Sin importar cuanto tiempo pases junto a una persona, nunca llegas a conocerla realmente. Ni siquiera con ayuda de la magia, Nathalia fue capaz de descubrir lo que volvía a Rayden diferente a Raudel y, aun así, fue lo bastante osada para intentar engañar su corazón una segunda vez, pero un cuerpo no es más que una máscara, a través de la cual, un corazón enamorado puede ver sin dificultad. Él realmente la amaba, lo bastante para saber que aquella que usaba su cuerpo como vestido, no era realmente ella y recostada entre sus brazos, no podía evitar sentirse indigna de su afecto.
Bianca permaneció mirándolo y tomó un respiro, lamentando que por su causa estuviese agotado de nuevo. Con dulzura le acarició el contorno del rostro, mientras acongojada observaba las cicatrices en su pecho. Las rozó con la punta de sus dedos y aun sabiendo que su madre era la responsable de todo, sentía la culpa carcomiéndola por dentro, mientras pensaba que las marcas perdurarían como el recordatorio de lo peligroso que puede ser el encanto de una hechicera para un carpintero. Qué desdicha ser hija de la persona que lo lastimó de esa manera.
Pensando en lo cercana que estuvo Nathalia de asesinarlo, le preocupaba que fuese su magia la que llevaba con ella. Necesitaba descubrir, entre los recuerdos de su madre que quedaron dispersos en su memoria, como utilizarla, pero quería hacerlo sin causarle más problemas, incluso si nada de lo ocurrido era su culpa. Además, Raudel continuaba en la mansión y si el hecho de haber llegado allí, era a causa de él, quizás contradecirlo alejándose era lo mejor, por difícil que fuera. Con un nuevo suspiro besó su frente y salió de la cama, no esperaría que despertara.
Encontró a Rebeca y Graciel dormidos sobre la mesa de la cocina y le bastó con rozarlos para que recuperaran la conciencia, pero descubrió que ninguno recordaba lo ocurrido. La mansión estaba silenciosa y quizás la nieve que cubría todo era el motivo por el que las pocas criadas que no fueron despedidas por Nathalia no volvieron esa mañana. Parecía que incluso Raudel esperaba que Rayden despertara, y Graciel lo cambió de habitación, para sentirse más tranquilo. Después de desayunar, Bianca convenció a Rebeca de regresar a la cabaña para descansar.
Al saber que había despertado, Bianca le envió una carta diciéndole sus razones para no regresar, y Rayden estuvo de acuerdo con ella, aunque en realidad no leyó más de tres líneas, pues no necesitaba más motivos que los propios. A pesar de que lo afligía su decisión, tras recordar lo sucedido, decidió que solo lejos de alguien como él, ella estaría a salvo. Rebeca y Graciel se encontraban preocupados, pero no conseguían hacerlos cambiar de opinión.
Graciel, más que cualquiera, se angustiaba con la idea de que el humor de Rayden decayera, por lo que, abrumado con sus pensamientos, decidió hablarle al respecto, aunque eso no sirviera de nada.
—Sinceramente, no entiendo por qué estás tan preocupado —indicó Rayden desde la mesa de su habitación, siguiéndolo con la mirada—. Ella sabe cuidarse sola. Vaya que lo dejó bien demostrado. Además, ya me ha ayudado demasiado y es más seguro que no regrese. Y por si fuera poco…
—¿Qué? —exclamó alzando los brazos al cielo sin dejar de caminar.
—Después de todo lo que sucedió. —Hizo una pausa y tomó un profundo respiro—. No la culparía por tener miedo, yo también lo tendría.
—Pero es que no es eso —dijo Graciel deteniendo su marcha y volviéndose a mirarlo—. Rebeca mencionó que Bianca se siente culpable.
—¿Por qué? —Una expresión de indignación se dejó ver en el rostro de Rayden, al tiempo que su voz se cargaba de confusión—. ¿Acaso no entiende que no podía evitarlo? Esto no estaba bajo nuestro control. Ni siquiera lo que pensé que sí. Hasta eso se manipuló solo.
—Rebeca asegura que Bianca es así desde niña —comentó sentándose frente a él.
—Una testaruda.
—Igual que tú —gruñó sin mirarlo.
—Yo no soy un… —refunfuñó Rayden volviendo el rostro—. Sabes algo, quizás debas ayudarla a conseguir que hacer en el pueblo —masculló con molestia—. Después de haber trabajado aquí, será difícil que alguien quiera ayudarla. A fin de cuentas, es mejor si se aleja de mí.
—¿Para ambos? —interrogó incrédulo.
—Sí —respondió alargando la palabra—. Quizás le mande un obsequio de despedida. —Graciel lo miraba desconcertado y se sobresaltó al escucharlo hablar con fuerza—. Juraría que acabo de pedirte que hicieras algo.
—Ya voy, refunfuñón.
Aunque no le gustaba dejar a Rayden solo, no tenía alternativa, pues estaba tan malhumorado que desobedecerlo solo empeoraba la situación. Salió a regañadientes a la cabaña y al llegar vio a Rebeca sentada leyendo en la mesa del jardín. Ella marcó la página y dejó el libro para esperarlo con una sonrisa.
—¿Sucede algo? Pareces enfadado.
—Ese malcriado le da la razón a Bianca —dijo extenuado, cruzándose de brazos y dejándose caer en la silla—. Se convenció de que está asustada.
Antes de que Rebeca pudiera mencionar algo, Bianca respondió desde una de las ventanas del segundo piso.
—Yo no estoy asustada —comentó con una sonrisa sentándose en el alfeizar.
—¿Qué sucede entonces?
—Mi presencia causa que todo en esa casa se agite —respondió lanzando un suspiro—. Su vida era simple hasta que yo llegué.
Editado: 02.11.2024