El cazador

Capítulo V

21 años atrás

La joven corrió con ansias a los brazos de su novio, el cual la envolvió con sus brazos y con una amplia sonrisa en su rostro. Cualquiera que los estuviese viendo habría pensado que no se habían visto en meses, cuando en verdad solo habían pasado diez horas separados. Los dos bailaron alegres en la pequeña acera, mientras reían de tonterías y hablaban de cosas irrelevantes.

Se miraron a los ojos y, durante un segundo, el jolgorio se detuvo. De repente, nada quedaba alrededor de ellos, pues solo existían ellos dos. Estaban tan enamorados que apenas podían pasar unas horas separados; querían vivir juntos, ser felices fuera de sus aburridas vidas en la escuela y con una familia que quisieran con toda su alma, pero todavía eran demasiado jóvenes para ello. Sin embargo, aquel pensamiento no les quitaba la ilusión que albergaba dentro de sus corazones, ni las mariposas que sentían al verse ni el cosquilleo que recorría sus brazos cada vez que sus dedos se entrelazaban. En aquel momento lo único importante era el amor que sentían el uno por el otro, que era tan grande que cualquiera de los dos iría hasta los confines del universo si eso significaba que el otro estaría feliz.

—Haría lo que fuese por ti, cielo —dijo él en ese momento de ternura, mientras acariciaba la mejilla ruborizada de su amada.

—Yo también —suspiró la adolescente, mordiéndose el labio.

—Vamos —indicó él, cogiéndola de la mano para llevarla a un sitio menos transitado.

Como era de esperar, los padres de ella no aprobaban de la relación que mantenía con el joven de diecisiete años. En realidad, no sabían nada de él, pero no les gustaba ni pensar que su niña más pequeña tenía amigos del sexo opuesto. Se negaban a aceptar que su bebé crecía y sus intereses cambiaban, pues sabían que no podían controlar lo que ella hiciese. Y Noel era el vivo ejemplo de ello.

¿A dónde quieres llevarme? —Sonrió pícara.

—Es una sorpresa —contestó Noel, con una expresión similar a la de la chica.

A sus catorce años, Laura todavía no había estado con nadie, cosa que era de esperar en aquellos tiempos. Pero a ella no le importaba lo que dictaran las reglas ni tampoco lo que pensaran de ella si el mundo se enteraba de que había compartido su cama con un hombre antes de haber cumplido la mayoría de edad. Estaba con el chico al que amaba, y para ella aquel momento era el ideal para entregarse al amor que éste le brindaba. Sobre todo, porque él cumplía los dieciocho en unos meses, lo cual complicaría su relación. Por eso, ya estaba preparada para cualquier momento inesperado, pues no quería planear la ocasión ya que pensaba que de ser así no sería tan bonito. Cada día quedaba con la intriga de si por fin podrían enredarse juntos entre las sábanas, pero nunca estaba decepcionada si no ocurría. Cuando tenga que ser, será, pensaba ella siempre.

—Ya llegamos. —Él se detuvo ante una pintoresca casa al borde del pueblo en el que vivían, mientras miraba con ansía a su chica.

—¿Es tu casa? —preguntó Laura, ya que ninguno de los dos había estado aún en la casa del otro, incluso después de haber estado casi un año juntos.

—Así es. Bienvenida. —Hizo una reverencia, mientras cogía su delicada mano y la besaba, como si de una película se tratase.

Ella río, sus mejillas llenándose de color. A pesar de que le dijera cosas bonitas cada día, seguía ruborizándose cada vez. No acostumbraba a escuchar cosas así sobre ella, pero no le importaba nada.

—Gracias. —Su voz sonó dulce, haciendo que él levantase la cabeza con una sonrisa y posara un beso en su frente.

—¿Entramos? —preguntó él con cuidado, lo cual dejó entender a la chica a qué se refería.

Dudó un segundo, estaba nerviosa y a la vez demasiado contenta. Le sudaban las manos y el corazón le palpitaba tanto que estaba segura de que Noel podía escucharlo. Miró al suelo, mientras asentía levemente, acompañando su gesto con un leve "sí".

Él la tomó de la mano, nervioso ante la situación también. Una vez estuvieron dentro, con la puerta cerrada y habiendo asegurado que no había nadie, emprendieron de nuevo el camino. Ella miraba a su alrededor, curiosa. Las fotos que colgaban de las paredes por fin le dejaban poner rostro a los padres de él y a sus hermanos. Alguna pequeña sonrisa se escapaba de sus labios cuando lo veía a él de pequeño, cosa que él percató. Le daba vergüenza que le viese de tan joven, pero la belleza de ella lo deslumbraba tanto que pronto se olvidó de aquel sentimiento.

Cuando llegaron a la habitación del chico, la situación cambió. El amor se podía palpar en el aire cálido, pero solo ellos dos estaban para experimentarlo. Necesitaron de pocas palabras para entender qué quería el otro, y pronto pudieron entrelazar sus cuerpos al son del palpitar de sus corazones acelerados. No fue perfecto, ambos lo sabían, pero no les importaba ya que se tenían el uno al otro. Rieron juntos bajo el edredón que los cubría, mientras hablaban de la pequeña pero enternecedora experiencia.




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