- ¡Doña!
Dice doña Cata ya parada enfrente de la casa de Billy, con todo y carretón de basura, claro, no era el famoso carretón de los perros contentos que todos conocemos, pero si, traía su caballo y todo eso.
- ¿Doña, no va a querer que le lleve la basura?
Insiste doña Cata, como ya era común en aquel oficio con posibles clientes, doña Gloria si la escuchó a la primera pero no le contestó, porque prefería estar al pendiente de su teléfono, le mortificaba el no haber sabido nada de Billy durante todo el domingo pasado, desde la mañana en que había recogido en su taxi a la alta chica rubia de la esquina, la madrugada y la mañana de ese lunes, y más porque había dejado su cartera y su celular, pero ante la insistencia de doña Cata, tuvo que contestarle.
- ¡Ahorita no; Doña!
- ¿No me regala un vaso de agua?
Dice doña Cata en un intento premeditado para hacerla salir de su casa, y doña Gloria, como era una persona bondadosa, le contestó.
-Si doña, espéreme y le abro.
No era la primera vez que doña Cata platicaba con doña Gloria, ni mucho menos la primera vez que bebían algo juntas, e igual que antes, la mamá de Billy le invitaba un café con gorditas de harina o galletas que ella misma preparaba, a aquella humilde mujer que pilotaba un carretón de basura.
-Pásele Doña Cata por favor; ¡Usted siempre madrugando con este frio!
- ¡Y usted también doña Gloria! Yo pensé que todavía estaba dormida.
- ¡Pues si supiera que ni he dormido! Mi hijo el taxista, salió a recoger a una muchacha que estaba pidiendo taxi aquí en la esquina, desde ayer en la mañana y no ha regresado, y como aquí dejó su teléfono y su cartera, pues yo no le he podido hablar. –dice doña Gloria.
- ¿Su muchacho el altote?
- ¡Ándele ese, el único hijo que tengo! Usted no lo conoce, porque él se va más temprano a trabajar de las veces que usted ha venido a llevarse mi basura.
-No me lo ha presentado, pero si lo he visto en su taxi, trae un carrito blanco con el número 042; ¿Verdad?
Dice doña Cata ya encausando la plática hacia donde le convenía.
-Ajá sí. –contesta doña Gloria.
- ¡Ya ve que si lo conozco! También lo he visto en su moto, no se preocupe que de seguro se encuentra bien, yo anoche vi entrar a su taxi en “La Nopalera” Y cómo se me hizo conocido pues estuve pendiente de cuando saliera, pero como no lo vi regresar lo busqué, y vi que se quedó hasta muy tarde en casa de una vecina de por ahí, al poco rato me dormí y hace un rato que saqué el carretón para salir a trabajar, me di cuenta que el taxi seguía ahí, pero al parecer siguen dormidos, porque me asomé y no se escuchaba ruido. –le dice doña Cata.
- ¿De casualidad no es una muchacha güera altota? –pregunta doña Gloria.
-Si ella es, pero no se preocupe por ella, yo la conozco muy bien y es una buena muchacha que tiene muchos años viviendo en “La Nopalera”
- ¡Pinche chamaco! De perdido se hubiera llevado el celular para avisarme; ¿No sabe el teléfono de la muchacha?
- ¡Yo ni se cómo se usa ese aparatejo, doña! Pero igual, en “La Nopalera” no hay señal para esos aparatos, yo creo que los gringos tienen bloqueada esa zona porque ahí no funcionan los celulares, pero si quiere la llevo para que vea que está bien, y yo le presento a la muchacha, para que se dé cuenta que es una buena chica.
Doña Gloria nada más le dio los dos últimos tragos a su café, y en lo que doña Cata se terminaba el que le había servido, le puso croquetas al Coquito en su traste y cerrando su casa, se abrigó para salir a buscar a su hijo que no se había reportado.
- ¡No doña Cata! ¿Cómo cree que me voy a subir al carretón? Mejor tomamos un taxi, yo pago la ida y la vuelta.
- ¡Usted súbase y no sea miedosa! ¿Ni modo que deje el carretón aquí? Me pueden robar al Rogaciano.
Dice doña Cata refiriéndose al caballo, y después de una leve discusión, doña Gloria se subió al carretón, con algunas dificultades porque no podía hacer esfuerzos físicos, al parecer ninguna de las vecinas se dio cuenta, porque la calle estaba vacía, y a los pocos minutos ya estaban entrando a “La Nopalera” Donde doña Cata la llevó a su casa en los callejones de la entrada, y apenas entrando, como iba confiada pensando en que iba a ver que su hijo estaba bien, y en la regañada que le iba a dar, un par de muchachos la tomaron por la espalda haciéndola perder el conocimiento, poniéndole algodón con cloroformo en la nariz.
-Perdóneme amiga, pero todo esto es por su bien.
Dice doña Cata mientras le quitaba las llaves de su casa, cuando la estaban acomodando en una camilla para llevarla al consultorio de la bruja del arrabal, ya cuando ayudaron a meterla a la capsula médica, los muchachos se subieron a otro carretón de basura para llevar a cabo el asalto a la casa de Billy, ya que tenían que ir por su computadora y abducir también al Coquito.