El carretón de los perros contentos.

El peluchito.

Y ajeno a todo esto, Billy estuvo tratando de desbloquear una carpeta en el escritorio de su computadora, que tampoco recordaba cuando la había cargado a su sistema, pero sin lograrlo, ya que además de pedirle una contraseña que también había olvidado, estaba protegida por una extraña encriptación, la carpeta mostraba la imagen de un hermoso caballo negro, y ningún hacker o experto programador o ingeniero en sistemas computaciónales, conocido o desconocido, a quien se la había llevado, la había podido desencriptar o por lo menos eliminarla de su escritorio, ni de su disco duro, y un par de horas después; sintió un poco de sueño y se apresuró a acostarse para dormir un rato, ya que quería aprovechar para entrar en otro sueño juego de video, y terminar otra vez, cada juego, al fin que ya sabía la manera de terminarlos, jurándose que esta vez no iba a dejar que terminaran sin darle un beso a la dama en apuros, que al fin había podido rescatar, pero esta vez no tuvo sueño juegos de video, ni sueños comunes, de eso se dio cuenta al despertarse ya al filo de las 5 de la tarde, y se levantó para vestirse con todos sus accesorios de motociclista, porque pensó en dar un paseo en su vieja calesa del caballero.

  -Hoy Billy, dicen las vecinas que han escuchado el grito de “La llorona” en el bowlevard Colosio.

Le dice su mamá en cuanto lo miró bajar de su cuarto.

  - ¡Te lo dije jefa! Yo también la escuché la otra noche, pero tú no me creíste, aunque no grita el “Ayyy mis hijos” original, pero si se escucha un grito desgarrador como si fuera una fiera herida, más bien se escucha como si fuera un rugido femenino.

  - ¡Pues si la vuelves a escuchar, ni te le acerques! Y no vayas a andar queriendo averiguar si es “La llorona o la Leona” porque quien sabe que te vaya a hacer si te la encuentras.

  - ¡Hasta crees que yo voy a andar correteando a la “Llorona”! Si también me da miedo.

Le dice Billy ya saliendo del baño, después de lavarse los dientes.

  - ¡Voy a dar un roll en la moto, jefa, luego vengo!

Y se marchó a dar uno de sus acostumbrados paseos en la vieja calesa del caballero, equipado con su casco de espartano, su cota de malla, sus ballestas y su espada, que también tenía su funda empotrada en el fuselaje de la moto, lista para ser desenvainada.

Y ya habiendo caído la noche; Erly regresaba al arrabal, después de recorrer la ciudad y escanear todos los depósitos de basura que se encontraba, y digo escanear porque ella no escudriñaba en la basura hasta que sus sistemas le mostraban algo interesante, en busca de antigüedades o artefactos tecnológicos, pero sin saber que en realidad lo que buscaba, era lo que le faltaba, se detuvo en la casa de doña Cata para comer algo de lo que ella le quisiera preparar, aparte del chocolate claro está, aunque todavía se sentía relajada y tranquila, tenía miedo de regresar a la soledad de su rústica casona, por la oleada de sentimientos desconocidos que cada noche la acosaban y no la dejaban conciliar el sueño.

—Ya está lista la cena, hija, enseguida te sirvo.

Le dice doña Cata y enciende la luz del comedor, pero al sentarse en una de las sillas, Erly ve semiocultas a un lado del trastero un par de bolsas de compras, que estaban ahí como olvidadas, pero con los logos de una de las tiendas más populares de la ciudad, y curiosa por naturaleza femenina, no importa de que especie seas, se volvió a levantar para revisarlas, encontrando algunas prendas de vestir que por su forma, estilo y talla, no eran de doña Cata.

  —¿ Y está ropa de quien es?

Pregunta Erly y doña Cata que regresaba de la cocina con lo que había preparado, al ver que esas bolsas eran de la chica, pero las había olvidado en su sala estar la noche que regresó de su primera cita con Billy, y lamentando el descuido, le contestó lo primero que se le ocurrió, y sin querer le dijo la verdad.

  —Son tuyas hija, las dejaste olvidadas no me acuerdo desde cuando.

  —¿Mías tía? ¡Que raro! Estas tiendas están dentro de las plazas comerciales de la ciudad, y yo no recuerdo haber ido alguna vez a comprar ropa.

  —Pues si tú no fuiste a comprarlas, tal vez te las encontraste tiradas en alguna calle o en la basura.

Dice doña Cata tratando de salir del apuro, ya que si le decía que alguna vez ella se había atrevido a entrar a alguno de los centros comerciales, ya sea sola o acompañada, iniciaría una avalancha de preguntas que la obligarían a decirle la verdad sobre su neuralización, y eso estaba prohibido por las Aedes.

Erly la miraba inquisidoramente, ya que se había dado cuenta de su nerviosismo, y fingiendo no darle importancia, siguió revisando las bolsas, hasta que sacó del fondo unos tickets de compra, y un extraño monigote verde con 3 ojitos.

  —¡ Mira, un peluchito!

Dice la chica tomándolo entre sus manos para observarlo tiernamente, y pasados unos momentos, volvió a guardar todo en las bolsas, y procedió a comer todo lo que le habían servido, porque además de que le encantaba lo que la señora le preparaba, estaba hambrienta.

  —Bueno tía, todo estuvo muy rico pero ya me tengo que ir.

Dice la chica levantándose de la mesa para despedirse y tomó las bolsas en sus manos.

  —Y como éstas son mías, pues me las llevaré.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.