El castillo de adobe

Resignación

Sierra Madre Occidental 11 de junio. La noche fue difícil, casi no pude dormir, ahora solo necesitaba pagar mi hospedaje para irme, tome mi mochila y baje al primer piso para buscar al estúpido recepcionista, nuevamente no lo encontré por ningún lado, podría salir huyendo e irme sin pagar, pero no quería problemas, si hacia eso probablemente tendría que regresar y pagarlo, realmente no quiero regresar nunca. Me arme de valor y subí al segundo piso, escuche un murmullo al fondo el pasillo, no lograba escuchar nada así que me acerque, quizás hay alguien que pueda ayudarme a encontrar al recepcionista. Conforme me iba acercando los murmullos se alejaban, continúe caminando hasta el fondo del pasillo y di vuelta a la derecha, subí unas escaleras que también daban al tercer piso, aun escuchaba los murmullos a lo lejos, al llegar al final de las escaleras me encontraba en la habitación numero 20, mire hacia la izquierda y vi a lo dejos, al fondo del pasillo la habitación número 13, se veía tan tenebrosa, no  quería pasar por ahí, incluso pensé en regresar por donde vine y bajar por el segundo piso, pero era un camino largo y me aterraba escuchar de nuevo los murmullos. Decidí tomar la opción más corta, comencé a caminar por todo el pasillo, conforme me iba acercando, pude notar que las sombras de los pies no se veían, daba la impresión de que la habitación estaba vacía, al dar la vuelta para bajar por las escaleras me topé de frente con Cristian ¡¡aaaaaa!! Grité por dentro, solo Dios sabe como pude contenerme para no gritar.

Cristian – ¿Te vas tan pronto? Sarita

Sara – sí, tengo que irme, pero necesito pagar mi estancia y no encuentro al recepcionista por ninguna parte, ¿sabes dónde podría estar?

Cristian – Tal vez en la recepción, como siempre.

Sara – claro, es solo que ya fui ahí y no estaba, iré de nuevo, gracias.

Baje las escaleras a toda prisa hasta la recepción, Dios, solo quiero largarme de una buena vez. Al llegar a la recepción nuevamente no había nadie - ¡¡Ya me cansé!! Grite para mis adentros, me dirigí hacia la puerta, estaba a punto de irme sin pagar cuando escuche la voz de Cristian.

Cristian – Sara, espera, lo siento no quise ser sarcástico. Desperté de mal humor anoche alguien dejo una ventana abierta y el viento la azoto toda la noche, no pude dormir.

Sara – Esta bien, no te preocupes.

Cristian – ¿Encontraste al recepcionista?

Sara – No, aun sigo buscándolo.

Cristian – quizás esta en el jardín trasero, a veces toma un descanso.

Sara – De acuerdo, entonces espero encontrarlo, hasta luego.

Cristian – Permíteme acompañarte.

Sara – No te molestes, iré yo sola no me tardo.

Cristian – No es molestia, vamos.

¡¡Rayos!! Realmente no quería que me acompañara, solo quería salir huyendo y no regresar jamás, debí irme en cuanto pude, tuve que resistirme al impulso de salir corriendo y disimular mi miedo, no sabia con quien estaba tratando, no sabia si era Cristian o los pies bajo la puerta. Al darle la vuelta al castillo me percate de que no había un jardín al cual darle mantenimiento, eran solo algunos metros antes de un barranco. Al lado del camino había un leñador sentado sobre una roca afilando una estaca de madera.

Leñador – Buenas tardes.

Al saludar miro fijamente a Cristian, lo saludo de una forma muy familiar y con mucha confianza como si lo conociera de años, Cristian por su parte no regreso el saludo.

Leñador – Anda no me ignores como si no supieras quien soy.

Cristian – Pues no me saludes como si me conocieras.

Leñador – Bien me dijo mi madre cuando era niño, no le hables, no lo mires, has como si no supieras que está ahí.

Cristian - Incluso de niño eras un mentiroso.

El leñador me dirigió una mirada de lastima y negó con la cabeza.

Leñador – Señorita si busca al recepcionista no lo encontrara por ningún lado, el nunca esta para recibir a nadie.

En eso Cristian me tomo por el cuello y me arrastro hasta la orilla del barranco, tuve pánico, cuando estaba tirada en el piso casi como un reflejo lo jale del brazo y una vez abajo lo empuje y rodo por la orilla, cayo de aproximadamente 20 metros lo vi tirado, Sali corriendo, baje por la montaña y a medio camino tropecé. Desperté en la camilla de la enfermería del hotel, todo me daba vueltas, vi al leñador parado en la puerta mirándome con lastima ¡¡ayuda!! Susurré lo más fuerte que pude, sentí un pinchazo en el brazo y vi la mano de la enfermera inyectándome ¡¡aire!!, levanté la mirada y vi el rostro de ¡¡Cristian!!...

 

Sierra Madre Occidental 4 de marzo. Ha pasado un año desde el incidente, al principio fue difícil adaptarme, el leñador resulto ser un anciano muy agradable y siempre estaré muy molesta con Cristian por obligarme a estar aquí, tire la campanilla y reemplace la vieja advertencia de la pared por una nueva “El servicio aquí no es bueno y el recepcionista nunca esta”

FIN

Que linda te ves leyendo este relato Esperancita…




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