Young Mi miraba distraída las calles de Seúl a través de las ventanas del auto, por las tardes siempre había un tráfico terrible. Gente ansiosa por volver a casa o para irse de fiesta lo más pronto posible luego de una agitada semana de trabajo. Ella de cierta manera, también se encontraba ansiosa por un buen día de descanso.
Había pasado una semana luego de la desastrosa fiesta y no había sabido nada del principito desde entonces. En circunstancias anteriores, se hubiese visto muy contenta, pero ahora mismo estaba supremamente enojada con él. ¿Por qué no había vuelto a hablarle? No seguía preocupada por sus heridas, pero le molestaba un montón que no le cumplieran las promesas. — ¿Young Mí, estas bien? — preguntó Sun Hee tras de ella y se dio la vuelta, para encontrarla sonriéndole de esa manera burlona que llevaba haciéndolo toda la semana desde que llego al dormitorio desde la casa azul.
— ¿Por qué no debería estarlo? — siseó con fastidio, escuchando un « uhhh » de sus compañeras, seguido de una carcajada de Sun Hee, que alzo las manos con una expresión divertida.
— Matarme no sería golpe de estado, pero por favor no lo hagas — rodó los ojos ante su patética imitación de Ryuhito y volvió la vista a la ventana. Por suerte, el auto ya se encontraba girando para entrar al pequeño barrio donde se encontraba ubicado el dormitorio.
Bajo de un salto de la camioneta, sorprendiéndose al ver a Young Woon hablando por teléfono en la entrada de su dormitorio y no en la cima de su torre de tres plantas. Al verla, le hizo una seña con la mano, indicándole que se acercara, eso hizo rápidamente. Su jefe le tendió el aparato que llevaba en sus manos — Son tus padres — se sobresaltó de inmediato ¡Sus padres! ¡Se había olvidado por completo de ellos! Tomo el teléfono entre sus manos llevándolo a su oído rápidamente.
— ¿H-hola? — fue lo único que logro decir, maldita sea, era una pésima hija y los sollozos al otro lado de la línea no hacían otra cosa que reforzar aquel desagradable pensamiento.
— ¿Hija, como lo has hecho? ¡Eres increíble! — estuvo a punto de disculparse ante el regaño de su padre cuando se dio cuenta de que no la estaba regañando… ¿Qué?
— ¿De qué hablas, papá? — preguntó sin fijarse si estaba siendo educada o no. Casi sentía la mirada reprobatoria de Young Woon en su nuca
— ¿Cómo de que hablo? Debes estar muy cansada hija, hablo de lo que hiciste por nosotros, por tu madre ¿de dónde rayos sacaste el dinero para cambiarnos de casa e internar a tu madre en la mejor clínica de Mokpo? — inquirió en un tono que dejaba clara su alegría, pero también el innegable desconcierto.
Ella se quedó en blanco, completamente estupefacta. Tardo unos minutos en procesar sus palabras. El principito… lo había hecho, se había encargado de sus padres. ¿Cómo demonios supo que vivían en Mokpo y más importante, en que casa? Había internado a su madre en la mejor clínica donde seguramente recibiría el tratamiento que necesitaba. Ellos habían hablado de dinero, solo de un simple préstamo. No de cambiar la vida de sus padres de la noche a la mañana.
No sabía si quería matarlo o abrazarlo.
— T-te lo explicare luego ¿sí? Tenemos una presentación en un rato y no tengo tiempo — se sentía mal por mentir, pero se sentía acorralada. Ryuhito debía tener sus razones para ocultar que él era el hombre increíble tras todo aquello y era obvio que se lo iba a preguntar. De hecho, tenía demasiadas preguntas que hacerle.
Por eso luego de una larga discusión con Young Woon, se dirigió a los dormitorios de la universidad donde le había indicado que vivían Ryuhito y Dae Hyun. Camino por los pasillos del lugar, sin prestarles atención a los hombres que la miraban como si estuviera loca por entrar a un dormitorio masculino. ¿Qué, acaso nunca habían visto una mujer en su vida?
Pudo identificar fácilmente la puerta de la habitación, pero no por el número que le había dado Young Woon, más bien la vista de cinco gorilas rondando fue la que le indico donde estaba el principito. Se acercó, sonriendo cuando reconoció al guardia de seguridad del otro día, que le dedico un amable gesto con la cabeza, cediéndole el paso para que pudiera tocar la puerta.
— ¿Young Mi? ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó Dae Hyun con clara sorpresa nada más al abrir, ella hizo una mueca, parecía angustiado.
— Vengo a hablar con Ryuhito, ¿está ahí? — Se sintió estúpida preguntando, era obvio que no estaba, esa habitación era tan pequeña que lo hubiera visto de inmediato. Sin embargo Dae Hyun no se percató de lo tonto de su cuestionamiento.
— No, no está. Pero si quieres puedes esperarlo dentro — Se apartó para permitirle el paso y ella se encogió de hombros, aceptando su invitación.
Al entrar a ese cuarto, todos sus prejuicios sobre el príncipe heredero de Japón se fueron al suelo. La habitación era mucho más pequeña de lo que parecía desde afuera. Las paredes eran de un color azul oscuro gastado, había dos camas individuales, una a cada lado de la pared, dos escritorios ubicados cuidadosamente al lado y un minúsculo armario al fondo. Apenas y se podía caminar por un pequeño espacio en el centro del cuarto, esto no era un palacio ni nada parecido, solo tenía una rendija de ventilación y un pequeño televisor encima de uno de los escritorios. ¿Cómo vivía ahí?