El carretón de los perros contentos.

Ataque sicario 5.

Osiris Vargas. 

 

  - ¿Y si mejor hacemos un muñeco?

Dice Gina ya después de discutir un rato porque Billy la quería mandar en un taxi a su casa, y ella quería que la fuera a dejar en la vieja calesa del caballero, situación que él no prefería, por el frio que se sentía en las noches en aquella fría y desértica ciudad.

  - ¿De qué muñeco me hablas?

Pregunta al no entender la pregunta, mientras iba manejando, con ella calentándose las manos entremetiéndoselas en la nuca.

  - ¡Y si hacemos un muñeeecooo!

Le contesta la chica, pero ahora cantándole al oído, la tonada de una de sus canciones favoritas.

  -Pues mejor me dices bien a que te refieres porque no te entiendo eso del muñeco.

  -Mire señor olvidadizo, si me lleva usted a ese lugar con tenues lucecitas, yo le ayudo a recordar cómo se hace un muñeco. 

Le dice la chica señalándole las instalaciones del motel “El secreto”, por el cual estaban pasando precisamente enfrente, ya que iban por el bowlevard Hidalgo, con rumbo a la colonia Valle Alto.

  - ¡Ah ya entendí de que muñeco me hablas! 

Dijo después de dudar unos segundos pensando en lo que su pasajera le había dicho, pero más que nada las dudas fueron porque no consideraba correcto meterse a un hotel, con alguien a quien apenas acababa de conocer, pero acordándose a la vez de sus lagunas mentales, y de las sabias palabras que su mamá le había dicho esa mañana.

- ¡No es de caballeros dejar a una dama plantada!

Decidió olvidarse de aquellos tal vez olvidados prejuicios, para quitarse el frio que calaba en los huesos, en los tibios brazos y con los besos de aquella hermosa mujercita, que tenía más de una semana pidiéndole perdón y diciéndole que lo amaba.

  - ¡Digo, yo no soy ningún Dios como para tener el poder de perdonar! Pero si insiste; ¡Ya va a ver la perdonada que le voy a dar a esta pecadora!

Pensó, ya regocijándose malévolamente en sus más perversos y bajos instintos, mientras cambiaba de carriles para agarrar el retorno y meterse a aquel lugar de las tenues lucecitas, pero apenas y dio la vuelta para encarrilarse, cuando una camioneta cerrada se le atravesó para obligarlo a orillarse, por instinto quiso hacer maniobras evasivas pensando más que nada en la integridad de Gina, pero otro par de camionetas que se le pararon atrás, le dejaban como única escapatoria brincar la banqueta y tratar de ganarles el arrancón por el bowlevard, o saltar hacia un enorme terreno baldío, pero el tronar del corte de cartucho de varias armas, lo hizo desistir de sus intenciones de escapar.

  -Tranquila guapa, que yo no permitiré que te toquen ni un pelo.

Dice Billy ya poniéndose de pie para caminar hacia ese grupo de sicarios que lo habían interceptado, aunque traía sus ballestas cargadas, no hizo el intento ni siquiera de tocarlas.

  - ¡No traigo nada de valor! Y si quieren mi trique, llévenselo, pero dejen a mi hermanita en paz.

Dice Billy lo primero que se le ocurrió, tratando de distraer la atención de aquellos sicarios, de los cuales ninguno decía una sola palabra.

  - ¡Soy una de las valquirias de Odín!

Dice Gina gritando la clave que sabía que la salvaría, porque la identificaba como protegida del cártel que controlaba ese lado de la ciudad, porque sus padres, pagaban el tributo.

  - ¡Tranquila chamaca! Que nuestro asunto no es contigo, es con este pelao disfrazado de guerrero espartano que usurpa la identidad del cártel de Osiris; ¡Quítate el casco ahora mismo!

Le dice Osiris Vargas mientras caminaba tranquilamente hacia él, sin armas en la mano, ni a la vista, claro que no las necesitaba porque tenía a más de media docena de sicarios apuntando a Billy, que se interpuso entre su trique y él, más que nada protegiendo a Gina.

  - ¡Ya les dije que soy una de las Valquirias de Odín y no pueden hacernos daño!

Dice Gina ya caminando hacia Billy, que no la dejó interponerse entre él y las armas que lo apuntaban.

Billy se quitó el casco de guerrero espartano, ante aquel hombre que ya se había detenido a un par de pasos de él, que, aunque no era tan alto, si imponía por su fuerte corpulencia y la seguridad despótica de su mirada, y sin inmutarse, lo dejó caer al suelo para seguir mirándolo desafiante.

  - ¿Así que tú eres el que ensartó como mariposas a dos de mis mejores hombres? Me gustas pelao, hombres como tú necesito en mis filas, yo soy Osiris Vargas, el jefe del cártel de Osiris, y me gustaría que trabajaras para mí como jefe de centauros.

  - ¡Ya dejen de apuntarlo, con un carajo! Que si quisiera matarme ya me hubiera vaciado un ojo con cualquiera de las armas que trae ocultas en su gabardina, si no lo ha hecho no es porque nos tenga miedo, sino porque teme por su hermanita.

Dice Osiris mientras Billy resoplaba, moviendo la cabeza para quitarse el cabello que le caía por la frente, ya que se había bajado la capucha de la cota de malla, y de uno de los bolsillos de su gabán, sacó una navaja en espiral, la cual tan solo necesitaba presionarle un botón, para convertirse en un mortal shuriken, listo para ser lanzado.




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