Bianca descubrió que permanecer atrapada en ese cuerpo de madera, era el castigo al que Rayden condenó a Nathalia por asesinar a Rehys y se sintió desfallecer al pensar que la hechicera lo conocía lo bastante para volver a conquistarlo. ¿Qué se suponía que hiciera? Sin importar cuanto gritara, su voz no salía de la muñeca rota. No podría advertirle del peligro y aún menos evitar que lo lastimaran, ni siquiera podía salvarse a sí misma. No sabía si Graciel podría encontrarla y era evidente que Rebeca estaba bajo las órdenes de su madre, por lo que ya no tenía nadie a quien esperar.
El dolor era incesante mientras el cuerpo se consumía lentamente, y vencida por el agotamiento, cayó en un sueño profundo, donde el alivio resultó maravilloso, pero descubrió que era temporal. De nuevo podía moverse, pero su cuerpo no la obedecía y los recuerdos de Nathalia invadieron su memoria.
Pudo verla esperando a Rayden escondida en el ático, sostenía la daga con la intención de asesinarlo y que la magia dorada volviera con su hermano, pues todo estaba listo para que Raudel tomase el cuerpo de su nieto y llevar a cabo su boda. Sin embargo, antes de comprobar quién estaba frente a ella, clavó el puñal en la espalda de Rehys y este se volvió a mirarla con una sonrisa de satisfacción.
Atrapada en esa pesadilla, Bianca observó como, furiosa por su error, Nathalia, con las manos cubiertas de sangre, enterró la daga en el pecho de Rehys, atravesándolo sin piedad una y otra vez, y aunque escuchó a Rayden pedirle que parara, continuó hasta estar segura de que había muerto. Al verlo desplomarse, soltó el arma, retrocediendo sobresaltada al descubrir que había arruinado sus planes, y que ya no podía resarcirlo.
Cuando Rayden sostuvo a su hermano y este se desvaneció, se convirtió en el monstruo al que la hechicera tanto temía. Como llevaba con él las herramientas doradas, Nathalia no logró escapar y provocándole el mayor dolor que pudo, Rayden la convirtió en madera, un miembro a la vez. El recuerdo de Nathalia, sintiendo su cuerpo morir mientras cambiaba, causaba en Bianca un dolor más intenso que el que sentía despierta, pero incapaz de escapar de esa pesadilla, sufrió la agonía de aquel castigo.
Primero una pierna, luego la otra y cuando el cuerpo cayó, Rayden siguió con los brazos para que no se arrastrara. Nathalia le suplicó que parara, y él se acuclilló frente a ella, mirándola con la expresión más fría que Bianca hubiese visto. Sus ojos verdes se tornaron tan oscuros como las sombras que lo consumían y mirarlos, incluso sabiendo que no era a ella a quien él observaba, le causó un escalofrío.
—Tú no te detuviste cuando mi hermano agonizaba —susurró con una mezcla de odio y dolor.
—Eso fue un error —lloró consumida por la agonía—. Lo lamento.
—¿De qué me sirve? —gritó haciéndola cerrar los ojos con miedo—. Tu arrepentimiento no arreglará nada. Eso no me devolverá a mi hermano.
—Rayden, por favor. Ten piedad.
—La tendré, lo prometo —dijo con rapidez en un tono sereno—. Yo no soy como tú, pero no te irás de aquí, hasta que deje de sentir este dolor que me carcome.
—No, por favor.
—No quiero volver a escucharte —indicó con firmeza.
Tras esas palabras, el cuello de Nathalia se convirtió en madera, impidiéndole respirar o hablar y cuando su agonía la llevó al borde de la muerte, Rayden se acercó un poco más.
—No voy a dejarte morir —dijo con frialdad—, no mereces un regalo como ese.
Enterró la gubia en su pecho, sintió el latido de su corazón y de adentro hacia afuera fue convirtiéndola en madera, hasta ver la herramienta palpitar por última vez.
Nathalia recuperó el control de su cuerpo por un instante y poniéndose de pie, corrió a ocultarse en su habitación, pero Rayden, tras la puerta, chasqueó los dedos, destrozando la madera de sus piernas y con un segundo chasquido, los brazos se despedazaron dejando a la muñeca incapaz de levantarse. Abrió la puerta de par en par y con un pesado suspiro se sentó junto a ella. Arrancó sin piedad las articulaciones, dejando el cuerpo despedazado y la miró inexpresivo, aunque con los ojos llenos de lágrimas.
—Esta será tu pesadilla por el tiempo que dure tu castigo —dijo con la voz quebrada y cargada de odio, acariciándole el rostro con el reverso de la mano—. Cada vez que duermas volverás a soñar con este momento, pero prometo, que cuando deje de sentir dolor, te liberaré. Mientras tanto; vive lo que me has hecho sufrir.
Tras esas palabras, Rayden abandonó la habitación y todo volvió a quedar en las sombras. Una y otra vez, la pesadilla se repetía despertando a Bianca aterrada sin poder escapar, y acabó perdiendo la esperanza de salvarse. Comenzaba a sentir que tal vez debía cargar con ese castigo, pues ella era hija de la mujer que lastimó a la familia de Rayden y que sin piedad le arrebató a su hermano. Orianna o Nathalia, cualquiera que fuese su nombre, era un monstruo y ella no pudo detenerla, por lo que pensó que debía resignarse.
No sabía si soñaba o si se encontraba despierta, cuando una luz la cegó, y creyó que la muerte había descubierto un camino para llegar a ella, al escuchar una voz pedirle que le diera la mano. Intentó levantar su brazo, para aferrarse a cualquier posibilidad de escapar de su sufrimiento, incluso si sucumbir era la única opción. Por un instante creyó que moriría, pues ya no podía sentir dolor, no escuchaba nada y aunque estaba sumiéndose en una oscuridad aún más profunda, se encontraba feliz y tranquila.
Editado: 02.11.2024