¿Al pasado? ¿Pero que quería decir con eso?
Demasiadas preguntas que formular y el principito no decía ni una sola palabra. En ese momento, se estaba limitando únicamente a guiarla por el pasillo para salir al estacionamiento. De hecho, estaba tan intrigada que ni siquiera le importo el hecho de que estaban caminando de la mano como si fueran una parejita feliz tampoco le importo que alguien podía tomarles una foto y publicarla, armando un escándalo.
Se adentró en el auto lujoso auto sin protestar, dedicándole una sonrisa incómoda al hombre al volante. Ryuhito no tardo en colocarse a su lado —. No olvides lo más importante — murmuró luego de abrocharse el cinturón de seguridad, Young Mi asintió colocándose el propio. Parecía ser algo maniático en lo que se refería a la seguridad en los autos, considerando como murieron sus padres, era algo completamente entendible.
— ¿A dónde vamos? Y no me digas que al pasado porque no te creo que tengas una máquina del tiempo por más importante que seas — inquirió en cuanto el auto arrancó del estacionamiento, Ryuhito sonrió divertido.
— Hay muchas formas de viajar al pasado, Young Mi, no necesariamente hay que tener una maquina futurista para hacerlo — frunció el ceño ¿A dónde demonios quería llegar con tantas metáforas?
— ¿Iremos a la biblioteca o algo así?
Ryuhito negó, riendo. Tuvo ganas de sacarle una foto cuando los hoyuelos se formaron en sus mejillas —. Iremos a la embajada de Japón, ahí está guardada toda la información que debo mostrarte — ladeó la cabeza con confusión ¿la embajada de Japón?
— ¿Qué tiene que ver Japón con mi familia? — era incapaz de encontrar relación, su familia tanto de padre como de madre siempre vivió en Corea.
— Tienen mucho que ver, créeme — Al ver que su expresión divertida cambio a una lúgubre casi de inmediato y supo rápidamente, por desgracia, que no se trataba de nada bueno. No quiso hacer más preguntas hasta que llegaron a la embajada, donde las rejas de seguridad se abrieron de inmediato para recibir el coche imperial. Tuvo ganas de reírse, si le hubieran dicho hace años que estaría en el mismo lugar que un príncipe heredero jamás se lo hubiera creído, de hecho, los hubiese insultado por burlarse de ella.
Bajaron del auto y de inmediato fueron recibidos por un empleado de la embajada al que Ryuhito dijo un par de cosas en japonés, que asintió antes de dirigirse de nuevo al interior rápidamente. Su acompañante hizo lo propio, tomándola de la mano para seguir al hombre. Ya adentro, las personas apenas se fijaban en ellos y si lo hacían solo ofrecían una inclinación al príncipe antes de continuar en lo suyo. En otras circunstancias se hubiese sentido profundamente ofendida por aquello, pero lo cierto es que en ese momento agradecía que fingieran que no estaba ahí ya que estaba tan nerviosa que se veía incapaz de responder cualquier cortesía, por más falsa que fuera.
Se encontraron con el mismo empleado rápidamente, que les abrió una de las tantas puertas, dejando ver una especie de pequeña biblioteca. Ryuhito apretó su mano levemente antes de soltarla para luego darle un pequeño empujoncito para hacerla entrar a la instancia. Él se quedó en la puerta, hablando algo más con el empleado. Se maldijo a si misma por no saber nada de japonés, quería saber de qué hablaban. Finalmente cerró la puerta y se dirigió a ella, con una sonrisa torcida en su rostro. Se notaba a leguas lo nervioso que estaba.
— Cuando di aviso que quería utilizar el dinero que me es asignado todos los meses para ayudar a tu familia, la embajada hizo una investigación exhaustiva para asegurarse de que no estuvieran metidos en nada raro — quiso quejarse, pero si lo pensaba con calma, era bastante lógico que lo hicieran, estaban hablando del príncipe heredero, la prioridad era su bienestar —. Efectivamente, tu familia estaba completamente limpia, pero los agentes encontraron otra cosa, algo preocupante… para mí — musitó señalando la mesa, donde había algunas carpetas esparcidas. Se acercó a ella, moviendo la silla y ofreciéndole sentarse con exagerada e innecesaria caballerosidad.
Cuando se sentó frente a ella, continúo hablando. —. Tu bisabuelo paterno, Lee Kwan, era un hombre acaudalado, vivía en Seúl, poseía diferentes fábricas por toda Corea, que iban desde la industria textil e incluso la creación de bebidas alcohólicas, aunque aquello no fuera su mayor atributo. Él era un gran nacionalista, Young Mi… tan grande que decidió revelarse contra el imperio japonés sin importarle poner en riesgo a su familia — abrió los ojos de la impresión cuando Ryuhito saco una foto de una de las carpetas, una foto en blanco y negro, donde retrataba una persona en frente de un simple árbol de cerezo. Efectivamente, reconoció al hombre de inmediato ya que había una copia de esa misma foto en su casa, guardada bajo llave en uno de los cajones de su padre, el cual tenía prohibido tocar sin su permiso.
— Kwan fue líder de varias revueltas contra el imperio y como imaginaras… mi bisabuelo no toleraba que nadie se pusiera en su contra, así que mando a sus hombres a tomar cartas en el asunto — Su voz tembló en cuanto saco otro papel de la carpeta, esta vez, entregándole lo que parecía ser un informe médico. Trato de leerlo, pero estaba completamente escrito en japonés —. Eso es el informe que hicieron en el cuartel del escuadrón 731 (-)… donde experimentaron con tu bisabuelo durante dos años, les pareció extraño a los agentes encontrar el informe. La mayoría fueron destruidos en su momento — No pudo contener un grito de horror ante aquella revelación, conocía perfectamente lo que se hizo en ese lugar, ya que sus maestros se encargaron de recalcarlo con macabra determinación.