El carretón de los perros contentos.

Arturo Book Pulido.

EL TRAGABALAS. 

Septiembre de 2009, la noche era fría y aquel joven de apenas 24 años de edad, le tocaba guardia nocturna en aquella zona de venta de estupefacientes, y ante la constante amenaza de ataque del cártel enemigo, se dispuso a abordar su centauro, que era como le llamaban a las unidades que ocupaban para patrullar, la mayoría camionetas de lujo robadas impunemente a los ciudadanos, en aquella ciudad donde imperaba la ley del mejor armado y organizado, aunque era joven, su reacio carácter y habilidades para pelear cuerpo a cuerpo y con armas, le habían dado un puesto de mando medio en aquel cártel delictivo que dominaba la mitad de la ciudad, como ya era costumbre hicieron su cambio de guardia a las afueras de un 7eleven y después de surtirse de cigarros, bebidas y algunas botanas, arrancaron con rumbo a las calles de la zona, en total eran 7 las camionetas y en cada una iban 4 jóvenes armados, la mayoría muy jóvenes que eran reclutados voluntariamente, seducidos por el místico poder y la impunidad de la que disfrutaban los militantes de los cárteles de drogas.

Después de dos horas de rondines sin novedad, al filo de la medianoche uno de los heraldos del cártel, muchachitos desarrapados con aspecto de niños de la calle, sin armas, ni sistemas de comunicación electrónicos, por requisito menores de edad, para que, en el caso de que fueran capturados por alguna de las policías, aprovechar la inmunidad diplomática de la que gozaban los menores en el sistema de justicia de aquella ciudad, que eran los que vigilaban las calles para avisarles de la presencia, y la ruta que tomaban los convoyes militares que también patrullaban la ciudad, a los Pegasos, que eran los centinelas que ocultos en tiendas de conveniencia y callejones oscuros, eran los que, si tenían radios y teléfonos celulares para avisarles a los centauros, les hizo una señal para advertirles de la presencia de una camioneta sospechosa, que acababa de pasar por aquel amplio y largo bowlevard.

  - ¡Salieron de la 3 picos; Gato!, Y después de comprar cigarros, refrescos, tarjetas telefónicas y Sabritas en el 7eleven! Se fueron por la rotonda del bowlevard Las fuentes, con rumbo al Bowlevard Hidalgo, es una Silverado roja con placas del Estado de México, venían un par de tipos en ella más el que venía manejando.

Dice el Pegaso y arrancaron inmediatamente, a los choferes de los centauros les llamaban Quirones, por aquel famoso fauno mitológico; Quirón, uno de los pretorianos, que lo acompañaban, que era como se les llamaba a los soldados de aquél cártel, dio el aviso por medio de su celular a los Quirones de los otros centauros  y en menos de un minuto, otro centauro les indicó que se habían topado con una unidad que correspondía a la descripción y se perdió la comunicación, en lo que trataban de restablecer el contacto radial y telefónico con los compañeros, otras unidades se unían a la persecución de varias partes de la zona.

  -Adelante Gato. –se escucha la voz del Quirón de otro centauro. –Aquí Amado, encontramos la troca del Julio pero está abandonada en la calle río Grijalva, de aquí de Fuentes Sección Lomas y ni rastro de los compañeros pretoria nos, ni su Quirón.

  - ¡Aguanten ahí atrincherados! –contesta el Gato organizando a sus comandos. - ¡Estamos cerca pretorianos! En la siguiente esquina se bajan dos y llegan por los flancos, tú Moreno, llegas por rio Guadalquivir y tú Marconi, llegas por la calle Monte Palomar, y tú hormiga, te escondes en los asientos de atrás, y no salgas ni te dejes ver a menos que ya sabes.

Pasaban de las 2 de la madrugada y aunque no se habían escuchado disparos, los vecinos ya acostumbrados a no intervenir en aquellas guerras territoriales del crimen organizado, se encerraban en sus casas, aunque algunas vecinas se asomaban discretamente por las ventanas, nadie llamaba a la policía a sabiendas que era inútil y mejor se esperaban por si tenían que llamar a las ambulancias, porque era molesto no poder sacar su auto por las mañanas, para ir a su trabajo o dejar a sus hijos en las escuelas, porque el cuerpo de algún sicario, había quedado atravesado en la salida de sus cocheras.

El Gato llegó sólo, aparentemente, pero sus pretorianos ya estaban posicionados estratégicamente en las entradas de la calle, donde se veía al otro Quirón que estaba inspeccionando al centauro abandonado, pasó lentamente por un costado y cuando apenas le iba a decir algo al tal Amado, unos disparos se escucharon desde el final de la calle.

