¡Sera imbécil! Young Mi bebió de un trago la botella del agua, hace horas que habían acabado de ensayar pero aún seguía enojada hasta la médula. Se notaba que el estúpido principito era un jodido niñito mimado y ególatra que no pensaba en las consecuencias de sus actos.
¿Cómo se le ocurría poner en semejante situación a Dae Hyun? Por suerte, fue lo suficientemente listo como para sacarlo de la mira de su padre. Eso fue egoísta, si, definitivamente muy egoísta. Ya tenía otra cosa que agregarle a la lista de razones para odiar al principito idiota. Resoplo varias veces ¡que seguía enojada, muy enojada! Quería romperle esos dientes perfectos y destrozarle esa cínica sonrisa. «Tú también me caes mal»
— ¡Aaaahg! ¡Te detesto, te deeeteestooo! — pataleó en voz alta, le importaba una mierda que la escucharan hacer un berrinche. A través del espejo de la sala de ensayos, logro visualizar a Sun Hee que la miraba interrogativa
— ¿Y ahora, que mosca te pico?
Le lanzo una mirada asesina a la peli rosa antes de continuar maldiciendo, debía hacer catarsis para el programa al que estaban invitadas más tarde —. Estúpido…. ¡eres un estúpidoooo! —Continúo farfullando, dando vueltas por toda la sala.
— Hablo en serio Young Mi ¿Qué te pasa? — pregunto seriamente, haciendo que la aludida rodara los ojos.
— ¡El estúpido príncipe, eso me pasa! — gruño en voz alta, casi hiperventilando. Su amiga la miro con extrañeza.
— Pero si se fue hace más de dos horas ¿sigues con eso? — Young Mi asintió repetidamente.
— ¡Estoy en todo mi derecho de continuar enojada el tiempo que quiera! — espeto señalándola de manera amenazante con la botella de agua. Sun Hee no se amedrento ni un poco ante ese gesto, al contrario simplemente se acercó más a su compañera.
— Creo que tengo cierta idea de que te molesta — sugirió parándose al frente de ella y mirándola directamente a los ojos, evaluando su ceño fruncido. Young Mi alzo las cejas hacia su persona esperando la explicación. —. Lo que te enfada a sobremanera, es que el tipo no se espantó contigo, al contrario, le causaste gracia.
La forma en la que su compañera enrojeció de furia la hizo ver que en efecto, tenía razón.
«Tú también me caes mal» su sonrisa estúpida se hizo presente en su mente de nuevo. Su tono burlón resonaba en su cabeza como Ji Soo borracha a las tres de la mañana, era irritante. La sola idea de pensar en su presencia irritante.
—Por mí que se encierre en el palacio imperial y no salga de ahí el resto de su vida— escupió con desdén causándole una risa a Sun hee
— ¡Oh vamos! A mí me gustaría ver esa cara más seguido, con lo bueno que esta el condenado — hizo un gesto de asco a lo que Sun hee puso los ojos en blanco —. ¡Venga ya! Admite que podrá ser tonto, pero está guapísimo. ¡Ni siquiera intentes negarlo Lee Young Mi!
— Guapo es Jackson Wang, no ese idiota, además, te recuerdo que aún no podemos salir con nadie — señalo seria ganándose un suspiro exasperado de Sun Hee que no quiso continuar con la discusión, empezando a practicar algunos pasos frente al espejo. La acompaño en la práctica, intentando olvidarse del mal trago y la furia que le causaba pensar en ese imbécil y su cara de estúpido…
Se detuvo en seco. ¡Ya estaba pensando en él de nuevo!
— ¡Olvídalo! Iré a los dormitorios a tomar una ducha, te veo a la hora acordada— Sun Hee asintió y se apresuró a subir las escaleras para salir de la sala de ensayos. Los dormitorios eran una pequeña casa justo al lado del edificio de su agencia, no era mucho, pero a diferencia de muchos otros, ellas si tenían ese privilegio.
Había visto idols de agencias tan pequeñas que ni siquiera alcanzaban a cubrir la comida durante las promociones. Se estremecía cada vez que pensaba en esa idea porque le recordaba mucho a la vida que llevaba con sus padres en Mokpo. Definitivamente en el mundo del espectáculo no todo era fama y glamour como la mayoría lo quería hacer ver, en muchas ocasiones podía ser cruel e inhumano.
Por eso debía aprovechar al máximo cada privilegio que Young Woon les había dado. Los primeros años eran cruciales y el éxito obtenido desde el principio podía definir el resto de su carrera. No podía permitirse flaquear en el camino.
Un solo desliz y todo podía irse a la mierda.