La casa estaba en silencio, tanto, que parecía que no quedaba nadie en ella. Desde aquel día, hacía un par de semanas, el lugar había sido invadido por ese silencio sepulcral que todos estaban empezando a odiar. Pero ninguno se había atrevido a romperlo, pues no estaban seguros de qué decir en tal situación. Tan solo se hablaban para pequeñas cosas; ya no celebraban fiestas por las noches, ya no veían la televisión juntos y cada uno comía a diferentes horas. Estaban sumidos en sus pensamientos, sobretodo Juliet Pierce, que era la que más afectada estaba.
Estaba tumbada en la cama, con los auriculares puestos pero sin estar escuchando nada. Su móvil se había quedado sin batería, pero las fuerzas le faltaban hasta para ponerlo a cargar. Miraba al techo, como si le fuese a dar alguna explicación o alguna pista que le pudiese devolver a su mejor amiga; eso nunca ocurrió. El pladur seguía igual de blanco que antes, no había aparecido mágicamente en él nada que le dijese qué le había pasado a Claire.
Suspiró. Quería llorar, gritar, cualquier cosa que le aliviase, pero no había nada en el mundo que le pudiese deshacer de aquel dolor que invadía su cuerpo desde hacía trece días. Trescientas doce horas preguntándose por qué su amiga había desaparecido. ¿Por qué ella?, era todo lo que podía pensar. Era irónico, pues a pesar de que estudiaba psicología, seguía sin entender cómo alguien podía llevarse a una chica tan joven. Porque Juliet estaba convencida de que eso era lo que había ocurrido, para ella no existía otra explicación que esa. No recordaba nada que pudiese indicar que la joven se había marchado por voluntad propia, su mejor amiga parecía estar feliz con su vida y no había mostrado nunca una actitud negativa hacia nada.
Al fin se levantó de la cama, mientras se quitaba los auriculares que cayeron en un nudo en la cama deshecha. Su pelo rubio estaba hecho una maraña, ya que no lo había lavado en días. Lo tenía recién cortado, había pensado que un cambio en su vida iba a ayudar a pasar página, pero aún era demasiado pronto para aquello. Los mechones restantes aún yacían en la papelera de su baño, los cuales miraba de vez en cuando, mientras reflexionaba si cortarselo había sido tan buena idea al fin y al cabo. Comenzaba a echar de menos que le llegase hasta el pecho y que pudiese atárselo en coletas, cosa que ahora no podía hacer, pues la coleta quedaba demasiado corta para su gusto. Se miró al espejo, sus ojos verdes estaban hinchados y rojos de tanto llanto. Percató la aparición de unos cuantos granos, aunque no le extrañaba; ni siquiera podía recordar cuándo se había bañado la última vez. De normal, el mero hecho de ir un día sin pasar por la ducha le habría horrorizado, pero en ese momento no le importaba nada más que la vida de su compañera de piso. No se encontraba de luto, pues no creía que hubiese muerto, aún no. Sin embargo, lloraba por la ausencia de la misma y el vacío que esto causaba en su interior. Pero, por dentro, también lloraba porque no podía dejar de pensar que podría haber sido ella la desaparecida. No era algo de lo que pudiese hablar, pues si lo hiciese pensarían que era una egoísta, cosa que no dejaba de repetirse una y otra vez. ¿Cómo podía estar pensando en eso y no en el bien de Claire? Quizás levantarse no había sido tan buena idea, pues ahora la abrumaban incontables pensamientos, mientras que cuando yacía en la cama había conseguido tener la mente en blanco.
Salió de la habitación. El silencio era cada vez más pesado, caía sobre ella con tanta fuerza que apenas podía caminar. Encendió el viejo televisor que casi ni se utilizaba, ya que todos tenían sus ordenadores o móviles para ver cualquier cosa. No recordaba la última vez que había visto una tele encendida, pero verla en ese momento le hacía sentir una gran nostaliga, de cuando era pequeña y no quería parar nunca de ver los dibujos animados que echaban por las mañanas antes de ir a la escuela. Sin embargo, en ese momento no estaban poniendo los dibujos que tanto le gustaban, estaban las noticias de la hora de comer. Ni siquiera se había dado cuenta de la hora que era, pero no tenía mucha hambre, por lo que decidió quedarse postrada en el sofá mirando a la mujer que hablaba seria, para poder pensar en cualquier otra cosa. Pero era como si el mundo no quisiera dejarle descansar, pues la mujer en la pantalla relataba los asesinatos que habían acontecido en los pasados días.
—Hace ocho días el cuerpo de una chica fue hallado en la playa de Santa Mónica. Según fuentes policiales la chica había fallecido pocas horas antes de ser encontrada —expone—. Las condiciones en las que fue hallado el cadáver fueron las mismas que el de un joven, hace tres días en la playa oeste de Santa Bárbara. Ambos presentaban heridas de navaja en múltiples áreas del cuerpo, habían sido amarrados y ninguno de los dos llevaba zapatos. Pero habían estado andando sin ellos, según dicen los forenses, debido a la cantidad de magulladuras que tenían ambos en las plantas de los pies. Pero, lo más extraño, es que el asesino ha tratado de borrar las identidades de ambos por lo que el proceso de reconocimiento se está haciendo muy difícil.
