Se sintió como en una pesadilla al descubrirse en la mansión, y se levantó a toda prisa, suplicando poder escapar. Un profundo y pesado silencio llenaba el aire y el corazón se le paralizó al encontrar el cuarto de Rebeca vacío. Corrió buscando a Graciel, pero no estaba; ni aun una de las criadas se encontraba en los pasillos y las lágrimas se le agolpaban en la garganta mientras el miedo se apoderaba de ella. Necesitaba escapar de aquel sueño y al acercarse a la puerta que daba al patio, pudo ver una nota escrita con letra de Rebeca.
¿Qué sucedía? El papel decía que tenían el día libre, pero la última vez que la vio no podía levantarse de la cama, eso no tenía el menor sentido. Una aterradora idea cruzó su mente y no habiendo más alternativas, angustiada, corrió irrumpiendo en el despacho donde estaba Rayden. No sabía si debía sentirse aliviada o aterrada, pero no tenía tiempo de pensar en ello.
—¿Dónde está Rebeca? —interrogó jadeante.
—No lo sé —respondió sobresaltado—. ¿Por qué me preguntas eso?
—El señor Graciel… —Hizo una pausa pensando con cuidado sus palabras—. Ustedes tienen que saber y no puedo encontrarlo.
—Estás muy pálida —advirtió preocupado—. Acabas de despertar, ¿no es así? Necesitas calmarte.
—Él se la llevó y ahora no sé dónde está.
—Espera, no te has dado cuenta del paso del tiempo. —Rayden se levantó y rodeó la mesa—. ¿Recuerdas lo que pasó?
—¿Usted sabe dónde está?
—Sí, si lo sé, pero tú no puedes… —el rostro de Bianca palideció aún más y su cuerpo se tambaleó—. Necesitas calmarte, no me has comprendido —dijo antes de que se desmayara—. No puede ser. ¿Por qué eres tan impulsiva?
Rayden resopló cansado al recordar que desde temprano sospechó que eso sucedería, y se reprochó por no advertirle a Graciel. La levantó con cuidado, la colocó en uno de los muebles del salón y después de cerrar las ventanas regresó a su escritorio.
Bianca despertó confundida y recordando lo sucedido, abrió de un empujón la puerta del despacho, pero Rayden se había ido. Retrocedió asustada y estaba por echarse a llorar cuando vio una nota en la puerta. “La comida está en la mesa, no debes andar corriendo con el estómago vacío. Estoy en el piso de arriba”. Reconoció la firma de Rayden y aunque lo que quería eran respuestas, la verdad, él tenía razón. Se sentó cabizbaja y comió pensando en lo silenciosa que era la casa cuando estaba vacía. Desanimada volvió a la habitación de Rebeca, se dejó caer en la cama y se durmió de tanto llorar.
Creyó que soñaba al escucharla decir su nombre y tras abrir los ojos no logró disimular su sorpresa.
—¿Estás aquí? —tartamudeó llorosa.
—Qué alegría que despertaras —dijo sujetándola de las mejillas—. ¿Te sientes bien? La dueña de la posada te contó que Graciel fue a buscarme, pero cuando fuimos por ti, habías huido.
—Porque te fuiste —explicó sentándose a toda prisa—. Estabas enferma y luego no te encontré. Vine a buscarte y me perdí en el bosque y cuando desperté estaba aquí, pero tú no…
—¿No leíste la nota que te dejé? —interrogó en tono maternal—. En tu velador. Graciel y yo fuimos a buscar criadas nuevas, porque con lo de mi enfermedad, algunas renunciaron. Dejé esa nota, por si despertabas.
—El joven dijo que yo no podía ir donde estabas.
—No habría tenido sentido que hicieras eso, si nosotros íbamos a volver.
—¿Cómo llegué aquí?
—Graciel y el joven te buscaron en el bosque y te trajeron. Pasaste tres días perdida. Casi me muero del susto.
—¿De verdad? —interrogó confundida—. No recuerdo que fuese tanto tiempo…
—Estaba tan feliz cuando te vi —dijo con alivio—. Ese bosque es muy peligroso. No debiste hacer eso.
—Lo lamento, me preocupé…
—Lo sé, pero ya todo está bien. Dime, ¿tienes hambre? Ya es hora de cenar. —Bianca la abrazó con fuerza y Rebeca le acarició el cabello con cariño—. Lamento haberte asustado, mi niña. Ahora cámbiate ese piyama y vamos para que comas algo.
—Estoy feliz de que estés bien.
—También yo, porque debo arreglar este desastre que se creó por nuestra ausencia —comentó divertida—. Tenemos que volver a trabajar, pero por ahora solo vamos a cenar.
—Subiré enseguida.
—Date prisa, Graciel quiere saludarte.
Entre risas, Rebeca y el mayordomo le contaron que Rayden se llevó un buen susto cuando ella irrumpió en el despacho. Afortunadamente, no se molestó por eso, pero comentó que ella debía descansar un poco más. Esa noche, Bianca durmió profundamente y en la mañana se encargó de sus nuevas obligaciones. Aunque no le gustaba estar de vuelta, lo compensaba ver a Rebeca feliz y en pocos días regresó la rutina.
Deambulando por la casa, su curiosidad despertó al cruzar frente a la biblioteca y ver el oscuro escritorio. ¿Por qué de pronto la invadía la incómoda sensación de que escondía algo? ¿Acaso podía hablar como las marionetas? Aunque recorrió con su mano la fría superficie vacía, nada en él parecía especial. Se encontraba absorta mirando por las ventanas cuando Rayden la hizo darse vuelta de un salto.
Editado: 19.11.2024