Aunque aliviada, decidió mantenerlo en secreto, pero empezó a cambiar algunas cosas en la casa para prepararse y poder darle una sorpresa. Procurando estar atenta para no ser descubierta, se percató de que Rayden estuvo sujetándose las sienes entre ratos por más de un par de días y aunque sabía que tal vez un médico no solucionaría el problema, lo convenció de dejarlo hacer su trabajo. Como imaginó, el doctor no encontró nada fuera de lo normal, que pudiera justificar el dolor de cabeza que Rayden inútilmente trataba de ocultar.
—Por favor, Bianca, no es algo de qué preocuparse. Quizá me golpeé y no me di cuenta.
—Ni siquiera tú crees eso —exclamó indignada—. La verdad yo nada más quería estar segura, porque tal vez, alguien trata de conversar contigo y la estás ignorando.
—Ahora que lo mencionas. Escuché un murmullo hace unos días, aunque pensé que lo imaginaba. ¿Estará tratando de hablarme?
—Tal vez. Deberías escucharla.
—Lo haré porque tú me lo pides —desdeñó con cansancio—. Y, porque ya no soporto este dolor de cabeza.
—Me parece bien —dijo entusiasmada dándole un profundo beso—. Voy a comprar algo, no tardaré. Te amo.
—Y yo a ti —sonrió cariñoso.
Rayden trató de concentrarse para atender a la voz de la escribana, pero resultó ser él quien llamó su atención y ella estaba muy complacida de poder conversar.
—Déjame ver si entiendo —dijo divertida luego de escuchar su explicación—. ¿Creíste que yo era la razón de tu dolor de cabeza? No me hagas reír, pequeño. Si yo quisiera que me escucharas, me bastaría con soltar un grito cuando estés concentrado tocando.
—Entonces. ¿Qué sucede? —preguntó con molestia.
—¿Aún no te has dado cuenta? ¿De verdad?
—¿Sabes la razón? —indagó esperanzado con la idea de encontrar una explicación.
—Claro que sí. Es tan evidente que no entiendo como no te has dado de cara con ella.
—Me siento confundido —confesó tratando de imaginar a qué se refería—. ¿Es algo que estoy haciendo?
—No exactamente, pero pensándolo bien, no te lo contaré. Será mucho más emocionante de esa manera. Además, no falta tanto.
—No me interesa que sea poco —gritó Rayden disgustado—. Tener dolor de cabeza no tiene nada de emocionante.
—Calma —dijo cariñosa—. Eso puedo solucionarlo yo, si tú me lo permites.
—Adelante. La verdad estoy cansado de esto.
—Está bien. ¿Quieres que lo haga ahora? ¿No prefieres ir a otra parte antes?
—No.
—Vaya, esto en serio te tiene de mal humor —dijo entre risas—. Está bien, solo será un momento.
Rayden escuchó el piano con cuatro notas veloces y se desplomó dormido en el diván. Aunque Bianca prefirió no despertarlo, le preocupó que no se levantara para cenar, y en la mañana iba a llamar al médico, pero lo vio subiendo las escaleras.
—Qué alivio —exclamó corriendo a abrazarlo—, estás despierto.
—Lo lamento. ¿Te asusté?
—Solo un poco —respondió mirándolo sin soltarlo—. ¿Cómo te sientes?
—No me duele la cabeza.
—¿Era ella?
—No. Comentó que el motivo era algo más, pero se negó a decirme qué —explicó pensativo—. Insinuó que sería más emocionante que lo descubriera.
—Qué extraño. Supongo que son cosas de ella.
—Sonaba bastante emocionada —recordó nervioso—. La verdad me dio miedo.
—Aseguró que lo descubrirías, así que sabe que lo harás —concluyó Bianca resignada—. No vale la pena afanarse más de lo necesario. ¿Tienes hambre?
—Sí, aunque estoy de humor para comer afuera. ¿Damos un paseo?
—¡Sí! —exclamó en un grito.
—Subiré a cambiarme, no tardaré.
Almorzaron en un bonito restaurante y pasaron la tarde recorriendo el mercado antes de regresar a casa. Rayden estuvo varios días tratando de encontrar eso de lo que hablaba la escribana, pero nada había fuera de lugar y aunque se sentía satisfecho de que el dolor de cabeza hubiese desaparecido, estar intrigado lo molestaba. Bianca intentó convencerlo de que no valía la pena seguir buscando algo que no sabía que era, pues no podría reconocer si lo había encontrado, y además todo estaba tranquilo a su alrededor, pues incluso las voces del destino estaban en calma.
Aunque el asunto ocupó los pensamientos de Rayden por mucho tiempo, la escribana insistía en no decirle nada y eso solo lo ponía más nervioso. Intentando distraerlo, Bianca se dedicó a leer para él, y una tarde en la que Rayden estaba a punto de dormirse escuchándola, ella paró interrumpida por un quejido.
—¿Qué sucede? —interrogó levantándose de un salto.
—Nada —respondió conteniendo el aliento—, es un dolor muy natural.
—¿Qué…? ¿Te sientes bien?
—Si… —contestó ahogando otro quejido—. Es que…
—Buscaré al médico.
Editado: 03.12.2024