«Es solo algo temporal, Young Mi… no te vas a casar con él»
«Muchas mujeres rechazan convertirse en consortes…»
«El modelo ideal es sumisión y obediencia»
«No soy lo que él necesita»
No, ella no era lo que él necesitaba. Ni por asomo era la mujer que podía ser la compañera de vida de un hombre como él. Young Mi jadeó espantada ante la declaración que hubiese recibido encantada en otras circunstancias, en las que Ryuhito fuera un chico común y corriente que viviera en el mismo entorno que ella. No el único heredero de la monarquía más antigua y machista del mundo.
— Ryuhito esto… no… no puede ser…
Él frunció el ceño, desconcertado.
— ¿De que estas hablando?
Se sintió como un el ser humano más horrible del planeta tierra al ver su expresión confundida y quizás lo era. Pero ahora lo más urgente era salir de ahí, por lo que empezó a buscar su ropa desperdigada por el suelo.
— Pero Young Mi ¿Qué ocurre? ¿Acaso hice algo mal? ¿Te lastime? — Ryuhito se levantó de la cama de igual manera, tomando solo el pantalón de pijama y colocándoselo para ir tras ella. La tomo por el brazo, pero se apartó de un manotazo. Sintiéndose como un animal acorralado a punto de ser cazado… aunque la persona que tenía la expresión de un gatito herido era otra.
— No… no me has lastimado, pero…
No dijo más, volvió a buscar por la habitación con frenesí, encontrando su ropa y colocándosela a toda velocidad bajo la mirada atenta y dolida del príncipe.
— ¿Entonces qué ocurre? Dímelo — exigió tomándola del brazo con más fuerza, una vez se hubo vestido. Young Mi tembló, mirando esos ojos que la hicieron estremecer muchas veces antes y que aún lo hacían en ese momento, aunque los motivos fueran muy diferentes.
— Tú no puedes quererme Ryuhito… yo… yo no soy buena para ti — dijo haciendo que Ryuhito la soltara como si de repente, su piel quemara y observándola de arriba a abajo como si fuera una completa extraña.
— ¿P-porque? — inquirió con la voz quebrada —. ¿Acaso tú no…?
Por una fracción de segundo, Ryuhito observo la cama desordenada por lo que acababan de hacer, para luego, volver a mirarla con los ojos vidriosos.
— ¿Qué hice mal? — su era voz suave, triste y la hacía sentir como una mierda de persona por lastimarlo de esa manera tan ruin —. ¿Tú… no me quieres…?
— Eso no tiene que ver, eres tú el problema, lo que eres — ¿pero que estaba diciendo? Debería cerrar la boca ya —, eres un príncipe, no puedes tontear con mujeres por ahí — por favor, que alguien viniera a darle una patada en el trasero — tienes que buscar una chica de tu clase, linda, educada y… sumisa — se estaba pasando a niveles inimaginables —. Y yo no soy ninguna de esas cosas, como dijiste antes, soy un capricho y crees que me quieres por eso, pero no soy la mujer que necesitas. Así que será mejor que paremos con esto, ya. Por tu bien y por el mío.
Ryuhito retrocedió como si le hubieran dado una patada en el estómago, mordiéndose el labio inferior en un esfuerzo sobrehumano por contener las lágrimas. Le había hecho daño y Young Mi ya no tenía dudas, era una verdadera zorra. Sin embargo, había llevado todo demasiado lejos… y esta vez, era imposible arreglar el desastre que había causado. No podía arrepentirse.
Tampoco esperaba que él entendiera sus razones, aunque una parte muy pequeña de su cerebro la instara a intentar explicarle lo que sentía para que pudieran quedar en mejores términos. Pero como siempre, la mayor parte de su cabeza le decía que cerrarse por completo y escapar era la mejor opción.
— Sera mejor que me vaya — susurró, dándose la vuelta y caminando hacia la salida.
Sin decir más, abrió la puerta de la habitación. Corriendo por los largos pasillos ante la mirada estupefacta de los hombres de seguridad que la llamaron a gritos, preguntándose qué había pasado. Dejando al príncipe, solo, en medio de la habitación, llorando y con el corazón hecho pedazos.