El Carpintero

Soldados de Madera

Cuando la línea entre estar dormido y despierto es muy delgada, los sueños pueden ser vividos y despertarte sin aliento. A Bianca le hicieron falta unos minutos para recuperar la calma y convencerse de que el cuerpo no le dolía, ¿acaso era posible sentir un sueño? Desayunó y terminó sus labores, pero en lugar de ir a la cocina, vio a Graciel entrar al despacho e irrumpió haciéndolo dar un salto. El hombre la miró cerrar la puerta, se sentó en uno de los muebles y Bianca tomó un respiro organizando sus ideas.

—La gente de Berier lo quiere aquí, porque piensan que es su obligación —comentó sorprendiendo a Graciel—. Lo forzaron a quedarse.

—No sé cómo lo descubriste. Por eso te conté que es mejor que esté aquí. 

—Esta casa no es segura para nadie —reprochó—. Aunque no discuto que ellos querían lastimarlo. 

—¿Cómo es que has descubierto estas cosas? —interrogó angustiado—. No pudiste descubrirlo en una noche.

—Lo soñé. Sé que usted lo salvó de la casa, pero no logró evitar que lo trajeran de regreso.

—¿Qué más sabes? —preguntó sorprendido—. ¿Qué más has soñado?

Bianca se sentó y contó todo, mientras Graciel caminaba en círculos por el despacho, rascándose la cabeza. Cuando ella guardó silencio, él se detuvo de forma repentina y se volvió a mirarla.

—La cabeza de madera —pensó con rapidez—. Te dijo que la sangre del carpintero tenía la historia. 

—Sí, es verdad…

—La limpiaste de la biblioteca, ¿no es así? —interrumpió esperanzado.

—Sí, aunque eso fue después de volver del bosque. Lo que vi allí no fue por eso —dijo con desgano—. Además, lo de las muñecas del tercer piso fue antes y también lo del sótano. ¿Cómo se explica?

—Aún faltan más cosas. Hay recuerdos que no has soñado —masculló, preocupado—. Pero hay algo que no tiene sentido…

—Como encajo yo en todo esto —reprochó—. ¿Por qué el bosque me mostró a Raudel?

—No pronuncies ese nombre en voz alta —advirtió mirando a su alrededor—. Es el del señor de las marionetas.

—Pensé que era un cuento para que los niños se comportaran. 

—Todas esas historias tienen algo de verdad —aseguró nervioso—. Cuando llegué a este pueblo, él ya no vivía. Sin embargo, si mencionas ese nombre en esta casa, las paredes se sacuden, como si quisieran responder. 

—¿Cuál es la historia para asustar a los niños? 

—Cuando mi padre vino a esta ciudad, yo era un chiquillo —respondió con pesar—. Solo éramos él y yo. Una familia de posición en Berier lo contrató. Yo tenía la costumbre de escaparme en las tardes y recorrer la ciudad. Me gustaba la calle del teatro y allí escuché la historia. 

—¿En el espectáculo? 

—No, de un vagabundo —explicó con rapidez—. Dijo que cuando un niño vagaba por las calles de Berier, un hombre de ojos negros se lo llevaba y que intercambiaba su cuerpo con el de una marioneta, para tener una familia de carne. No le creí en un primer momento, pero como una coincidencia afortunada, los hilos de una de las marionetas del teatro se rompieron y cayó en la calle, con los ojos clavados en mí. El susto fue tal, que no volví a salir sin mi padre, hasta que él casi no podía caminar. 

—Eso es muy similar a lo que el bosque me mostró —comentó Bianca con rapidez—. Lo que Nathalia y Raudel hacían, aunque no era con niños.

—Yo no sabía de eso —indicó preocupado—. Sin embargo, ellos solo tuvieron un hijo y eso lo descubres revisando los registros. 

—Raighné empezó siendo de madera. No estoy segura de que sucedió después. No sé qué era ese polvo dorado. ¿Acaso no era el padre del joven?

—Pues, ese es el nombre —reconoció Graciel pensativo—, pero no sé si sean la misma persona. Los retratos familiares se guardaron en una habitación sellada. No sé cómo lucía su padre.

—Raudel y Raighné, eran de ojos negros, sin embargo, el joven los tiene…

—Verdes —interrumpió enseguida—. Como su madre, Isabel.

Bianca recordó a la dama con la que Raighné regresó. Sin embargo, los ojos de Rayden no eran simplemente verdes o al menos, ella no los veía así. Su primer cruce de miradas le causó un escalofrío por el color tan intrigante de sus ojos, con trazas de un verde esmeralda intenso, acompañadas de unas delgadas estrías azuladas. No estaba segura de poder compararlos con algo que hubiese visto en su vida.

—¿Cómo sabe que ella tenía los ojos verdes? —interrogó desconcertada.

—Por esto —dijo sacando un pequeño retrato de la gaveta del escritorio—. Ella es su madre. Esa es la única imagen que Rayden conservó

El retrato estaba pintado con mucho cuidado y los colores aún mantenían su brillo. Bianca reconoció a la dama del bosque y se llenó de sorpresa al descubrir que Rehys y Rayden eran gemelos, de apenas un par de años en esa imagen, era imposible saber cuál era cada uno. Ambos sonreían y eran muy similares a su madre. 

—Es ella —dijo con rapidez—. Es la esposa de Raighné.

—Entonces él es su padre —concluyó Graciel pensativo—. ¿Era de madera?



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 28.09.2024

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