El Carpintero

Bailarina de Juguete

Luchando contra las sábanas, acabó por caerse de la cama y Rebeca, asustada, la ayudó a liberarse del enredo. Consiguió que se tranquilizara repitiéndole que solo era una pesadilla, y le dijo que podía descansar un rato más, pero Bianca se negó preguntándose, ¿cómo se suponía que iba a dormirse de nuevo? Se dio un largo baño para calmarse, subió a la cocina y después del desayuno, esperó en las escaleras a Graciel. Sentada en los primeros peldaños, trataba de no llorar y se distrajo entre sus pensamientos hasta que le colocaron la mano en el hombro. 

—¿Estás bien? —interrogó Graciel preocupado.

—La verdad, no 

—¿Necesitas un médico?

—Por favor, dígame que no soy una bruja. 

Graciel cuidó que no hubiese más criadas cerca, la llevó a una de las habitaciones del primer piso y Bianca exclamó admirada. El suelo estaba cubierto por una suave alfombra verde, los muebles blancos contrastaban con las paredes de un hermoso celeste y del techo colgaban almohadones que simulaban nubes. Un columpio cerca de las ventanas del fondo, permanecía inmóvil. Todos los objetos parecían parte de la decoración, los animales de madera desperdigados, muñecas en las repisas, pájaros colgando del techo, coloridas manchas de manos en las paredes y un estante para libros rodeado de almohadones. 

Luego de cerrar, Graciel la convenció de sentarse en un diván y contarle qué sucedía. Él permaneció a su lado mientras Bianca lloraba, esperando que se calmara y cuando logró tomar un respiro, le contó todo en medio de un ataque de frustración.

—¿Por qué no decirme que soy una bruja? —interrogó secándose las lágrimas—. Soy una especie de…

—Silencio, antes de que sueltes una tontería —reprochó Graciel con rapidez—. Él consideró que era mejor que no lo supieras, para mantenerte a salvo, de… preferiría no pronunciar ese nombre.

—¿Por qué cuidar a alguien que teme? Alguien que podría hacerle daño. Incluso usted sabe que eso no tiene sentido

—Él ya no te considera una amenaza. Quizá debas esperar un poco más para descubrirlo. Te aseguro que no quiere hacerte daño.

—Sí, pero no tiene sentido —se quejó sujetándose los cabellos—. Yo podría lastimarlo sin saberlo. Y si de verdad soy una bruja, significa que todo lo malo que ha pasado es mi culpa y que mi presencia aquí lo ha complicado.

—No seas tan negativa —exclamó dándole una palmada en la espalda—. Rayden no piensa lo mismo. Para empezar, le preocupa que algo malo te suceda, por eso ha tratado de mantenerse lejos de ti. Aunque parece que todo confabula en nuestra contra.

—Quizás eso también sea mi culpa.

—Claro que no —se burló enseguida—. ¿Acaso no te has dado cuenta de que su vida es un desastre? Aún no hay algo que le salga bien. No tienes nada de que preocuparte, nadie va a lastimarte.

—Pero yo no quiero ser una bruja.

—Pues a veces hay que resignarse. Yo no creí que acabaría convertido en un hombre de madera. No podré tener hijos, ni esposa, y definitivamente mi padre no está orgulloso de esto. Supongo que me habría quemado.

—Podría casarse con Rebeca —dijo con una sonrisa llorosa.

—Es una interesante sugerencia. Aunque tengo la sospecha de que no soy su tipo. 

—¿Debería contarle a él lo que descubrí? —Su mirada se fijó en el piso con preocupación—. Ya no estoy segura de que hacer.

—Él aún no se da cuenta de lo que has descubierto. Debes pensar bien que vas a mencionarle.

—¿Cómo es que no lo ha notado? 

—Para empezar, no puede leer tu mente. Además, solo te percibe cuando estás en peligro. Por eso debes tener cuidado con lo que le mencionarás.

—Suponiendo que lo haga. —Se detuvo a meditarlo un instante—. La verdad, no he descubierto algo que él no sepa —declaró después de un momento—. En su memoria no hay nada sobre su familia. Solo sé lo que él no quiere escuchar. 

—¿Algo acerca del concilio de Berier?

—Nada sobre el pueblo, salvo quién lo fundó. No sé cómo detener a los hombres de madera.

—Entonces no vale la pena preocuparlo por ahora.

—Es verdad. —Bianca bajó la cabeza y respiró profundo—. Necesito pensar.

—Siempre puedes hacer lo que yo. —Le dedicó una pícara sonrisa y continuó—. Fingir que no sabes nada. Aun así, puedes buscarme si necesitas ayuda. Y, por favor, no vayas a meterte en problemas 

—Seré cuidadosa, lo prometo. 

Bianca lo vio salir y permaneció sentada. Sospechaba que él les contaría todo y la idea de hacerse la desentendida le resultaba atractiva, pues que le dijeran que era una bruja, no significaba que supiera cómo serlo. Se levantó disgustada y decidida a no pensar más en el asunto, se concentró en la habitación. Ese lugar le pareció insólito en un comienzo, pero en realidad, tenía sentido si la mansión estuvo llena de niños. A fin de cuentas, la pareja tuvo ocho hijos y mantener a tantos pequeños ocupados no debió ser sencillo. 

Miró la biblioteca y tomó un libro lleno de hermosos dibujos, y en la primera página, escrito con hermosa caligrafía, aparecía el nombre Dimitri Lonieski, pero solo eran historias para niños. Al devolverlo, vio sobre el mueble una caja de música con una bella bailarina de pie sobre la tapa. Bianca giró la manivela con cuidado y la muñeca dio inicio a su danza, sin embargo, la caja no emitía sonido alguno. La examinó para saber la razón y en lugar de eso, descubrió que la muñeca no bailaba solo con una de sus piernas, como lo hacían todas las que vio antes. 



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 19.11.2024

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