  - ¡Al parecer me dispararon desde una casa y me dieron; Gato, estoy herido!

Se escucha la voz de Marconi, que corriendo alcanzó a resguardarse detrás de unos tanques de basura, posicionándose para defender su posición, cuando intempestivamente y en medio de un estruendo, una pesada camioneta blindada salía destrozando el portón de una casa e impactaba de costado al centauro de Amado, sorprendiéndolo por completo, y acribillándolo junto con su compañero, que seguía escondido en los asientos traseros de la unidad, el otro pretoriano del Gato llegó corriendo desde el otro lado de la calle para posicionarse estratégicamente y rociar de balas a la unidad enemiga que había salido de la casa, pero ahí fue donde se dieron cuenta que estaba blindada, porque las balas de una R-15 tan solo resbalaban o se impactaban sin lograr hacerle daño, el Gato aceleró para alejarse del alcance del arma de grueso calibre con la que habían sorprendido al centauro de Amado, y en medio de una tormenta de balas, sacó su ametralladora y dispuesto a vender cara su derrota, trató de atravesar su centauro en la calle para impedirle el paso a la unidad blindada, pero no lo logró, porque fue impactado bruscamente por un costado, el impacto dejó fuera de combate a la hormiga que ya había asomado la cabeza para repeler el fuego, y también arrojó a Arturo por la fuerza del impacto, ya que en los últimos segundos previos al impacto, alcanzó a abrir la puerta pero no alcanzó a bajarse, y fue arrojado hacia unos montículos de arena en la base de una construcción de unos edificios de departamentos, el golpe fue amortiguado por la arena y logró levantarse para tratar de ocultarse en el edificio de más de 8 pisos, aún tenía la esperanza de que sus compañeros hubieran sobrevivido a la emboscada y estuvieran atrincherados por ahí, pero la llegada de otras dos unidades repletas de sicarios del cártel enemigo, le indicaron que sus refuerzos o no habían llegado, o ya habían sido vencidos y estaban siendo ultimados, ya que esporádicamente se escuchaban solitarios disparos como si los estuvieran ejecutando con el tiro de gracia, desde el tercer piso, observó cómo una camioneta enemiga derribaba la tela ciclón que delimitaba la construcción, y supo que lo iban a buscar hasta por debajo de las piedras para cazarlo, ya que en esas guerras de narcos, ningún bando tomaba prisioneros, tan solo rehenes, y él no era del tipo del que se podía pedir rescate, subió otro piso y al darse cuenta de que se estaba encerrando más, preparó su escuadra con doce tiros y un cargador extra, ya que había perdido su ametralladora, y ya que no tenía escapatoria decidió permanecer oculto, de pie y en silencio, pegado a una pared, resguardándose en la oscuridad, escuchó las voces de sus enemigos que ya lo buscaban por todos los pisos de aquella construcción, pero más por cumplir la orden de buscarlo en ese edificio que por deseos de encontrarlo para matarlo, tal vez porque no creían que fuera a estar ahí, y ahí fue donde sorprendió al primero, de un cachazo en la frente y un certero disparo en la cabeza, lo hizo caer desde un quinto piso y sin dejar reaccionar a otros dos, los sorprendió a tiros, revelando su posición, aunque la construcción era grande, no lo sería lo suficiente como para esconderse de aquel comando de enemigos, que sabía que ahora sí lo buscarían hasta matarlo, y decidió hacer lo que menos se esperarían, en vez de subir otro piso para tratar de ganar terreno, inmediatamente descendió dos plantas, encontrándose a otro enemigo de frente, al cual sorprendió con una patada en la cabeza, para dejarlo fuera de combate y terminarlo con un par de disparos en el pecho, mientras regresaba un piso arriba para salvarse de una lluvia de balas, ya que había hasta francotiradores que lo rastreaban desde las camionetas con rifles de mira infrarroja, aunque sabía que estaba perdido, porque ya había recargado su escuadra con el único cargador que le quedaba, tuvo que moverse de un departamento a otro, corriendo desaforado mientras disparaba para atacar y defenderse, ya ni sabía si iba ganando o perdiendo y cuando ya se daba por muerto, el fragor de una narco batalla que se libraba alrededor de su trinchera, entre rechinidos de llanta y disparos de diferentes armas, le indicó que sus refuerzos al fin habían llegado, de repente se sintió solo y en medio del cercano silencio que no lo dejaba escuchar el ahora lejano combate, le quitó el cartucho a su pistola para contar las balas, únicamente le quedaban dos y comenzó a bajar lentamente por las oscuras escaleras, escasamente iluminadas desde el exterior por el alumbrado público y las luces de las camionetas, hasta que la voz de un tipo que le apuntaba con un arma le dijo:




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