Bianca estaba furiosa y tenía la intención de confrontarlo para descubrir lo que tramaba, incluso si todo terminaba en una discusión, pero su enojo se enfrió al ver la radiante sonrisa en su rostro y se sintió aliviada al notar su buen ánimo. No estaba tallando nada y en lugar de quedarse absorto, conversó con ellos acerca de las maravillas que había descubierto en esa ciudad, e incluso los invitó a dar una caminata después de cenar. Bianca estaba feliz y entusiasmada, hasta que notó que la carroza había desaparecido.
Caminaron hasta una hermosa casa y cuando Rayden los invitó a pasar, con la excusa de pedirles su opinión, Bianca se sintió nuevamente entusiasmada.
—¿Seguro que podemos entrar? —interrogó Graciel mirando en todas direcciones.
—Sí —contestó caminando a la puerta—. No te preocupes.
—Pues yo me muero de ganas por mirar —exclamó Rebeca con rapidez—. Desde afuera luce muy hermosa.
—Está bien —dijo Graciel resignado—, vamos.
Rayden les permitió entrar y cerrando tras él, los dejó inconscientes de un chasquido y con un ademán abrió las tablas debajo de Bianca, para que cayera al sótano, donde el cochero la recostó con cuidado. El carpintero comenzó su tarea tan rápido como pudo, a sabiendas de que no tenía mucho tiempo y abriendo una ranura del tamaño de su puño en el pecho de Graciel, colocó dentro la pieza tallada. Repitió el proceso con Rebeca, antes de cerrar y enterrar en cada uno la gubia, haciéndola girar hasta escuchar el sonido del cristal al romperse.
La sangre en las piezas brotó cubriendo las marionetas y como la escribana prometió, la madera se volvió carne, dando a ambos, cuerpos jóvenes y fuertes, que se llenaron de vida tras un profundo respiro. Hizo aparecer al cochero y con un movimiento de las herramientas lo convirtió en un infante. Abrió una herida en las palmas de Graciel y Rebeca, para colocar su sangre sobre el pecho del muñeco y transformarlo en un niño, que era el retrato de su unión. Con un pesado suspiro se levantó, se limpió las lágrimas, puso todo en orden y dejó la casa.
En la mañana, Bianca se levantó confundida y refunfuñando, subió a la cocina, pero se detuvo de forma abrupta, pues ver las manos descubiertas de Rebeca, le bastó para saber que ya no era de madera. Su mirada fue atraída de inmediato por Graciel, quien tan bien sin sus frecuentes guantes blancos, jugaba en la mesa con aquel pequeño que ella no reconocía.
—¿Qué hacías en el sótano? —preguntó la mujer confundida.
—¿Qué está sucediendo?
—¿Yo cómo voy a saber? —respondió desconcertada—. Tú eres la que estaba en el sótano. Pensé que estabas arriba durmiendo.
—¿Dónde estoy? —insistió mirando a su alrededor.
—En la casa, cariño —dijo Rebeca preocupada—. ¿Te sientes bien?
—Quizá se golpeó la cabeza —comentó Graciel mirándola—. Por eso te advertimos que no debías bajar allí, es un lugar peligroso.
—¿Eres tú? —La angustia de Bianca aumentaba y respirar se le complicaba—. ¿Quién es ese niño?
—Muy bien, ya basta —exclamó Rebeca disgustada—. Es claro que Graciel tiene razón y te golpeaste la cabeza. Voy a llamar a un médico.
—No, no quiero, lo que necesito es una explicación —refunfuñó mirando en todas direcciones—. ¿Dónde está Rayden?
—¿Quién? —interrogó Graciel confundido.
—Lo sabía. Eso era lo que tramaba. Necesito encontrarlo.
—Bianca, espera —dijo Rebeca—. ¿A dónde vas?
—A buscar a Rayden.
—¿A quién? ¿Qué rayos le pasa ahora a esta niña?
—Déjala —dijo Graciel—. Ella no es una chiquilla. Estará bien.
—¿Estás seguro? —preguntó nerviosa.
—Es curioso —dijo pensativo—. Tengo la sensación de que lo que hace, esta vez no es una locura.
Angustiada, Bianca corrió por la ciudad mirando en todas direcciones hasta llegar a la posada y le sorprendió que el posadero la saludara como a una vieja amiga, e incluso bromeaba llamándola brujita. Ella le preguntó por un joven de cabellos claros y despeinados, alto y de ojos verdes, pero el hombre no lo había visto. Sin embargo, le mencionó que esa misma mañana, un curioso personaje, con la cabeza y parte del rostro cubiertos, dejó el pueblo de camino al norte, tirando de un caballo marrón, que tenía una apariencia intrigante.
—¿Iba caminando al lado del animal? —preguntó Bianca esperanzada.
—Sí, aunque no creo que logres darle alcance, brujita. A esta hora ya debe ir bastante lejos.
—No necesito alcanzarlo. Me bastará con llegar al camino.
—No preocupes a tu tía —pidió con calma—, recuerda que ella se angustia fácilmente.
—Rebeca lo entenderá. Muchas gracias.
Bianca corrió tan rápido como pudo e internándose en el bosque, se aferró con fuerza a uno de los árboles y respiró profundo.
—Sé que pueden verlo y saben dónde está. Quiero que me lo muestren.
En un momento, el bosque le reveló el lugar donde Rayden se encontraba, aun caminando junto al caballo de madera. Estaba a punto de detenerlo, cuando una voz diferente la detuvo a ella.
Editado: 19.11.2024