A pesar de haber hablado con él, la preocupación no se alejaba. Tenía un mal presentimiento, su intuición llevaba días diciendo a gritos que algo estaba mal y no podía seguir ignorándola. Se preparó temprano para ir a la mansión, pero Graciel llegó de visita esa mañana y le tranquilizó saber que Rayden estaba a salvo. Se ocupaba tallando una pieza pequeña que aún no se distinguía y como esa tarea le tomaría unos días, Rebeca le pidió a Graciel visitarlas más seguido, para de esa manera mantenerlas al tanto de lo que sucedía.
En un comienzo, la idea aplacó a Bianca, pero el presentimiento regresó al darse cuenta de que no escuchaba a Raudel y aunque eso podía ser un buen augurio, tenía la sensación de que, en esa situación, era una mala señal. Aunque Graciel lucía tranquilo durante sus visitas, evadía las preguntas respecto a lo que Rayden tallaba y eso la disgustaba. Para colmo, el hombre de madera deambulaba por los linderos del bosque de manera constante, e incluso él parecía intranquilo y esa fue la gota que rebaso el vaso.
¿Qué tal si Graciel no fue capaz de evitar que Raudel lo manipulara? ¿Y si ya era tarde para salvarlo? ¿Cómo podía saber si Rayden aún estaba allí? Quizás ya solo quedaba Raudel y estaba fabricando un cuerpo para Nathalia, o peor aún, planeaban como apoderarse del de ella. No podía continuar suponiendo, necesitaba ir a la mansión y descubrir que había sucedido, incluso si se arriesgaba a enfrentar a Raudel de nuevo. Por desgracia, esa noche una nevada dejó los caminos cubiertos, atrapándola en la cabaña con un sentimiento de preocupación asfixiante.
Debía esperar que bajara la nieve, pero la tormenta era implacable. Llegó a pensar que Nathalia estaba libre y que usaba su magia para retenerla. Angustiada, se sentaba en la ventana a mirar en dirección a la mansión, pues hacía varios días que ni siquiera Graciel se acercaba. No sabían nada de ninguno de los dos y deseaba con todas sus fuerzas que Rayden estuviese a salvo. Mientras se recriminaba por dejarlo solo, trataba de pensar alguna manera de ayudarlo, pero nada cruzaba su mente y temía que Raudel estuviese haciendo de las suyas.
La tormenta no cesaba durante el día y en la noche no le quedaba más remedio que permanecer en la cabaña, pues la asustaba deambular por el bosque a oscuras. Sentada en el alfeizar de la ventana, con la mirada perdida en las estrellas, escuchó a alguien.
—¿De verdad quieres ayudarlo? —interrogó una voz femenina y dulce, aunque firme.
Bianca miró en todas direcciones y estaba sola. Pensó que era Rebeca, pero cuando iba a levantarse, la voz la detuvo.
—Ella está leyendo un libro en la sala. No vale la pena que me busques porque no estoy allí.
—¿Quién eres tú? —interrogó nerviosa, sin saber en qué dirección dirigir su mirada.
—Esa no es igual de importante que la pregunta que te hice yo. —Ante esas palabras, Bianca tomó un profundo respiro.
—Realmente necesita ayuda, ¿no es así?
—Pues —dijo alargando la palabra—, viéndolo desde tu punto de vista, la necesita.
—¿A qué te refieres?
—Yo no tenía pretensiones de ayudar —confesó con molestia y desgano—. Solo quería saber qué sucedía. Manipulé un poco los hilos para hacer que Rebeca llegara hasta allá.
—¿Fuiste tú? —Bianca se sentía aún más confundida que antes. Sabía que no hablaba con su madre.
—Solo la parte de que acudieran, no tuve nada que ver con el resto —explicó con rapidez—. Mi idea era que, por ser hija de Nathalia, tú podrías descubrir lo que sucedía y a través de Rebeca yo lo sabría. —Un deje de burla en su tono incomodó a Bianca—. Sin embargo, no imaginé que se convertiría en este pandemonio. Yo quería saber cómo era posible que Raudel siguiera con vida.
—Porque tú lo hiciste envejecer —concluyó Bianca esperanzada—. Eres la escribana Lonieski. ¿No es verdad?
—Exactamente —respondió con un tono más alegre—. Raizél. Y por mi deseo de saber, ahora me siento atrapada en un predicamento —dijo desanimada—. La verdad no quería ayudar al carpintero, simplemente saber que sucedía para poder destruirlo, pero…
—¿Qué? —Bianca contuvo el aliento, pues las palabras de Raizél la llenaron de miedo. Si la dama decidía destruir a Rayden, ella no iba a poder evitarlo.
—Después de ver lo que pasó, me di cuenta de que sus descendientes no son como mi hermano —respondió haciendo a Bianca sentir una pizca de esperanza—. El joven que está en la mansión; el nuevo carpintero, no tiene el corazón frío de Raudel.
—Rayden puede ser un monstruo —comentó para probar a Raizél
—Créeme, niña, eso le viene en la sangre —se burló divertida—, y en comparación con su abuelo, Rayden es razonable.
—¿Por eso quieres ayudarlo?
—Yo no. En lo que a mí concierne, el carpintero debería dejar de existir y las herramientas regresar a esta casa. Sin embargo —añadió en un tono más dulce—, observando lo que sucedió, he decidido darte la opción de escoger.
—¿El qué? —interrogó tragando con dificultad.
—Yo puedo obsequiarte las herramientas que necesitas para rescatarlo. O sacarte de allí y borrar su existencia de tu vida, lo que quitará de ti el castigo que impuse sobre tu madre y su descendencia.
Editado: 19.11.2024