— Young Mi ¿vas a hablarme algún día?
Se encogió ante la mirada de Sun Hee, que oscilaba entre la acusación y la absoluta preocupación. Desde que había terminado todo con el príncipe, se encontraba fuera de sí; era incapaz de concentrarse, comer o dormir tranquila… ya que siempre tenía la imagen de aquel muchacho triste y desgarbado que había abandonado en un hotel luego de hacer el amor hace unos días a causa de sus propios problemas mentales rondando por su cabeza.
— La verdad es que aún no tengo fuerzas para hablar.
Sun Hee suspiró.
— Lo entiendo, pero quiero que sepas que de verdad me preocupas. Hace unos días estabas perfecta, ahora de repente te noto distraída, triste y ni hablar de lo cansada que te ves.
Sintiéndose extremadamente sensible al ver la sinceridad en los ojos de su amiga, su vista empezó a emborronarse sin que lo deseara, convirtiéndose con rapidez en un torrente de lágrimas que bajaban por sus mejillas a velocidad pasmosa. Enrabietada consigo misma por ser tan sensible, las seco de un manotazo, aunque las lágrimas no pararon de caer.
— Oye — la detuvo Sun Hee en cuanto iba a secarse las lágrimas otra vez con brusquedad —. No pasa nada, llora todo lo que quieras. Debes desahogarte de vez en cuando.
— No me gusta llorar — contesto con voz gangosa, entre hipidos —. Me hace ver débil y si soy débil me aplastaran, Sun Hee. Me aplastaran como yo lo aplaste a él.
La pelirosa frunció el ceño.
— ¿De qué estás hablando?
En un arranque de sinceridad muy repentino para su gusto, conto todo lo que había pasado. Desde el accidente de Ryuhito hasta su encuentro apasionado en el hotel y de cómo le rompió el corazón a causa de sus propios miedos y de su incapacidad de sacarlos a la luz.
— Soy una zorra — sollozó en voz alta. Sun Hee asintió.
— Si, lo eres.
Young Mi sorbió por la nariz antes de mirar mal a su amiga.
— Oye, soy tu amiga. Se supone que deberías decirme que no soy una zorra y un montón de blah blah blah apoyándome
Sun Hee solo sonrió, encogiéndose de hombros, antes de incorporarse un poco en la silla y acercarse a ella, extendiendo su mano para apartar un par de mechones de cabello que se le estaban pegando al rostro a causa de su lloriqueo. Ese pequeño gesto le recordó tanto a su madre, que no pudo evitar enternecerse y… llorar más.
Maldita sea.
— Claro que te apoyo, pero también es mi deber como tu amiga decirte cuando haces algo mal. ¿Por qué no le dijiste que lo querías? — Abrió la boca para hablar y Sun Hee la cortó —. y no, no me digas que no lo quieres porque si no lo hicieras no estarías llorando como Magdalena por haberle hecho daño.
— Ya te lo dije, me cuesta expresarme — murmuró haciendo que la pelirosa pusiera los ojos en blanco.
— Eso lo sé, pero hablo de la verdadera razón. No trates de engañarme, hay algo más.
Frunció el ceño, sintiéndose un poco rígida para hablar de ese tema. Miro a los lados, asegurándose que no había nadie y emitiendo un suspiro.
— Me conto como era la vida en la casa imperial, Sun Hee. Como tratan a las mujeres… no quiero ser tratada como una mascota en la que su vida gira en torno a un hombre, es más… no solo no quiero ¡Me niego rotundamente! — No quería chillar, pero era algo que de manera indudable estaba haciendo —. Ya viví demasiado tiempo presa de mi pobreza. No pienso vivir atada a nadie más.
La expresión de Sun Hee oscilaba entre la sorpresa y la completa incredulidad. Tenía los ojos muy abiertos, la mandíbula por el suelo y falló en varios intentos para hablar, solo llegando a boquear como un pez fuera del agua. Se preguntó porque se le hacía tan difícil hablar e incluso, llego a pasarle algo de agua que bebió de un trago, observándola como un monstruo de circo.
— ¡Por dios, Lee Young Mi! — exclamo en voz demasiado alta para su gusto —. ¿Pero qué clase de percepción del amor es esa? ¡Es demasiado cruel! ¡El amor no es así!
Ahora era ella la que estaba confundida. En un ademán desesperado, Sun Hee tomó sus manos, apretándolas entre las suyas con fuerza.
— El amor no se trata de ataduras, ni de dominancia. Young Mi, se trata afecto, compañerismo, respeto y comprensión mutua. Si no tiene eso, entonces no es amor, es algo toxico.
Young Mi reflexiono las palabras de su amiga, pensando en que quizás podía tener razón. Pero, aunque la tuviera, ya el daño estaba hecho y no creía que tuviera solución, cosa que no dudo en expresarle a su amiga que negó con la cabeza en respuesta.
— Claro que tiene solución. Debes ir a hablar con él y explicarle como te sentías en ese momento. Decirle que tú también lo quieres — a pesar de que Sun Hee parecía muy animada con su propia idea, Young Mi era incapaz de compartir su entusiasmo.
— Sun Hee, debe odiarme — se lamentó, haciendo que su amiga pusiera los ojos en blanco.
— Te aseguro que no lo hace, lo más probable es que solo esté dolido. En cualquier caso, si te hace sentir mejor, iré contigo y lo convenceré de hablarte si es que de verdad se niega.