El Carpintero

Melodía en el Viento

La llegada del invierno era una señal de que se acercaba el cumpleaños de Bianca, y aunque Rayden cumplía poco antes, para respetar sus deseos, nadie lo mencionaba. No les gustaba verlo triste, pero recordar las celebraciones con sus hermanos y sus padres, en lugar de hacerlo feliz, deterioraba su ánimo y decidido a dejar eso atrás. Por esa razón prefería festejar con Bianca, en una fecha que no tuviese un lugar en su pasado, para de esa manera perder los recuerdos de viejos inviernos, y vivir nuevas alegrías con su familia. 

Emocionada con la festividad, Briana se daba prisa con el obsequio. Quería que quedara perfecto, pero con la menor ayuda posible y por fortuna, como la nieve no les permitía ir a la escuela, tenía más tiempo para terminar. Por su parte, Althier se dedicaba a sus dibujos en lo que esperaba, mientras Bianca y Rayden aprovechaban de pasear por Areyquenti, preparando la celebración, dejando a Briana bajo la mirada cuidadosa de su hermano.

—Estás muy afanada con eso —dijo Althier al encontrarla en el taller.

—Ya está listo.

—¿De verdad? —interrogó asombrado acercándose a la mesa—. ¿Qué es?

—Un circo —respondió rápidamente.

—Mi pequeña dama —musitó dudoso mirando la caja de madera—. Quisiera comprender. ¿Cómo puede ser esa cajita un circo?

—Ven te muestro —exclamó volviéndose en la silla—. Descubrí que estas herramientas de hecho hacen muchas cosas. Mira, le das cuerda aquí, se abre la tapa y da inicio al espectáculo.

Briana giró la manivela y se alejó, mientras Althier observaba anonadado, como en esa caja, que él con facilidad sostenía con las manos, se llevaba a cabo un precioso, aunque diminuto espectáculo circense, con trapecistas, malabaristas, equilibristas e incluso un grupo de bailarinas en miniatura.

—Magnífico —alcanzó a decir en medio de la sorpresa— ¿Cómo sabías qué poner?

—Lo encontré en un libro.

—Vaya, es increíble —dijo entre risas—. Esto dejará a papá frenético.

—¿Crees que a mamá le agrade? —preguntó Briana con ansias.

—¿Gustarle? —inquirió mirándola sorprendido—. Le va a fascinar.

—¿Qué le vas a obsequiar tú?

—Quiero que reemplace ese viejo colgante que suele usar —explicó Althier examinando la caja—. Así que dibuje uno y le pedí a alguien que lo fabricara. Mañana podrás verlo.

—Será un regalo perfecto. ¿Cómo fue que no se me ocurrió?

—¿De qué hablas, Briana? —interrogó indignado—. El tuyo es magnífico. Mamá lo amará, te lo aseguro. Esa música que suena, ¿la compusiste tú?

—Solo una parte —dijo con una sonrisa—. El resto lo escuché en el viento. Parecía venir del bosque, pero no pude encontrar a quien tocaba.

—¿Fuiste allí tú sola? —preguntó mirándola preocupado.

—No me alejé de la casa. Podía observarla siempre.

—Está bien —dijo con una sonrisa para no alarmarla—, pero ten cuidado, por favor.

—¿Puedes ayudarme a envolverlo?

—Claro que sí.

Cuando estuvo listo, lo ocultaron en la habitación de Althier, convencidos de que Bianca no lo buscaría allí, y al saber que ella había terminado, incluso sin ver lo que había hecho, Rayden la felicitó por su esfuerzo, le pidió las herramientas y comenzó a trabajar en el taller. Briana se percató de que su padre preparaba algo grande, que le llevó unos días, pero no dejó rastro alguno y tampoco le permitió volver a tomar las herramientas. Aunque estaba curiosa, con la llegada del cumpleaños, no pudo indagar al respecto. 

Sin esperar la llegada de los invitados, Althier le entregó el obsequio a su madre quien, emocionada, se colocó el precioso relicario con forma de libro que guardaba los retratos de sus pequeños, junto a una nota escrita por Rayden, grabada al reverso. Briana se mantuvo firme en no entregar su presente, hasta que el festejo culminara y Bianca aceptó a regañadientes. Aunque todos estaban riendo y disfrutando de la celebración, la pequeña notó que su padre permanecía distante, y cuando nadie conversaba con él, su mirada se perdía en el bosque. 

Ese comportamiento la intrigó aún más, al descubrir que su madre también lo notaba y aunque permanecía serena, para ella era claro que algo la preocupaba, pero sabía que ese no era el momento para preguntar. Cuando la celebración terminó, Briana colocó su regalo sobre la mesa del comedor, le explicó cómo darle cuerda, y la expresión en el rostro de su madre fue el mayor agradecimiento que pudo recibir. Estupefacto, Rayden no dejaba de mirar la pieza de arriba abajo, mientras intentaba descubrir de qué manera funcionaba.

—¿Cómo hiciste todo esto? —interrogó asombrado— Es magnífico.

—Es precioso, mi pequeña dama —admiró Bianca feliz—. Los obsequios más bellos que pude recibir.

—¿Y el de papá? —interrogó Althier curioso.

—Yo no le di nada.

—¿Por qué no? —pregunto Briana confundida.

—Cuando tienes tanto tiempo con alguien, cada día es un obsequio, mi niña —explicó Bianca con una sonrisa acariciándole la cabeza—. No existe una razón para dar algo. Tu padre me da regalos todo el tiempo sin ser mi cumpleaños.



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En el texto hay: traicion, romance, famialia

Editado: 03.12.2024

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