El cazador

Capítulo III

Sentada en el suelo frío de la pequeña terraza, la joven dejaba que el aire caliente revolviese su cabello ligeramente, el cual se enredaba entre los aros de humo que se escapaban de entre sus delicados labios.  Se encogió un poco mas, abrazando sus rodillas contra su pecho y apoyando la cabeza entre ellas, aunque la levantaba de vez en cuando para tomar otra calada del cigarrillo que sostenía entre los dedos. Tosió por tercera vez, aun no se había acostumbrado al fuerte sabor que tragaba cada vez que aspiraba ese veneno. Sin embargo, adoraba aquel ardor que pasaba por su garganta, ya que le hacía sentir que todavía quedaba algo de vida en su ser.
Dejó caer una lágrima. Y después otra mas, hasta que a penas podía controlarlo. No podía hacerse a la idea de que Jake ya no estaba, nunca más podría escucharlo reír ni abrazarlo. Sentía un vacío en su interior por su ausencia que nunca podría ser rellenado por nada, y que no creía que pudiera cerrar. Él siempre iba a ser una parte de su vida, no dejaría de estar en su corazón por mas que pasara el tiempo.

—Serena. —Una voz llamó su nombre—. No pasa nada.

La otra chica se acercó a Serena, para sentarse a su lado y abrazarla. Cuando sintió los brazos reconfortantes de la joven, no pudo resistir a soltarlo todo; lloraba y gritaba, y aunque eso no apaciguaba el dolor que ardía en su interior, la agotaba tanto que su mente se olvidaba momentáneamente de ese dolor.

—No quiero —soltó Serena con un hilo de voz, pues casi se había quedado afónica—. No quiero vivir si no está él.

—No digas eso... Si él estuviese aquí, querría que siguieses viviendo y fueses feliz por él —dijo la chica, acariciando el pelo rubio de su novia.

—Pero no es justo —gimió, soltando algún llanto mas—. Él era una buena persona.

—Lo sé. Lo siento —se disculpó.

—No es tu culpa, Alex —aseguró Serena, mirando hacia arriba.

La joven de pelo rubio se quedó mirando a la chica que la sostenía entre sus brazos, pues no podía comprender cómo alguien así podía quererle. Observó su pelo azul claro, cuyo color comenzaba a desaparecer. Las puntas abiertas y las ondulaciones rotas indicaban que el cabello había sufrido mucho, pero de alguna forma para Serena eso solo hacía que Alexandra se viese más bonita y verdadera. Sus ojos castaños eran tan oscuros que a veces incluso parecían negros, pero cuando los rayos del sol los iluminaban podía ver con claridad las diferentes tonalidades marrones y las pequeñas rayas que los decoraban.
Aun podía recordar el día que la conoció, aunque tampoco había pasado tanto tiempo desde entonces. Hacía aproximadamente un mes, se encontraron en un bar que ella y Jake frecuentaban. Aquella noche no había salido con la intención de conocer a alguien, pero cuando se cruzaron el la pista de baile, no pudo evitar hablarle. Su melena, en aquel momento rubia, se movía al son de sus caderas pero su mirada siempre estaba fija en ella. Eso hizo que a Serena se le pusieran los pelos de punta, pues provocaba sensaciones inexplicables en su interior. Desde aquel momento fueron inseparables, como si se hubiesen enamorado a primera vista.

—¿Por qué estás metiendo esto en tu cuerpo? —preguntó Alex tras unos segundos de silencio, señalando a las pocas colillas apagadas en las baldosas del suelo.

—Él siempre lo hacía —comenzó a relatar Serena—. Nunca entendía por qué. Sabía las razones, pero no entendía cómo esas cosas le llevaban a hacerse eso a sí mismo, a envenenarse cada día. Ahora sí que lo comprendo.

—Cariño... —suspiró Alex, pues se había quedado sin palabras.

—Él estaba sufriendo y no pude hacer nada por él. No hice nada por él.

—No sabías qué hacer —aseguró la peliazul.

—Sí, lo sabía. Pero fui egoísta y decidí no hacerlo. Quizás, si lo hubiese hecho, no habría pasado todo esto.

—Ya lo sé... No puedes cambiar el pasado, pero todavía puedes cambiar el futuro.

—¿Y de qué sirve ya cambiar el futuro si no está él para verlo? —demandó saber la chica rubia, entre lágrimas.

—Quizás pueda verlo desde donde está ahora —sugirió la otra chica, algo desconcertada.

Serena se separó de Alex entre sollozos; sabía que su intención no era herir sus sentimientos, pero en ese momento se veía afectada por cualquier cosa que le dijesen, por muy verdadero o bueno que fuese.

—Tengo que encontrar a quien le hizo esto. —Serena levantó la mirada, fijándola en el horizonte.

Alex pudo leer la determinación en sus ojos, a pesar de que no pudiese verlos de frente. Sabía que lo que decía su novia era verdad, que iba a intentar encontrar a quien le había hecho eso a Jake. No quiso negarle nada, pues no podía quitarle la esperanza de ajusticiar a su amigo; era lo último que le quedaba. Pero en su interior no creía que una chica tan joven y sin nada de experiencia en el mundo de la investigación pudiese encontrar a alguien que estuviese cometiendo esos crímenes que estaban calculados al milímetro.




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