El carretón de los perros contentos.

Lagunas mentales.

 

- ¡La neta que no me acuerdo broo! Pero si dices que te debo $300 pesos, pues te los pago. –dice Billy sacando su cartera.

  - ¡Claro que es neta! ¿Ni modo que yo te fuera a robar? –dice Víctor Laurencio.

  - ¡Ya hazle caso a esa muchacha, hijo! Mira que toda la semana te ha estado llamando, y no es de caballeros dejar a una dama plantada. –le dice su mamá ya encaminada a contestar el teléfono. 

  - ¡Pero si no me acuerdo de ella, jefa! ¿Cómo quieres que le conteste y que vaya a donde ella me diga, tal vez es una trampa de alguien que quiere recuperar todo ese dinero que apareció de repente?

Aunque Víctor ya estaba enterado de algunos pormenores de lo sucedido, estuvo de acuerdo con la idea de Billy, ya que era muy extraño que a ambos se les borraran prácticamente una semana de sus recuerdos.

  - ¡Tal vez es la güera con la que te vi en el taxi en plaza periférico, cuando me pediste los $300 prestados!

Dice Víctor y con esa pista se animó de una vez a descifrar todos los misterios que últimamente se le habían presentado, contestó la llamada de Gina, y después de unos minutos, quedaron de verse a cierta hora en Plaza Periférico, como la chica le dijo que vivía en Valle Alto, consideró que era lo más cómodo para ella, en caso de que, al verlo, se diera cuenta que él no era quien ella creía que era, y que en realidad lo estaba confundiendo con otra persona.

  - ¡Ya está broo! Quedé de verme a las 2 de la tarde con ella en Plaza Periférico, necesito que estés ahí para que me digas si es la misma güera con la que dices que me viste.

  -Pues ahí nos vemos 042, sirve que te pagas el 07 pesado.

Dice Víctor ya para despedirse, porque todavía faltaban como 4 horas para las 2 de la tarde, y él tenía que trabajar.

Aunque Billy también tenía que trabajar, lo pensó un par de veces porque le dio miedo dejar sola a su mamá, ya que seguía pendiente la duda de la procedencia de tanto dinero, él quería regresarlo y llegar a un acuerdo de pago, siempre queriendo compensar la cantidad que había ocupado para sus estudios y análisis, pero no sabía a quién, y decidió quedarse en casa a cuidar de ella, ya no temeroso de su salud, si no de su integridad física. 

  -Te llamaré cada hora, jefa, mantienes todas las puertas cerradas y procura no abrirle a nadie, no quisiera dejarte sola, pero necesito saber quién es esa chica, no quiero que te la pases hablando por teléfono con tus amigas, porque luego te llamo y suena ocupado, por favor. 

  -Si chamaco, no te preocupes, me la pasaré viendo la tele en lo que tú buscas esa semana que nos perdimos en el tiempo.

Dice doña Gloria, y Billy, poniéndose su cota de malla, una gabardina negra de piel y su casco de caballero espartano, entre otros accesorios comunes en un motociclista, salió en la vieja calesa del caballero a complacer a esa chica de la voz cristalina, que llevaba una semana completa pidiéndole el perdón por una ofensa, que tampoco recordaba que a ella o alguna otra chica, le hubiera hecho.

Al poco rato ya iba remontando el puente Bronco, aquel alto distribuidor vial en el que alguna vez había recogido a Gina López y a Estefanía Cantú, hecho que tampoco recordaba como tantas cosas que si no las hubiera olvidado, jamás se hubiera aventurado en su trique en aquel territorio prohibido para él, a los pocos minutos entró al estacionamiento de la Plaza Periférico, al pasar por enfrente de la puerta de los cines donde se había quedado de ver con Gina, se detuvo durante unos momentos para ubicar a su cita, él buscaba a una chica rubia y muy alta, como se la había descrito su amigo Víctor, aunque si  admiró la belleza de una chica que estaba recargada en una columna de las que sostenían la fachada, durante algunos momentos en que albergó la esperanza de que ella fuera su cita, pero la descartó decepcionado cuando ella volteó hacia otro lado, ignorándolo, además no era ni rubia, ni muy alta, entonces  buscó estacionamiento lo más cerca que pudo de una torreta de vigilancia, después de asegurar su moto con los seguros, cadenas y alarmas correspondientes, habló con los guardias y los que cuidaban los coches del centro comercial, para encargarles a la vieja calesa del caballero, en lo que salía.

  - ¿De verdad no me vas a hablar?

Le dice Gina al dejarlo pasar enfrente de ella, haciéndose la que no lo había visto.

  - ¿Gina? –dice Billy volteando a verla.

  - ¿De verdad no me reconoces? La verdad que no te puedo creer que me hayas olvidado en tan solo unos días, digo, sé que cometí un error, pero también sé que no fue tan grave como para que se te haya borrado el disco duro, así nada más y de repente.

Billy admiró la fresca belleza de aquellos ojos de mirada triste, y quitándose sus guantes de piel para ofrecerle su mano en un franco saludo, le dijo:

  -Encantado de conocerla, señorita; Billy Rojo Arellano para servirla.

Gina lo tomó de la mano y sin entender bien lo que en realidad le estaba pasando, sin soltarle la mano y sin decir nada más, decidió seguir jugando su juego, como lo había hecho durante toda la semana, y se encaminó hacia las puertas automáticas del centro comercial.

  -Muy bien, señor amigo desconocido.

Le dice Gina ya sentados en una de las bancas de los pasillos.




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