«Varios meses después…»
Young Mi abrió la puerta de la casa de sus padres con lentitud para evitar hacer el menor ruido posible. Adentro, reinaba una calma imperturbable que la hizo sentir tranquilidad. Como si desde hace tiempo, necesitara volver a casa.
Pero muchas cosas habían cambiado.
Observo las paredes que antes eran amarillentas a causa de la humedad, ahora pintadas de un azul cielo resplandeciente. Las estanterías viejas y oxidadas, reemplazadas por unas nuevas, la vieja bandera nacional que su padre mantenía colgada en la sala de estar, deshilachada y vieja, ahora era nueva y brillante.
Todo tenía su huella ahora.
Y odiaba eso con toda su alma.
Entro al comedor, encontrándose con una escena familiar y extrañamente ajena. Su padre estaba sentado en la ahora nueva mesa del comedor renovado, leyendo el periódico mientras que su madre preparaba lo que parecía ser una sopa de algas. Si no fuera por el pañuelo que cubría la cabeza de su madre junto a la cicatriz de la traqueotomía, pensaría que había vuelto a su infancia.
De repente, notó como su vista se emborronaba y se maldijo a si misma por estar llorando de nuevo, a pesar de que sus lágrimas parecían haberse secado hace meses.
Sus padres se dieron la vuelta al escuchar sus sollozos. Desconcertados, se miraron el uno al otro antes de dejar de todo lo que estaban haciendo para acercarse a ella con rapidez para saber que ocurría. Intento hablar, pero lo único que lograba emitir eran balbuceos inteligibles. ¿Por qué las cosas tenían que ser así para ella?
¿Por qué simplemente no podía superar su partida? Debería ser fácil. Su relación no duro nada, pero se le había clavado en el pecho como una estaca que no podía sacarse por más que quisiera. Tonto, era un jodido tonto. Un jodido presuntuoso que se le había metido en el pecho haciéndola sentir importante para después escapar.
Un jodido tonto presuntuoso al que ella le había hecho daño porque era una jodida insensible y una tonta. ¿Cómo no iba a acabar en desastre? Sí, todo lo que la involucraba no era más que un desastre. Pero ya no más. No más desastre, no más lágrimas.
Young Mi iba a tomar el control de su vida. Y esta vez, ningún tonto príncipe iba a cambiar eso.
Al menos, por ahora.