El Carpintero

Falsa Celebración

Sin nada mejor que hacer con su tiempo libre, Bianca recorrió la mansión de arriba abajo varias veces y contó diez puertas marcadas. Supuso que eran las alcobas de los hermanos Lonieski, pero dos cuartos no encajaban. Uno podía ser el de sus padres, y el otro era sin duda una curiosidad. Pensó que allí escondían alguna otra muñeca y con esa idea en mente, recordó la primera que vio y la conversación entre Rebeca y Graciel, acerca de la que se encontraba en la habitación de Rayden. Sabía que no podía hablar al respecto, así que dejó el asunto de lado.

La vida la llevaba como en un bote, arrastrado por una marea rutinaria, hasta una tarde en la que, ayudando a Graciel, visitó la biblioteca. Le costó trabajo cerrar la boca al entrar en la bella habitación circular, de tres pisos, conectados por una escalera en espiral. En la planta baja había un hermoso escritorio de ébano y detrás de él, enormes ventanas dejaban contemplar el patio. Los pisos superiores parecían flotar sobre el escritorio y los llenaban estanterías repletas de libros. Un puente cruzaba desde la escalera a cada piso y únicamente la planta baja tenía ventanas.

Notó que cada nivel en la biblioteca se conectaba a uno de la mansión y La recorrió de arriba abajo ayudando a Graciel con los libros que encontraron desperdigados. Preguntó si podía quedarse un rato más, con lo que él estuvo de acuerdo, siempre que llegara a tiempo a cenar. Estaba tan emocionada ojeando los libros que se olvidó de la hora hasta que escuchó un carruaje alejarse y como sabía que Rebeca la regañaría si llegaba tarde, corrió sin fijarse en el camino y su corazón se aceleró al darse de bruces contra la espalda de Rayden.

—¿Qué estás haciendo? —su tono no denotaba emoción alguna.

—Iba a la cocina, monsieur Lonieski —tartamudeó—. Lo lamento.

—Debes mirar por donde caminas, no hacia el suelo. Acabarás haciéndote daño.

—Lo lamento.

—No te disculpes más de una vez, te hace lucir tonta —aconsejó paciente—. Bastará con que tengas más cuidado.

—Sí, joven —habló con rapidez, avergonzada por su falta de respeto.

—Esa es una mejor respuesta —dijo satisfecho.

Bianca recuperó el aliento cuando él se fue, pero no comprendía lo que le ocurría. Por alguna razón la invadía el terror estando cerca de él. Lo sintió desde el momento en que cruzaron miradas el primer día. Pensándolo con detenimiento, se percató de que no se trataba de la casa o el despacho, ni siquiera las historias, era él quien le causaba aquel inmenso temor. Sin embargo, no existía un motivo y meditar en ello, solo la ponía más nerviosa.

Alegre con la biblioteca, nada más le interesó hasta que escuchó una conversación entre dos criadas curiosas, que encontraron en el salón de fiestas, un hermoso teatro al presionar uno de los paneles de la pared. Comentaban que los actores eran de madera y que hacían una pequeña representación a la que solo le faltaba acompañamiento musical. Bianca sabía que el salón de fiestas no era un lugar prohibido y supuso que podría descubrir algo interesante, pero como ya era tarde y no podía faltar a la cena, esperó a que todas las luces estuvieran apagadas para escabullirse.

Bajo la tenue iluminación de la luna que se colaba por las ventanas, la mansión era aterradora. Bianca sentía que los pasillos se apretaban sobre ella y que las esculturas de madera que decoraban los muebles, giraban las cabezas para observarla. Caminó deprisa y entró al salón, una habitación rectangular con piso pulido de madera blanca, que reflejaba la luz de cuatro candiles. La pared, frente a ella, estaba cubierta de ventanales con una puerta de cristal apenas visible en el centro, que daba a unas finas escaleras para llegar al patio.

Un vistazo y encontró el panel con la muesca vacía en la pared a su derecha, no verlo era imposible. Lo empujó con fuerza y abriéndose desde el centro de la pared, los paneles empezaron a correrse, colocándose uno sobre otro hasta revelar el polvoriento y descuidado teatro. El telón desgarrado se levantó orgulloso y los actores de madera, cuidadosamente articulados, comenzaron con su representación. Cinco damas y cuatro caballeros, se formaron en parejas, y entre ellos, caminaba una elegante muñeca de cabellos dorados, que se quedó sin acompañante.

Con un par de ágiles giros se detuvo al frente y extendió su mano a modo de invitación. Bianca imaginó que, en medio de alguna celebración, alguien aceptaba la propuesta y danzaba sobre el escenario con ella. Suspiró decepcionada, ninguno de los muñecos era como el extraño personaje del callejón, pero tal como él mencionó, casi parecían humanos, aunque no hablaban. Creyó escuchar un sollozo y vio una lágrima correr por la mejilla de la bailarina. Incrédula, extendió la mano y al rozar la madera, contempló el salón lleno de invitados que festejaban.

Se observó a sí misma caminando entre ellos y reconoció a un joven que se le acercaba como Rayden, quien, con una ligera sonrisa, la invitaba a bailar. Se sentía confundida y cuando intentó acercarse, descubrió que su cuerpo no respondía, su voz no se escuchaba, no podía hacer nada, salvo permanecer con la mano extendida a modo de invitación. Estaba atrapada en un cuerpo de madera y alguien más ocupaba el suyo para bailar. Mientras Bianca luchaba inútilmente; la impostora, aferrada al cuello de Rayden, conversaba con él.

—Ahora podremos estar juntos. —dijo con una sonrisa radiante.

—Te liberaste, ¿no es así? —La desidia en su tono contrastaba con la emoción de ella—. Después de tanto tiempo, conseguiste escapar.



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 28.09.2024

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