El Carpintero

Preguntas sin respuestas

Aterrada por la pesadilla, Bianca despertó con una fuerte migraña y el corazón agitado. Reconoció la cabeza de madera y le aterró que se tratara del mayordomo de Raudel, pero si en realidad sabía tanto, ¿por qué no le contó nada más? Creyó reconocer la voz de la mujer y también le asustó escucharla, ya que no tenía sentido que continuara en la casa. Se levantó mareada y se detuvo a respirar, para prepararse. Desayunó lentamente y escuchó a Graciel y Rebeca anunciar que saldrían por un par de horas. 

Aun trabajando despacio, logró terminar antes de que volvieran, pero el dolor de cabeza persistía y se ocultó en el salón de baile. Se sentó contra la pared y resopló al escuchar pasos afuera. Recordando que las cortinas estaban abiertas y que si alguien caminaba en el patio la vería, se levantó y el dolor la obligó a recostarse de la pared. Trató de abrir los ojos, pero la luz le molestaba. Escuchó la puerta principal y antes de poder dar un paso, se desplomó entre los brazos de alguien que intentó sostenerla, pero que solo consiguió frenar su caída y acabar contra la pared. 

Reconoció a Rayden al escucharlo pronunciar su nombre y el agitado palpitar de su corazón le pareció intrigante, pues siempre lucía impasible.

—Bianca, ¿te encuentras bien? —interrogó nervioso—. ¿Qué te sucede? Dime algo. Quéjate al menos. 

Se sentó en el suelo, dejó las muletas aun lado, la recostó en su regazo y respiró profundo. Aturdida, lo escuchaba susurrar algo que no comprendía, pero sabía que estaba ansioso, pues repetía lo mismo una y otra vez. Se preguntó si se trataría de alguna canción corta o quizás un poema que usaba para tranquilizarse. Arrullada por su voz, durmió hasta que Graciel la levantó, y permaneció con los ojos cerrados, escuchándolos conversar. 

—¿Estás bien? —interrogó preocupado—. ¿Te lastimaste el tobillo?

—No, no te angusties. Llévala con Rebeca, de seguro ella sabrá qué hacer.

—¿De verdad estás bien? —insistió desconfiado—. Te noto…

—No es importante —interrumpió Rayden levantándose con rapidez—. Voy a subir a descansar. 

—Si necesitas algo…

—Lo sabrás de inmediato, lo prometo. 

El médico le dio a Bianca una medicina y les aconsejó dejarla dormir en un cuarto oscuro. Cuando todo quedó en silencio, ella no tardó en dormirse y ningún sueño perturbó su descanso, lo que le permitió despertar como nueva. Intrigada por el dolor de cabeza, Rebeca decidió cambiar sus tareas, pues pensó que tal vez tenía demasiadas, y tras el desayuno, Bianca terminó sus nuevas labores con rapidez. Corrió a la biblioteca para tratar de encontrar el registro familiar, pero fue inútil. 

Se le ocurrió una idea y rápidamente bajó al despacho, pero antes de acercarse, se ocultó al escuchar el seguro de la puerta. Rayden salió con un libro en la boca y Bianca tomó un largo respiro pensando que, aunque Graciel estaba en la casa, quizás él estaba cansado de molestarlo. Se lo quitó amablemente y se alejó diciendo que lo dejaría en la mesa. Mientras regresaba, observó pensativa el retrato sobre la puerta que para ella era perfectamente claro, aunque ese también lo era para él. Interceptó a Rayden en el pasillo, le recordó que tuviera cuidado y volvió abajo. 

Entró al despacho a toda prisa y miró el retrato de Raudel. Ese cuadro no estaba entre los que observó en el sueño y resultaba sospechoso que continuara en ese lugar, pues la única explicación, era que Rayden realmente no pudiera distinguirlo. Recordó la imagen en el escritorio y se preguntó si Isabel también estaría velada, pero tampoco pudo ver algún retrato de ella en esas memorias, y subir a preguntarle no parecía una buena idea. Regresó a lo suyo y lanzó un resoplido al acabar de revisar las estanterías. ¿Dónde pudieron esconder un libro tan grande? 

Estaba estancada. No podía bajar al sótano, la muñeca del salón de fiestas se quemó, no entraría ni loca a la habitación del tercer piso y aunque sabía de la marioneta en el balcón, acercarse no era prudente. Regresó a la biblioteca, subió al descanso y se tumbó en el diván, cerrando los ojos, con la intención de dormir para descubrir el resto del sueño. Se acercaba la cena cuando Graciel la despertó y resopló cansada, pues su idea no resultó. ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Realmente debía solo dejar que la historia siguiera jugando con ella?

Bajó disgustada y cenó mirando a las criadas que se preparaban para irse, mientras Graciel las despedía, pagándoles el trabajo del día. Quizá lo hacía para evitar inconvenientes si decidían no volver. Se preguntaba porque no podía una de ellas estar en su lugar, confundida, molesta y descubriendo cosas que no le interesaban. Una frase de la conversación entre Rayden y la cabeza de madera llegó a su mente, seguida por las palabras de la enloquecida mujer en la posada y se detuvo a pensar en eso que antes procuraba ignorar. 

La idea de ser una bruja le parecía grotesca. Suponía que los sueños eran culpa de la sangre en la biblioteca, pero no explicaba cómo desapareció el cristal del Berier de madera. Sacudió la cabeza y concluyó que debía ser una coincidencia. Quizás la magia de Nathalia se desvaneció y la cabeza de madera no lo supo, eso podía pasar, pues, ¿qué tanto podía durar un hechizo como ese? Además, si ella en realidad era capaz de hacer magia, no habría pasado la vida trabajando como criada. La idea era simplemente ridícula. 

Aún meditaba cuando Rebeca dijo que debían limpiar y se levantó riendo para sus adentros, pensando que justo eso, era algo que, de haber sido una bruja, habría hecho con un chasquido de dedos y sin levantarse siquiera. Al acabar de organizar, se dio un baño rápido y se metió a la cama. Si no podía controlar la historia, al menos debía terminarla. Resignada, tomó el libro que aún no acababa y leyó hasta dormirse, quedando sumida en un nuevo sueño.



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 28.09.2024

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