño cuando arropo sus pequeños senos con sus enormes manos, apretándolos mientras sonreía maliciosamente.

— ¿Te estas riendo de mis pechos? — farfulló apartando sus manos. Ryuhito se rio, inclinándose hacia ella y plantando un sonoro beso en sus labios.

— Young Mi, querida, estoy intentando hacerte el amor. Puedes llamarme tonto todo lo que quieras cuando acabemos ¿sí?

Vale, esta vez iba a acceder porque no deseaba otra cosa más que sentirlo en ese momento, pero no iba a haber próxima vez.

Acaricio su espalda en cuanto volvió a colocarse encima de ella para seguir besándola, con dulzura y deseo, disfrutando el contraste que le daba la dureza de sus músculos junto a la suavidad de su piel. Bajo poco a poco por sus omoplatos, pasando suavemente por su espalda baja hasta llegar al elástico de sus pantalones de algodón para luego, sin pudor alguno, bajárselos de un tirón. Ryuhito pareció sorprendido por una milésima de segundo por su atrevimiento, sin embargo, no tardo en deshacerse con rapidez de la tela, en una patada.

De un jalón, bajo las copas de su sujetador dejando descubiertos sus pechos. Dedicándoles una mirada hambrienta antes de lanzarse sobre ellos, besando y chupando con una suavidad e exquisitez que la hizo retorcerse en la cama sin control alguno de sus reacciones. Sin embargo, sintió que enloquecería en cuando coló su mano con suavidad bajo sus bragas, encontrando un punto que estaba segura, nadie más había tocado… ni siquiera ella.

Chillo cuando el orgasmo la sacudió por completo, dejándola sumergida en una nube de absoluto placer tan duradera, que ni siquiera se dio cuenta que se había levantado de la cama para ir por los condones. Se incorporó un poco para verlo, disfrutando gratamente de la vista de su bóxer ajustado y de cómo le enmarcaban el redondo trasero. No sabía si sentirse afortunada o sentir envidia porque a ella le gustaría tener uno igual.

Ryuhito se puso de pie al lado de la enorme cama, con una sonrisa suave mientras sostenía un paquetito dorado.

— Voy a ser delicado — aviso subiendo de nuevo a la cama, separando sus rodillas. Asintió, en ese punto, podía hacer lo que quisiera que lo permitiría sin problemas —. Por dios, eres preciosa…

Tomo sus labios por última vez, antes de incorporarse para bajar su bóxer y rasgar el paquetito dorado con sumo cuidado. Cuando bajo sus bragas, la anticipación ya la estaba haciendo retorcerse en el mullido colchón, de nuevo.

Si de algo estaba segura, era que Ryuhito era un hombre muy sincero. Ya que cuando al fin entro en ella, lo hizo con tanta delicadeza que apenas dolió. Haciéndola sentir únicamente el placer de tenerlo dentro, unidos de una manera tan íntima.

— ¿E-estas bien? — la voz del príncipe se escuchaba quebrada y sintió una ternura excesiva por aquella pregunta. Aun pareciendo al borde del colapso, estaba preocupado por ella.




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