Despertó con la luz del sol y las voces distantes de Rebeca y Graciel. Se sentó con un bostezo y pudo ver la mansión convertida en una pila de cenizas aún humeantes, pero sonrió al sentir la paz que inundaba el aire. ¿Realmente había terminado? ¿Era de nuevo dueña de su destino? Suspiró al ver a Rayden dormido y pensó que, aun si continuaba atrapada en una mágica historia sin sentido, siempre que él estuviese a salvo, ella estaría feliz. Permaneció sentada en la rama y esperando a que Rebeca y Graciel se acercaran un poco más, mecía las piernas con calma.
—Hola allá abajo —dijo para llamar su atención.
—¿Cómo te has subido allí, Bianca? —interrogó Rebeca confundida.
—¿Dónde está Rayden?
—Aquí. Aún duerme y la verdad creo que nos hará falta una escalera. No parece que tenga pretendido despertar por el momento.
Quedaron perplejos cuando ella dejó de hablar y el caballero de madera apareció, agradeciendo que salvaran a su señor y ordenando a los árboles bajar la enramada, para que pudiesen sacarlo de allí. En la cabaña, Graciel dejó a Rayden en uno de los cuartos y para sentirse más tranquila, Bianca colocó las herramientas doradas bajo su almohada, cerró las ventanas y bajó al comedor, pues ya era pasada la hora de desayunar.
—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó Graciel confundido—. La mansión se quemó por completo.
—No lo sé —dijo Rebeca igual de desconcertada—. Cuando yo llegué buscando a Bianca, ya estaba en llamas y tu tirado afuera.
—Recuerdo el sonido de una ventana romperse, solo eso —explicó Graciel pensativo—. Luego desperté tendido en la nieve cuando tú me llamaste.
—Me asusté tanto, pensé que ustedes seguían adentro.
—Rayden y yo salimos por la cocina —mintió Bianca sin dejar su sopa.
—¿Cómo se subieron a ese árbol? —Rebeca la miraba intrigada.
—No lo sé —contestó con fingida sorpresa—. El carpintero es él.
—¿Qué estás escondiendo? —insistió con los ojos entrecerrados.
—Nada —respondió conteniendo la risa—. Yo fui a hablar con Rayden porque tenía un mal presentimiento y el lugar estaba en llamas.
—¿Acaso mi señor provocó el incendio?
—No lo sé —mintió Bianca una vez más—. Quizás fue Raudel.
—No me interesa quién lo inició —concluyó Rebeca agotada—. Lo importante es que están a salvo. Ahora hay que pensar como le diremos que la mansión se quemó. No creo que se lo tome bien.
—De seguro no le importará —sonrió Graciel despreocupado.
—Yo estoy de acuerdo —dijo Bianca con una sonrisa.
Aunque la calma era agradable, con el pasar de los días a Bianca le preocupó qué Rayden no despertara, y la ponía nerviosa imaginar que su lazo con la mansión fuese el motivo, pues era tan poderoso como el que tenía con el bosque. Lamentaba no haber sido lo bastante precavida para detenerse a pensar en lo que podía pasarle si la casa se quemaba. ¿Qué ocurría si no despertaba? Cada mañana se acercaba a la cama a revisarlo y en las tardes se sentaba a su lado jugueteando con su cabello, mientras esperaba que abriera los ojos.
¿Acaso podía Raizél haberla engañado? Aquella idea la angustiaba, pero al mismo tiempo, que el bosque estuviese en silencio era tranquilizador, pues no había visto deambular al hombre de madera, aunque le asustaba pensar que eso era una señal de la debilidad de Rayden. No tenía forma de saber si estaría bien y la mañana en que iba a sugerir llamar a un médico, se sintió aliviada al verlo despierto. Sin embargo, se dio cuenta de que lucía confundido y acercándose despacio para no asustarlo, se sentó a su lado.
—¿Tiene hambre, señor? —interrogó para llamar su atención.
—¿Qué? —Rayden la miró desconcertado y ella decidió insistir.
—¿Le gustaría comer algo?
—Bianca —murmuró después de un momento, sin separar sus miradas—. Eres la hija de la hechicera. Viniste, como Rehys lo dijo. —Bianca lanzó un suspiro con una sonrisa resignada y asintió con la cabeza—. ¿Dónde estamos?
—En la casa de muñecas.
—¿Cómo es que llegamos aquí? —interrogó mirando a su alrededor y sujetándose el rostro, añadió—. Todo está revuelto en mi cabeza.
—¿Qué es lo último que recuerdas?
—La mansión de mi familia en llamas —contestó cerrando los ojos—. Raudel gritaba, pero no estoy seguro de si eso era un sueño.
—No lo fue —declaró tratando de no alterarlo—. La mansión se quemó hasta sus cimientos.
—¿Y sobreviví?
—¿Por qué no lo harías? Tú me salvaste. —Rayden la miró fijamente y su expresión se llenó de sorpresa.
—Hechicera —exclamó como quien descubre algo excelso—. Tú llegaste para liberarme. Eso era lo que las voces del destino gritaban, por eso no podía ser a mi manera.
Un intenso dolor obligó a Rayden a bajar la cabeza y sujetarse las sienes, antes de tomar un profundo respiro.
—¿Estás bien? —preguntó colocando la mano sobre su espalda.
—Estoy mejor que bien —dijo incorporándose con una sonrisa—. ¿Quieres desayunar, Bianca? De seguro, Rebeca y Graciel, están cansados de esperar.
Editado: 19.11.2024