Aunque aún no era un adulto, Althier se consideraba lo bastante capaz de resolver muchas cosas por su cuenta, pues desde muy pequeño, sus padres pusieron especial atención en enseñarlo a ser juicioso, para que pudiese tomar decisiones sabias siempre que algo lo molestara. Sin embargo, se había encontrado con un dilema complejo que no sabía solucionar, y aunque la confianza era algo que ellos también le inculcaron desde siempre, no estaba seguro de cómo explicar a sus padres lo que sucedía.
Comenzaba a frustrarse, pues intentando que no se preocuparan, mantuvo en secreto la situación y esconderlo le pesaba tanto, que incluso dormir se volvió difícil. Para colmo, por su culpa, había empezado a guardar dibujos para sí mismo, negándose la agradable sensación que lo inundaba cuando escuchaba los halagos y las palabras de afecto de sus padres. Sabía que eran buenos, había puesto mucha atención a los detalles y de hecho consideraba que eran de sus mejores trabajos, pero temía tener que explicar al respecto.
Por fortuna, para él, sus padres se percataron de que algo lo molestaba y aunque en un comienzo eligieron ser pacientes y esperar, cuando su preocupación alcanzó el límite, Bianca le pidió a Rayden que conversara con su pequeño. Él, con un suspiro, se asomó por sobre el hombro de su hijo, una tarde mientras dibujaba en la escalinata de la entrada.
—A veces tengo la impresión de que tu cabello se vuelve más rojizo cuando piensas demasiado en algo que te incomoda —comentó haciéndolo dar un salto—. Con tu madre me ocurre lo mismo. Cuéntame, ¿quién es ella? ¿Una amiga?
—No lo sé —tartamudeó nervioso—, no estoy seguro.
—¿Dónde la conociste?
—No creo que tenga mucho sentido…
—¿Qué sucede, Althier? —interrogó al ver que parecía preocupado.
—Si te cuento harás venir un médico.
—¿Por qué haría eso? —se burló sentándose a su lado—. Es muy bonita. ¿Te agrada?
—No me parece que eso pueda pasar —respondió pensativo—. Su imagen apareció en mi cabeza hace unos meses. Cada tanto surge entre mis pensamientos. No estoy seguro de quién es y es curioso porque…
—¿Qué cosa? —preguntó con cariño invitándolo a continuar.
—Temo que te enojes si te muestro.
—¿Alguna vez me he enojado contigo?
—No, pero creo que es justo a saber cómo eres cuando te enojas, a lo que le temo.
—Hijo, estás asustándome —dijo Rayden tomando un respiro— y eso es mucho peor que molestarme.
Althier suspiró pesadamente, mientras nervioso, le entregaba a su padre el cuaderno de dibujos y, sin embargo, se sintió curiosamente aliviado tras haberlo hecho. Aunque cada página estaba llena con imágenes de la pequeña en varios lugares de la casa, Rayden permaneció cautivado con una en la que se encontraban juntos, tocando el piano. Era el primer dibujo del cuaderno y aunque un poco tosco, los detalles saltaban a la vista. La mirada de Rayden se fijó en la de su hijo, pero permaneció en silencio.
—Esa fue la primera vez que la vi —confesó Althier ante la falta de palabras de su padre.
—Eso es bastante…
—¿Estás molesto? —interrumpió preocupado.
—Claro que no, pero quisiera saber, ¿qué pasaba por tu mente en ese momento?
—La imagen solo llegó a mi cabeza —explicó con calma mirando el cielo—. No recuerdo si estaba pensando en algo.
—Eso que dices es magnífico, hijo —dijo Rayden con una sonrisa—. ¡Bianca!
—Tendré problemas —masculló con desgano girando los ojos—. Sabía que te enojarías.
—No estoy molesto, Althier. Me siento feliz, de hecho.
—¿Qué? —preguntó confundido.
Antes de que Rayden mencionara algo más, Bianca salió sobresaltada.
—¿Qué sucede? ¿Están bien?
—Necesito que veas esto —dijo emocionado.
Bianca tomó el cuaderno y contempló el dibujo. Levantó la mirada hacia Rayden que no dejaba de sonreír y después de observar la imagen se volvió en dirección a Althier.
—Mi amor, ¿hace cuánto hiciste este dibujo?
—Estoy en problemas, ¿verdad? —preguntó resoplando.
—Claro que no, mi amor —dijo ella con dulzura—. Solo quisiera saber hace cuánto lo hiciste.
—No estoy seguro —respondió pensándolo con detenimiento—. Ese cuaderno está casi lleno, unos meses supongo.
—¿Cuántos? —insistió sin alterarse.
—No lo sé, es el primero —contestó tratando de recordar—. Varios.
Rayden empezó a reír de inmediato, mientras la observaba con una inmensa sonrisa, pero ante su falta de palabras, decidió preguntar.
—¿Sabes lo que es eso, Bianca?
—Podría ser una coincidencia —respondió hojeando el cuaderno—. No tiene que ser… aunque tal vez.
—¿De qué hablan? —preguntó Althier nervioso, pasando su mirada del uno al otro sin parar—. ¿Por qué actúan tan extraño?
—Hijo mío —respondió Rayden emocionado—. Tú dibujaste a tu hermana.
Editado: 03.12.2024