El caso de Gabriel

El caso de Gabriel

Antes que nada me gustaría presentarme. Yo soy Blanca H. No hace falta que conozcan mi apellido. Vivo en Isidro Casanova, Buenos aires. No tengo mucha experiencia como escritora mas allá de mis reportes de trabajo, por lo que no esperen mucha genialidad narrativa ni gramatical. En fin, empecemos con este relato.

Ah, aun recuerdo esos días como si todo hubiera pasado la semana pasada... Quizás porque así pasó. En fin, todo comenzó un martes a la noche. Yo estaba en mi oficina ubicada en la ciudad de San Justo, Buenos Aires.

Como soy argentina, no me mataré cambiando mi lenguaje a un neutro o algo así. Nah, nah, nah. Mi relato, mi decisión.

Era una noche fría y lluviosa. Yo estaba tranquila en mi oficina de 8x10, sentada en mi cómodo asiento acolchonado frente a mi amado escritorio de pino que tenia encima mis documentos que eran iluminados por unas de esas lamparitas de escritorio que costaban como unos cien pesos. A mi izquierda, a unos tres metros tenía un perchero muy elegante del cual no recuerdo de que madera era. Este sostenía a mi sombrero color madera y a mí amada gabardina del mismo pigmento. Le tenía tanto cariño a esta prenda que hasta decidí llamarla «Santos », tal como al gran personaje de aquella vieja serie de televisión que transmitían en la caja cuadrada hace años. A mi derecha a tan solo medio metro tenia al marco de madera con aquel vidrio transparente que me dejaba divisar la oscura peatonal de Arieta que solo era iluminada por unos pocos faros que reflejaban su luz en el agua derramada en el suelo.

Creo que no hace falta decir que soy detective privada, aunque por las dudas lo recuerdo en las palabras recién escrita en este sucio aparato viejo de escribir. Nunca confié en las computadoras para eso, mis amigos me dicen anticuada por esa misma razón aunque mi edad ni siquiera supera los veinte años. ¿qué que edad tengo?, es de mala educación preguntárselo a una dama.

Mi trabajo consiste en investigar aquello que la gente común como vos me pide. Mayormente es para ver si su pareja le es infiel. Jajajajajaja, Amigo, tras mi único año en servicio, puedo asegurarte que todos son infieles. Como sea, estoy desvariando.

Esa fría noche, estaba tranquila buscando una historia que leer en esa red Wattpad. Nada interesante, puro LGBT escrito por autoras cuya edad no superan los quince y puro romance de una nerd y un badboy. Nada de originalidad hoy en día, ciertamente. De forma sorpresiva golpeó mi puerta un ser asqueroso y grotesco

—¡Blanca! — Gritó aquel ser desde el otro lado de la puerta

La ventana de plástico grueso solo permitía ver la silueta de aquella persona, causada por un plano de contraluz entre la puerta y el sujeto.

Obviamente lo conocía. El sujeto era mi viejo amigo Elías. Me extrañaba el mero hecho de que venga a mi oficina en vez de mandarme un mensaje, por lo que recuerdo haber revisado mi celular.

—Cierto que silencié a este pelotudo— Dejé salir de mi boca en voz baja mientras abrí la aplicación de mensajes para darme cuenta que tenia setentaicinco de ellos

—Pajera, ya sé que estas ahí dentro— Dijo el joven

Por desgracia había sido una jornada muy larga y no tenía ganas de recibir a nadie más.

Como soy una persona genial digna de un hermoso nobel, dejé pasar al muchacho y lo invité a sentarse frente a mi escritorio para que me cuente que inquietud lo traía esta fría noche.

Un joven común y corriente, con la nariz un poco recta, el pelo largo hasta la nuca, una estatura de aproximadamente 1.77 y vestido con una campera verde.

Le dije que me cuente el motivo de su visita y en que podría ayudarlo

—Hace dos días desapareció mi amigo Gabriel. Bueno, ya lo conocías pero lo digo para quienes leen esto— Bueno, eso ultimo no lo dijo, solo fue una modificación de mis memorias —Estoy preocupado de que le haya pasado algo, por lo que quería pedirte si no podes rastrearlo y encontrar su paradero— Dijo mientras me entregaba unas fotos del tipo aun a pesar de que soy su amiga desde el secundario

Yo ignoré el hecho de que acuda a mí antes que a la policía, pues me iba a pagar después de todo.

—Obviamente la criatura aceptó pagarme 500.000 pesos por adelantados— Dije a modo de soliloquio acompañado con una sonrisa

—Yo no acepté nada— Dijo Elías con una cara seria, rompiendo toda magia de cuarta pared que podría haber en el lugar

Luego de irse, yo me quedé revisando los testimonios del chico que escribí con mi confiable Gappy. Así apodé a mi máquina de escribir, debido a los espacios entre tecla y tecla. El muchacho me había dicho que Gabriel se hablaba con dos personas. Carlos, un joven fotógrafo de quince años que según Elías, es amante de la fotografía. Siempre suele usar una mascarilla medica con algún que otro dibujo en ella que indica su humor. La otra persona era Valeria, una prometedora luchadora de unos dieciséis años.

Gabriel era un amante del dibujo, por lo que tenía motivos para reunirse con ambos. Carlos podría ayudarlo con fotografías que sirvan como escenarios, y Valeria para ayudarlo a dibujar poses dinámicas sin necesidad de acudir a las fotos de Mewgle.



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En el texto hay: primera persona, muerte, humor y comedia

Editado: 19.09.2019

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