El cazador

Prólogo

    Las hojas y las ramas de los árboles golpeaban la cara de la chica con violencia, mientras corría cada vez más rápido, tratando de alejarse de su peor pesadilla. El maquillaje corrido manchaba su cara, ahora magullada. Había estado llorando, rogando piedad, pero ya no quedaban lágrimas que soltar. Ahora toda su energía se concentraba en salir viva de aquel bosque el cual parecía no tener fin. 
    Tenía los pies helados, no llevaba zapatos y los calcetines que tenía puestos no habían aguantado mucho al barro y a las ortigas que crecían en el suelo. Le dolían, le dolía todo y, sin embargo, ese era un pensamiento secundario. A pesar de estar cubierta en heridas, de estar sangrando y de tener mucho frío, seguía concentrándose en correr con todas sus fuerzas. No podía darse por vencida, todavía no. Si corría lo suficientemente rápido estaba segura de que saldría de aquel lugar y podría dejar atrás a la persona que le seguía. Sí, podía conseguirlo. 
Con un nudo en la garganta y el miedo y adrenalina recorriéndole las venas, cogió más velocidad. No importaba la lluvia, la vista borrosa, el pelo negro pegándosele a la cara. No importaba que no pudiese continuar, que no tuviese ya fuerzas.
    Pero sí que importaba, porque aquella persona estaba alcanzándola. Ella quería pensar que no, que el chapoteo de los charcos que esa persona pisaba con sus botas seguía igual de lejos que antes, que la respiración acelerada que escuchaba no era cada vez más cercana. Pero era mentira, todo era mentira. Porque sabía que la figura que le perseguía la había alcanzado, que era su fin.
    Hasta que vio la luz. Era una luz tenue, probablemente de alguna farola. Eso le dio esperanzas, iba a salir de aquel bosque que se asemejaba a una prisión. Sin embargo, esa luz se apagó de golpe; le habían alcanzado. Se dejó llevar, ya no podía luchar más por su vida. Sintió la primera cuchillada, pero no le quedaban fuerzas para gritar, un leve gemido era lo único que se escapaba de su boca. Después de eso, solo podía sentir frío, mucho frío. Le recordaba a los días de invierno que pasaba con sus padres en la nieve, aunque la sensación que le daba era completamente diferente. 
    La vida se escapaba de su cuerpo, lo sabía. Podía sentir la sangre brotando de sus heridas, y su respiración que cada vez era menor. Los latidos de su corazón hacían eco en sus oídos, un eco que cada vez era más distante. Al fin, vio la luz. Pero no era la misma que había visto segundos antes. "Soy libre", pensó, antes de soltar su último aliento. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.