Despertó consternada y atormentada con la idea de que tal vez su madre era causante de la desgracia de los Lonieski, no solo una, sino dos veces, pues seguramente por su culpa Raudel se separó de sus hermanos. Además, Rayden era, muy probablemente, el responsable de su muerte, aunque no estaba segura de sentirse disgustada por ello. Le preocupaba más la idea de que se enojara, si descubría de quién era hija. Sabía que necesitaba confirmarlo primero, pues todo podía ser una mentira, una más de las artimañas de Raudel.
Apenas despuntaba el alba y como la mansión estaba en silencio, subió a toda prisa al segundo piso, tomó un respiro y colocó la mano sobre la pared. Le desconcertó que todo continuara igual, y aguardó un instante antes de tomar el diario, haciendo al joven ponerse de pie. Él la miraba con una expresión de confusión y Bianca se sintió igual de confusa, cuando notó la pluma con punta de plata en su mano.
—¿Qué haces con el diario de mi hermano? —interrogó molesto—. ¿Quién eres tú? ¿Cómo llegaste a este lugar?
—¿Rayden? —Bianca lo examinó con la mirada, por temor de que fuese una trampa, pero el joven frente a ella lucía diferente.
—Sí, es suyo —respondió pensando que a eso se refería—. ¿Por qué tú…? —Se detuvo entonces y después de mirarla dio un paso haciéndola retroceder—. Eres la hija de la bruja. Devuélvemelo.
—¿Rehys? —Bianca sujetó el diario con fuerza y retrocedió.
—Claro que sí. Tú lo sabes muy bien. Tú fuiste quien me puso aquí
—¿Cómo es que…? —preguntó sorprendida—. ¿Qué le sucedió a tu cabello?
—¿Acaso tú no…? —Él la observó desconcertado—. ¿Podría haberme confundido? Devuélveme el diario, por favor —dijo extendiendo la mano con suavidad—, y te contaré cómo llegué a este lugar.
—No sé si…
—Te lo suplico —insistió sin alterarse—. Rayden despertará pronto y no puedes llevártelo. Ella no debe conseguirlo.
Bianca dudó por un instante, pero los ojos verdes, justo como Rayden los describió, la hicieron entrar en razón. Por desgracia, antes de soltarlo, la campana del reloj los despertó y se sobresaltó al descubrirse en el pasillo, con el diario entre sus manos. No lo podía creer, en realidad lo tenía con ella, pero la sensación de que no hizo lo correcto era tan abrumadora, que corriendo a toda prisa llevó el cuaderno a su habitación, lo ocultó en una de las gavetas del closet, cerró la puerta con seguro y guardó la llave en su bolsillo.
Subió a desayunar, sin dejar de pensar ni por un segundo que hacer. La perturbaba la idea de que Rehys la llamara hija de la bruja, pues confirmaba lo que no deseaba considerar. Terminó sus labores a toda prisa, sacó el diario de su escondite y subió a hablar con Rayden. Sabía que había cometido un error y él era el único que podía ayudarla, pero sintió un nudo en la garganta, cuando vio a Graciel salir en compañía del médico. Los siguió a hurtadillas y luego de que el galeno dejara la mansión, se acercó al mayordomo.
—¿Le sucede algo al joven? —interrogó aferrándose al diario con fuerza y conteniendo el aliento.
—Está actuando extraño desde la mañana —respondió con la mirada perdida en las escaleras que llevaban arriba—. No quiso desayunar y parece aletargado.
—Quizás no durmió bien.
—Rebeca dijo que le preparará algo para que descanse —comentó mirándola con una sonrisa—. Suponiendo que logre convencerlo de comer. Debo regresar arriba, no quiero dejar que salga de la cama.
—Yo puedo cuidarlo —dijo con rapidez.
—Muchas gracias —exclamó Graciel—. En ese caso, asegúrate de que se quede en la cama. ¿Está bien?
—Buscaré algo en mi habitación y subiré de inmediato.
Bianca tomó de su velador la caja de música y regresó tan rápido como pudo. Tocó un par de veces, pero entró sin esperar. Rayden continuaba sentado en la cama y tenía la mirada perdida en el balcón, por lo que no notó su presencia, hasta que se puso frente a él. Levantó la cabeza y la miró en silencio por un instante.
—¿Qué haces aquí? —interrogó en voz baja.
—El señor Graciel mencionó que no te sientes bien.
—Bianca —murmuró mirándola con una ligera sonrisa—. Soy muy afortunado de que estés aquí.
—¿Por qué?
—Rehys me contó hace mucho que tú vendrías a esta casa. Aunque yo pensé que desvariaba.
—¿Puede recordar eso? —Bianca se sentó a su lado con rapidez.
—Creo que algo sucedió —respondió mirando la habitación a su alrededor—. Algunas piezas de mi memoria están desordenadas en mi cabeza. No lo sé, me siento confundido.
—¿Sabe que es este libro? —preguntó colocándolo en su regazo.
—Mi viejo diario —respondió sorprendido—. ¿De dónde lo sacaste?
—Rehys lo tenía y supongo que ese lugar se encontraba en algún punto de tus memorias. Quizás esto es lo que causó que te sientas tan extraño.
—¿Cómo sabías de este diario?
—Eso ya te lo he contado —respondió preocupada—. ¿Lo olvidaste?
—Rehys lo escondió —dijo pasando las páginas, sin detenerse a leerlas—. Puedes conservarlo, yo ya no quiero escribir allí. Ya no hay nada más que añadir a esas páginas. Él lo escondió de la bruja.
Editado: 02.11.2024