Elias Heller dormía con un cuchillo bajo la almohada. No porque creyera que lo atacaría alguien, sino porque temía que él mismo intentara escapar mientras dormía.
Desde el cruce con Isabel y Baltazar, había soñado con pasillos que no terminaban, con cámaras que lo observaban desde dentro de sus párpados, y con una voz que repetía una frase una y otra vez:
"Tú ya lo sabías."
Era martes cuando recibió la llamada.
—Soy la directora de la Residencia Sagrada Luz. Uno de nuestros internos quiere hablar con usted. Dijo que lo conocía desde antes del incendio.
Elias se incorporó de golpe.
—¿Qué incendio?
—El del pabellón norte. Ocurrió en 1992.
—Se equivoca. Yo no estuve ahí.
—Eso dice usted. Él asegura que sí. Y que usted fue el que abrió la puerta.
La residencia estaba ubicada en la periferia sur de Santiago. Rodeada de árboles secos y perros que no ladraban. Heller caminó por el jardín como si lo conociera.
Pero no recordaba haber estado ahí.
Hasta que vio el muro.
Y la marca grabada en piedra: el ojo.
Sintió un escalofrío.
Una enfermera lo guió hasta un hombre anciano, sentado en una silla de ruedas, envuelto en mantas. La cara marcada por quemaduras antiguas. Solo un ojo funcional. El otro… una cavidad vacía que parecía haber visto demasiado.
—Heller —dijo el anciano, sin titubear.
—¿Nos conocemos?
—Tú abriste la puerta. En el 92. La llamaron "la habitación que no debía existir".
Elias se arrodilló frente a él.
—¿Quién más estaba?
—Tres niños. Uno eras tú. Otro… se llamaba Nicolás. El del diente de oro. El tercero… no sé. Solo recuerdo que no hablaba. Solo miraba.
—¿Y qué pasó?
—Entramos. Pero ninguno salió igual.
—¿Por qué no recuerdo nada?
El anciano lo miró fijamente.
—Porque tú fuiste el primero en desaparecer.
Esa noche, Heller revisó los archivos que aún guardaba de su juventud. Fotografías, recortes de periódico. Todo lo que su memoria no lograba reconstruir.
Y entonces lo encontró.
Un informe médico.
Nombre del paciente: Elias Heller
Fecha de ingreso: Noviembre, 1992
Diagnóstico: Amnesia disociativa post-traumática.
Lugar del incidente: Residencia Sagrada Luz. Pabellón norte.
Las palabras le quemaron las retinas.
En el reverso del informe, escrito con lápiz azul, una anotación que no era médica:
“La puerta no se cerró. Solo se escondió dentro de él.”
Esa misma noche, una carta fue deslizada por debajo de la puerta de su departamento. Sin remitente. Sin dirección. Solo una frase escrita en tinta negra:
“El tercer niño también regresó.”
Y en el sobre… una fotografía.
Isabel Rivas, de niña, parada frente a una reja oxidada.
Con el símbolo del ojo pintado en su frente.
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recuerdos olvidados, crímenes sin resolver, detectives y misterio
Editado: 21.04.2025