El carretón de los perros contentos.

Atando cabos.

Y al mismo tiempo, a la entrada de la Nopalera; Billy estacionaba su moto a un costado del bowlevard Colosio, observó el entorno cuidadosamente desde el asiento tratando de recordar el momento y el lugar en el que había rescatado al Coquito, pero a pesar de que cruzó el bowlevard a pie para escanear mentalmente todos los angulos posibles, ni un solo vestigio del momento aparecía en su mente, cuando el claxon de un auto y un cambio de luces, lo sacó de sus pensamientos.

  —A que 042, tu siempre tan perdido en el Colosio.

Le dice su amigo el biónico ya bajandose de su taxi, para platicar un rato con él.

  —¿Que haciendo por aquí?

  —Pues investigando amigo, me dijo un amigo que es veterinario, y que precisamente fue el que me ayudó a recordar como fue que el Coquito llegó a la casa, bueno, aún no lo recuerdo, pero al menos me dijo que lo recogí en alguna parte de este bowlevard, porque lo había rescatado de una matanza de perros, cosa que tampoco la jefa recuerda.

Le dice Billy mientras encendía un cigarro.

  —Pues han sucedido muchas cosas extrañas en este bowlevard, aquí fue donde varios compañeros aseguraron que chocaste con una 26 pesada (Unidad centauro) durante una matanza de perros, y hasta la 62 de la 519, reportó a tu taxi con 92 pesado, así como el 033 y el 016, además yo esa noche venia de Pharr hacia el 300, cuando precisamente en este semaforo, vi a una mujer gato que montada en un caballo negro, llevaba a cuestas a una persona con cabello largo, que nunca supe si era hombre o mujer.

  —¿Una mujer gato con un hombre de cabello largo a cuestas?

Pregunta Billy incrédulo.

Y montada en un caballo negro, aunque no me lo creas, y además, pensando en eso de que doña Gloria y tú, han olvidado una semana de su vida, esa semana empieza precisamente esa noche en que reportaron tu 92 pesado, durante una matanza de perros en el Colosio, lo sé porque anoté ese día en mi bitácora, ya sabes, por si tenías que llamar al seguro de tu taxi, por lo del choque y todo eso, fue un Domingo 28 de Febrero de este año.

Le contesta Víctor haciendo cuentas con los dedos para corroborar su teoría.

  —Que creo que ya tiene un par de meses de eso.

—Y sin embargo no recuerdo nada.

Dice Billy dubitativo.

  —Tal vez me di un golpe en la cabeza que me hizo olvidar lo del choque del cual todos me han preguntado, tal vez por eso no recuerdo a Gina que me ha demostrado con fotos y testimonios de sus amigas de que ella y yo teníamos una relación, y tal vez por eso es que tampoco recuerdo el que me hayas prestado 300 pesos en Plaza Periférico, porque iba a salir con una rubia.

  —Lo bueno es que ya me los pagaste.

Dice Víctor interrumpiéndolo.

  —Y te apoyo en tu teoría del golpe en la cabeza.

  —Si pero ese golpe en la cabeza, también se lo dio mi mamá, porque ella también, olvidó 7 días de su vida, pero lo que envía mi teoría hasta lo más profundo de las aguas de éste canal, es que ella recuperó su salud repentinamente, el 042 estaba estacionado en el garage de mi casa, sin rastros de que haya tenido un 92 pesado, y además todo ese dinero, que tarde o temprano, alguien me tendrá que reclamar.

  —Pues solo tenemos que atar cabos mi querido amigo, y aquí empieza la madeja, precisamente donde estamos parados, en el misterioso bowlevard Colosio, sitio de mitos de desapariciones y manifestaciones de luces en el cielo, un lugar en el que ni los sicarios de cualquiera de los carteles de drogas que controlan la ciudad, se atreven a acercarse.

  —Y donde dicen que se escucha el grito de la Llorona.

Dice Billy interrumpiendolo.

Y al mismo tiempo en el arrabal, ya Erly se había instalado en su amplia recamara subterránea, provista de todo tipo de tecnologías terrícolas y de otros mundos, para la comodidad de quien las habitaba.

Utilizando comandos de voz y movimientos con las manos, activó su sistema de entretenimiento visual, y al abrirse una aplicación de películas, dijo:

  —¡ Quiero ver algo tierno y divertido ¡

E inmediatamente se comenzó a proyectar en todas sus pantallas, una de las películas de la serie de Toy Story, sonrió y se dispuso a verla, complacida y animada al comienzo de la historia, hasta que poco a poco se fue metiendo a la trama, al grado de que no quería perderse ni el más mínimo detalle, divirtiéndose en realidad, hasta que llegó a una escena donde uno de los protagonistas rescató a unos personajes de morir, al rescatarlos de un embudo de juguetes, con una garra metálica, al igual que lo hemos hecho cualquiera de nosotros en una maquina de peluches en algún centro comercial, y acordándose del peluchito que se había encontrado en las bolsas de compra en la casa de doña Cata, se levantó inmediatamente a buscarlo, ya que era idéntico a los de la película que estaba viendo.

  —¡Nos salvaste, estamos agradecidos!

Decían los monigotes verdes de 3 ojitos al ser rescatados cuando Erly, levantando una mano detuvo la transmisión y miró embelesada, la escena congelada que se proyectaba en todas sus pantallas, pero aún no sabía porqué le habían impactado tanto esos monigotes verdes, y respirando para controlar lo que estaba empezando a sentir, iluminó la estancia para revisar con más detenimiento al peluchito, hasta que descubrió un nombre y una fecha, escritos en su espalda.




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