El Carpintero

Muñecas Estropeadas

Después de sentir que tomaba las decisiones de su vida, la incomodidad se desvanecía, sin embargo, la tranquilidad no ayudaba a sus horarios, pues acabó despertando con el tiempo contado durante varios días. A pesar de que disfrutaba la calma, al mirar su brazalete, lo sucedido con la cabeza de madera regresaba a su mente. No quería saber nada más, pero continuar con las mismas dudas le volvía imposible distraerse del tema. Estaba frustrada, sentía como si hubiese abandonado un libro a la mitad. 

La idea de acercarse al despacho y preguntar, le parecía atractiva, pero al imaginar encontrarse con Rayden se acobardaba y no comprendía por qué sentía tanto miedo de él, si en realidad no lucía como alguien peligroso, más bien parecía cansado y melancólico. Absorta en sus pensamientos, perdió la noción del tiempo y acabó dando un salto al sentir una mano sobre su hombro. Graciel retrocedió sorprendido y después de escucharla disculparse, le señaló la cena, que ella comió sin dejar de pensar, hasta que Rebeca la hizo consciente de que el plato estaba vacío. 

Ayudó a limpiar intentando silenciar sus pensamientos, se dejó caer en la cama y antes de darse cuenta se durmió. Despertó con la voz de Rebeca diciendo su nombre. Estaba segura de que la había llamado, pero como faltaba para el amanecer creyó que soñaba. Se recostó, y estaba por dormirse cuando un sonido fuerte la hizo dar un salto. Puso atención para asegurarse de no imaginarlo, y el silencio reinó un instante, antes de que se escuchara un grito de auxilio en la voz de Rebeca. 

Salió de la cama a toda prisa. Corrió al tercer piso y asustada, se detuvo frente a una habitación oscura, pero tras escuchar un quejido ahogado, entró sin titubeos, tropezando con una mesa. Llamó a Rebeca, y en lugar de una respuesta, un sonido seco y entrecortado le causó un escalofrío. Segura de que se acercaba, retrocedió arrastrándose a la puerta y una mano incompleta la sujetó del tobillo. Sacudiendo su pierna con fuerza logró liberarse, pero una segunda la sostuvo de la muñeca y divisó un cuerpo que con movimientos torpes y discontinuos se acercaba a ella. 

Cuando su vista se adaptó lo suficiente, reveló que se trataba de una muñeca de madera, tan grande como una persona. Su voz se transformó en un quejido apenas audible para ella misma y su corazón se llenó de terror al descubrir que no se trataba de una sola. Desde las sombras, otras se arrastraban con crujidos incesantes y secos que llenaban el aire, ahogando su voz. Una segunda mano cubierta de grietas y carente de dedos sujetó su otra muñeca y alcanzó a escuchar un susurro a su espalda. 

El grito que había ahogado, escapó con todas sus fuerzas. Aterrada logró levantarse e intentó huir, pero sus perseguidores la tomaron del cabello, arrastrándola a las sombras. Desesperada, luchaba y gritaba tratando de liberarse, cuando vio una silueta en la puerta. Estaba segura de que eran las muñecas y que no la dejarían escapar, sin embargo, logró distinguir a Rayden, quien trató de rescatarla tirando de sus piernas, antes de adentrarse para patear la madera hasta que pudo ayudarla a levantarse y empujarla hacia la puerta. 

Jadeante salió al pasillo y vio cómo una de las muñecas sujetó el tobillo de Rayden haciéndolo caer. Aunque se levantó de inmediato, al retroceder acabó resbalando y golpeándose la cabeza en el marco de la puerta. Ella lo haló hasta quedar acorralada, con él entre sus brazos, mientras las muñecas se arrastraban por el pasillo intentando sujetarlo. La cavernosa voz, que en un comienzo era un susurro, exigía a gritos que lo entregara, pero aferrándose a él, Bianca llamó a Graciel suplicando que pudiera escucharla. 

Las muñecas carcomidas y desfiguradas se volvieron más claras en el pasillo iluminado, mientras se estiraban para tomar las piernas de Rayden, pero un golpe de hacha destrozó cuatro brazos de una vez. Bianca respiró aliviada al ver al mayordomo despedazando y haciendo retroceder a las criaturas a las sombras, hasta lograr cerrar la puerta y asegurarla con el mango del hacha. La miró con el rostro cargado de miedo y sus ojos se fijaron de inmediato en Rayden.

—¿Qué sucedió? —interrogó confundido, y en vano esperó una respuesta—. Bianca, dime algo —suplicó sujetándola por los hombros para hacerla reaccionar.

—No lo sé —tartamudeó llorosa.

—Está bien, no te preocupes.

Se sintió aliviado al examinarla y asegurarse de que no estuviese herida. Rayden, sin embargo, estaba arañado, tenía la ropa hecha jirones, una contusión en la frente y un profundo corte le cruzaba el ojo derecho.

—Pues está vivo —comentó con un deje de alivio—, pero no se alegrará con el dolor de cabeza cuando despierte.

—¿Estará bien? —interrogó preocupada.

—Sí, no tengo duda de ello.

—Qué alivio.

Graciel la sostuvo antes de que se desmayara, la recostó con cuidado y llevó a Rayden a la habitación. Volvió para bajarla a la cocina y Rebeca le indicó donde recostarla antes de llamar a toda prisa al médico, en lo que él subía a ver a Rayden. Después de confirmar que Bianca estaba fuera de peligro, el médico subió para encargarse de su otro paciente, mientras que, en la cocina, Graciel trataba de que Rebeca se tranquilizara y dejara de caminar en círculos. Aunque quería responder sus preguntas, solo pudo contarle lo que observó.

—Graciel, ¿acaso se te contagió la locura de Bianca? 

—Claro que no —respondió con rapidez desde el lugar en el que se encontraba sentado—. Ella nunca ha estado loca, sin embargo, es algo muy difícil de explicar.



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 19.11.2024

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