»Esta mañana, el cuerpo de otra joven fue encontrado en Huntington Beach. Ella se encontraba en las mismas condiciones que los otros dos. Se cree que el perpetrador de los crímenes está relacionando a cada víctima con las diferentes playas, basándose en las localidades donde los tomó en primer lugar.
Juliet se incorporó al escuchar aquellas palabras. La última playa estaba en Santa Ana, donde ella residía. A esa misma había ido con sus amigas en numerosas ocasiones, incluyendo a Claire.
—Todavía se están buscando posibles coincidencias con personas desaparecidas. Lo único que se sabe sobre ella es que tenía el pelo negro, el resto de sus rasgos no son apenas visibles. La joven ronda al rededor de los veinte y veinticinco años, pero todavía no lo saben con seguridad —continuaba la presentadora.
Sentada en el sofá, pudo recordar cómo tan solo días atras ambas estaban ahí sentadas. Habían montado una fiesta, y tras ello habían quedado los cinco integrantes del piso en el salón, dispersados en el sofá, el suelo y los sillones. Algunos estaban colocados y otros un poco borrachos, como lo estaba Juliet. Reían sin cesar, por cosas tan banales que no podía ni recordarlas. Ella jugaba con el pelo negro de Claire, la cual comenzaba a caer en un sueño profundo, dejándo el pelo rubio de su mejor amiga a medio trenzar. Pero Juliet estaba empeñada en terminar el peinado de su amiga, aunque fuese a quedarle un estropicio. Al día siguiente, despertó entre los brazos de ésta, con la cabeza hundida entre sus cabellos color azabache. Tardó un rato en espabilarse, hasta que se dio cuenta de que había fallado a su amiga y no le había terminado el peinado, al igual que había hecho ella. En el momento parecía estúpido, era un maldito peinado que no influía para nada en su vida, pero varias semanas después, sentada frente a ese televisor en el mismo sitio que habían dormido juntas, sintió que no había hecho todo lo que Claire se merecía. Sentía que no había hecho todo lo posible por ella, y que, quizás si lo hubiese hecho nada de eso estaría ocurriendo. Pero ya era tarde para cambiar aquello, por lo que solo le quedaba hacer lo posible por ella ahora.
Juliet siempre había sido del tipo de persona que se preocupaba por los demás. En todo momento, lo que quería era ayudar porque no le gustaba ver a nadie triste. Por eso había decidido ser psicóloga, porque sabía que así podría ayudar a mucha gente. Aunque, en el fondo, quería hacerse psicóloga criminal o algo por el estilo, pues eso era algo que también le había interesado siempre. En ese momento deseaba poder ser esa persona, porque así podría comprender al menos algo del criminal que salía en todos los telediarios. Pero, aunque no lo fuese, eso no le iba a impedir tratar de entender por qué esa personae estaba cometiendo semejantes crímenes.
El telefonillo del apartamento sonó de repente, sacándola de sus más profundos pensamientos. Saltó del sofá y corrió hasta la cocina, deslizandose por el suelo y casi cayéndose de cara a él. Se sentía más despierta, pero no sabía por qué.
—¿Sí? —preguntó por el recibidor.
—Soy Kate, la tía de Claire —escuchó al otro lado.
—Pasa. —No añadió nada más, pulsó el botón y no soltó el telefonillo hasta que escuchó la puerta abrirse.
Andaba de un lado para otro, nerviosa. Kate era la guardiana legal de Claire, pues los padres de ésta la habían abandonado con ella tras haber nacido. Ninguna de las dos volvió a oír de ellos tras el nacimiento de la niña, incluso después de esa tragedia no habían salido a la luz. Kate ya no sabía si quiera si su hermana estaba viva. Sin embargo, seguían refiriéndose a Kate como su tía. Aunque Claire estaba feliz con su tía, a la que quería mucho, nunca la llegó a llamar mamá. Era algo que a Kate le dolía, pues básicamente era su madre, la había criado desde cero, pero podía entender que la chica no sentía que ella fuese su verdadera madre.
El timbre de la puerta sonó, Juliet dejó de andar nerviosa para abrile la puerta y dejarla pasar.
—Hola —saludó Juliet, seria.
—Ya siento molestarte en casa. Te estuve llamando pero tenías el móvil fuera de servicio —admitió Kate, haciendo recordar a la joven que su teléfono seguía en la cama sin batería—. Quería hablar contigo… —Comenzó a llorar.
—Claro, ¿quieres sentarte? —respondió tranquila, pues para eso se estaba formando.
—Sí, gracias. Perdona. Es que he recibido una llamada hace un rato, quizás una hora ya. —Se sentó en el sofá donde había estado Juliet momentos antes, mientras se secaba algunas lágrimas con la palma de la mano—. Era la policía, me pidieron que fuese a identificar el cuerpo que encontraron en Huntington. No quería ir sola y…
—Entiendo —contestó Juliet, sabiendo lo que iba a decir; aunque parecía tranquila, por su cuerpo recorrían cientos de emociones diferentes.
—Es estúpido, no debería haber venido. Lo siento, de verdad —se disculpó, una vez más, levantándose.
—No, no lo es. Iré contigo. Necesito… Quiero saber que no es ella.
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Editado: 06.09.2018