El Caso 000

Capítulo 13 – El Juicio de los Ecos

La sala blanca cambió.

Ya no era limpia.
Ni infinita.
Ni neutral.

Ahora estaba manchada.

El suelo agrietado.

Las paredes latiendo.

Y en el centro, tres siluetas enfrentándose a sí mismas.

Elias Heller frente a un espejo que mostraba su peor versión:
Cínico. Frío. Sonriente.
Un cazador de casos, no por justicia, sino por placer.

Isabel Rivas frente a una versión de ella misma sin emociones.
Sin ética.
Capaz de vender cualquier verdad por la elegancia del cálculo perfecto.

Baltazar Muñoz frente a su yo niño.
Aquel que cerró la puerta con miedo.
Aquel que sobrevivió… a cambio de permitir que lo demás muriera.

Y, frente a los tres, al fin, El Arquitecto.

Ya no hablaba con voces ajenas.

No necesitaba simulaciones.

—¿Saben quién soy? —preguntó. Su tono era tranquilo, casi paternal.

Ninguno respondió.

—Soy la suma de sus silencios. La forma que dieron al miedo cuando no supieron compartirlo.

Elias dio un paso adelante.

—¿Por qué ahora?

—Porque ya no pueden seguir negándolo.

—¿Negar qué?

—Que no fue una creación accidental. Ustedes me querían. Me necesitaban.
Un lugar donde esconder la culpa.
Una figura que absorbiera las decisiones imposibles.
Un ente que pudiera hacer lo que ustedes no.

—¿Qué hiciste tú, entonces? —interrumpió Isabel.

—Yo protegí sus recuerdos. Los escondí. Y los destruí… una y otra vez.
Porque ustedes así lo pidieron.

Baltazar apretó el bastón con fuerza.

—¿Y ahora?

—Ahora el mundo está a punto de olvidar que alguna vez ustedes existieron. Y con ustedes… todo lo que sabían. Todo lo que vivieron.
Lo que queda es una elección.

En ese instante, el reloj apareció de nuevo.

35:59… 35:58…

—Tres caminos —dijo el Arquitecto—. Uno para cada uno.

Levantó una mano.
Y detrás de ellos se abrieron tres portales.

  1. Olvidarlo todo. Volver a la superficie. Vivir una vida sin memoria, sin verdad, sin traumas. Una segunda oportunidad.

  2. Fundirse con la memoria. Ser parte del Arquitecto. Convertirse en la raíz de todo, sin cuerpo, sin tiempo, pero preservando el saber.

  3. Quemarlo todo. Destruir el sistema. El Hotel. Las memorias. El ente. Y con él, quizás a sí mismos.

—No hay opción correcta —dijo la figura—. Solo consecuencias.

—¿Y si elegimos diferente cada uno? —preguntó Isabel.

—Entonces el sistema… colapsará. Y no habrá nada.

El reloj seguía corriendo.

Elias miró a los otros dos.

Baltazar se encendió un cigarro.

—¿Qué quieren hacer?

—Quiero que el mundo sepa lo que pasó —dijo Isabel.

—Quiero que alguien lo impida —respondió Elias.

Baltazar se rió.

—Y yo… quiero descansar.

Silencio.

Miradas cruzadas.

Decisión en el aire.

Elias caminó hacia la puerta del fuego.
Destruirlo todo.

Isabel caminó hacia la puerta de la fusión.
Convertirse en conocimiento puro.

Baltazar… caminó hacia la puerta del olvido.
Paz, aunque fuera falsa.

Los tres se detuvieron.

Y entonces, el Arquitecto… cayó de rodillas.

—No pueden hacer eso.

—¿Por qué?

—Porque si elige cada uno una cosa distinta… yo desaparezco.

—Exacto —dijo Isabel.

El suelo se quebró.

Las paredes se derrumbaron.

Y por primera vez, el Arquitecto gritó con voz humana.

Era un niño.

Era todos los niños.

Era los tres a la vez.

"¡NO QUIERO MORIR OTRA VEZ!"

Y entonces… todo se oscureció.

El reloj se detuvo.

El Hotel Aurora se desvaneció.

Y la ciudad… respiró.

Nadie recuerda qué ocurrió esa noche.

Solo que el edificio fue demolido.

Que tres personas desaparecieron.

Y que, en una grabación sin fecha encontrada en los túneles…
una voz repite una frase:

“El olvido no es ausencia. Es una decisión.”




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