Myeong-dong era la zona de mayor actividad comercial en Seúl y una de las calles más costosas para comprar lo que sea. La primera vez que visito este lugar, recordaba sentirse bastante abrumada como curiosa a la vez, nunca había visto tanta ostentosidad en toda su vida en Mokpo y era comprensible, considerando que su madre juntaba latas para poder comprar algo de pan.
Lo que no comprendía era porque un príncipe que se supone ha tenido todo en bandeja de plata desde el día que vino al mundo, parecía tan impresionado como ella la primera vez que camino por esas calles. Miraba todo con una expresión de auténtica curiosidad y sonreía de a ratos, daba la impresión de ser un niño pequeño que apenas salía a pasear por primera vez en su vida.
También la desconcertaba como no reaccionaba al odio que parecía lanzarle la gente. Hace apenas unos minutos, el dueño de un restaurante los había echado con la excusa de que no recibirían a un asesino ahí. ¿Por qué lo llamaban asesino a él? Digo, ella lo odiaba, pero lo hacía con fundamentos o al menos creía tenerlos. Odiarlo por algo que pasó cuando él ni siquiera pensaba nacer le parecía tonto, él no había ordenado todas esas atrocidades que pasaron en la guerra.
Suspiros de alivio salieron de todos los presentes cuando llegaron a un pequeño restaurante que por fortuna, no se negó a recibirlos. No tardaron en tomar asiento excepto los guardaespaldas de Ryuhito que se pusieron de pie en sitios estratégicos, silenciosamente. Debía decir que nunca se había sentido tan segura mientras cenaba.
Ninguno de ellos tardo en escoger, excepto el príncipe que parecía no reconocer casi ningún plato del menú.
— El japchae (1) es bueno y será fácil de comer para ti, deberías pedirlo— señalo Haneul con una sonrisa tímida, frunció el ceño. Vaya que le gustaba el idiota y eso no era bueno. Él asintió sonriéndole de vuelta y pidiendo exactamente lo que le sugirieron.
— ¿Qué comen en la casa imperial? — pregunto Sun Hee curiosa, a lo que él hizo una mueca pensativa.
— ¿Comida saludable? Vegetales, frutas, verduras… mucha ensalada, mucho pescado, poca carne roja, en fin, nada demasiado impresionante.
Todos los miraron confundidos, pero Sun Hee fue la única que continuo hablando — ¿Ni siquiera comidas tradicionales? — Pregunto anonadada, a lo que él asintió repetidas veces.
— ¡Oh claro que sí! Cada cumpleaños, mi abuela me dejaba comer Katsudon (2) mi comida preferida.
— ¿Por qué no te dejan comer más platillos? — pregunto ella misma, sin poder contener más su curiosidad. Cosa que hizo que todas las miradas se dirigieran impresionadas a su persona. Volvió a fruncir el ceño —. ¡Dejen de mirarme así! Tampoco es como si le hubiese preguntado la talla de su ropa interior— espeto con molestia.
— La salud del heredero por sobre todas las cosas — respondió él, sonriendo. Tuvo la impresión de que quería decir otra cosa, pero por suerte, se mantuvo en silencio.
— ¿Eres el único heredero? Tenía entendido que tenías un tío…— inquirió Ji Soo, Ryuhito asintió.
— Sí, tengo un tío. Pero ya es demasiado mayor y dudan que pueda gobernar, así que técnicamente, soy el único heredero.
— ¿No tienes más familia? — joder, que debía aprender a controlar su impulsos curiosos, gruño levemente cuando el muchacho le volvió a sonreír de esa forma que le parecía irritante.
— Si tengo, una hermana mayor, primas y tías… solo mujeres.
Ella volvió a asentir, con ganas de hacer más preguntas — Si tienes una hermana mayor ¿Por qué eres el único heredero?
— Vamos Young Mi, que esto más que una cena parece un interrogatorio— Se encogió en su sitio ante el regaño de su jefe, Ryuhito no tardo en negar.
— No hay problema, la curiosidad que tienen es normal y no me molesta. Soy el único heredero porque en la casa imperial por ley, no se les permite a las mujeres gobernar — ella hizo una mueca de disgusto. Pero no dijo nada más.
— Eso es una tontería — salto Sun Hee en su lugar, Ryuhito asintió.
— Efectivamente, lo es. Pero no se me permite dar mi opinión sobre ello, de hecho, no debería estar dándola ahora.
— Nosotras tampoco podemos dar nuestra opinión de muchas cosas —. Sonrió comprensiva Ji Soo, a lo que el muchacho la miro con curiosidad —, Si llegamos a dar alguna opinión publica parcializada, puede ofender a los fans, es mejor ser lo más neutro posible y evitar esos temas— Explico la castaña lentamente. Curiosamente, el muchacho pareció sorprenderse, tenía la impresión que veía a alguien que había vivido en una cueva mucho tiempo ¿acaso nunca había visto un idol? En Japón también había muchos, por lo que ella sabía.
La comida llego finalmente opacando la ronda de preguntas al príncipe en la mesa. De reojo, pudo visualizar varios comensales mirándolo con desprecio ¿pero ahora que había hecho? ¡Él solo estaba comiendo! Mastico la carne con enojo, molestándose todavía más al ver que el estúpido ni siquiera reaccionaba. Ya tenía otra cosa que agregarle a su lista para odiarlo.