El Carpintero

Brazalete de Esmeraldas

Ya no había marcha atrás, de nuevo estaba estancada y un sentimiento de suspicacia la molestaba. Sentía que Rayden era el único en el que podía confiar y aunque no sabía qué decirle, no estaba dispuesta a retroceder. Permaneció junto a la puerta de la habitación, pensando por dónde empezar sin poder llegar a nada y cansada de darle largas al asunto tocó varias veces, pero nadie respondió. Insistió sin resultados y como el valor se le acababa y sabía que se iba a arrepentir, bajó las escaleras a toda prisa e irrumpió en el despacho. 

Dejó de lado la idea de planear sus palabras, pues, de cualquier forma, él sabía lo que ella hacía y las cosas ya estaban fuera de control. Ya no le importaba soltar todo como escapara de su boca, pero para poder hablar tranquila, comprobó que Graciel no estuviese allí antes de asegurar la puerta. Rayden la observó desconcertado, pero en lugar de quejarse, dejó el libro en la mesa y colocando el mentón sobre su mano derecha la miró en silencio. 

—Joven, necesitamos hablar —dijo sin separarse de la puerta.

—¿Qué sucede?

—Desde que pisé la mansión he descubierto muchas cosas —respondió con rapidez—. Se supone que me quedaría callada, por qué, en primer lugar, yo no debería estar al tanto de nada de eso y en segundo, usted no quiere escuchar al respecto —dijo disgustada dando un zapatazo—. Pero ahora sé que sí sabe lo que sucede.

—No todo. Sé que andas descubriendo cosas, no lo que has descubierto —reconoció con calma—. Por eso te pedí que tuvieras cuidado.

—¿Por qué no detenerme?

—Lo intenté y se puso peor. Fue por eso que te caíste en la biblioteca. No podía interferir, solo tratar de evitar que te lastimaras.

—¿Cómo es que no sabe lo que he descubierto? Eso no tiene sentido.

—No tengo la capacidad de leer tu mente, Bianca —respondió encogiéndose de hombros—. Y contrario a lo que hayas pensado, no poseo una especie de visión constante de lo que haces. Únicamente sé cuándo algo malo va a suceder, pero si te digo cómo lo sé, podría arriesgarme a no saberlo la próxima vez. 

—Porque él lo escucha —mencionó alargando las palabras mientras caminaba y se giraba para mirar el retrato sobre la puerta—. ¿Sabe quién es?

—Su nombre. Porque Graciel lo mencionó una vez. Yo quería advertirte, pero temí que si lo hacía se pondría peor. Ignorarlo no funciona y yo lo sé. —Se sujetó la cabeza y bajó la mirada—. Lo he intentado todo este tiempo.

—Eso es algo de lo que descubrí. 

—¿Puedes escucharlo? —preguntó preocupado.

—No, y sé que usted sí. —Rayden bajó la vista, recostó la frente en la mesa y dejó caer los brazos—. ¿Por qué no pedir ayuda?

—¿Cómo explicas algo así? —Su voz se llenó de pesar—. ¿Qué palabras usas? El concilio está de su lado. No se supone que alguien trate de ayudar. Graciel lo intentó y…

—Conozco la historia —dijo sentándose, colocando sus manos en el regazo y el mentón en el escritorio.

—¿Puedo saber cómo lo has descubierto? —interrogó levantando la cabeza lo bastante para mirarla a los ojos—. No quiero los detalles, solo el cómo.

Bianca respondió en voz baja y procuró omitir tanto como le fue posible, mientras Rayden la miraba inmóvil, aunque no sorprendido, y cuando terminó de hablar, permanecieron en silencio. Su mente se llenó de pensamientos y ella se sentía aliviada, pues estaba convencida de que él reaccionaría de mala manera, pero en su lugar, parecía bastante tranquilo. Lo vio cerrar los ojos y respirar profundo, antes de mirarla una vez más. 

—¿En qué piensa? —interrogó nerviosa.

—Varias cosas. Lo principal, es que me alegra que no te pusieras de su lado.

—Está claro que es un loco —dijo con rapidez, robándole una sonrisa.

—¿Descubriste como destruir al concilio?

—Aún no —respondió en el mismo tono—. Creo que su padre acabó con esa información por accidente. 

—¿Entonces no encontraré nada en los libros? —preguntó decepcionado.

—Es probable que no. Supongo que el concilio es diferente por culpa de la magia de Nathalia y su padre destruyó todo lo que ella escribió. No hay nada que encontrar.

—No puede ser. —Rayden levantó la cabeza y la dejó caer contra la mesa golpeándose la frente.

—No haga eso. Se va a lastimar.

—Jamás voy a salir de este pueblo —se lamentó inmóvil.

—Eso no es verdad —dijo con dulzura—. Solo necesitamos buscar en el lugar correcto. Ya he descubierto muchas cosas, quizás pueda ayudarlo. 

—Él por poco consiguió atraparte dentro de las paredes. Apenas logré sujetarte para sacarte de allí. 

—Por eso estaba tan agotado. 

—Apreciaría tu ayuda, pero no quiero que te lastime. —Tomó un pesado respiro y levantó la mirada—. Él es poderoso.

—No más que usted y ahora sé que, si necesito ayuda, estará allí. ¿No es verdad? 

—Sí, lo es —respondió con un deje de entusiasmo.

—Entonces no hay nada de que preocuparse. 



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 28.09.2024

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