El cazador de plumas

Rastros de tinta

Rastros de tinta

La única manera de realmente conocer a un escritor, es a través del rastro de tinta que va dejando, que la persona que uno cree ver no es más que un personaje hueco y que la verdad se esconde siempre en la ficción.

—Carlos Ruíz Zafón.

 

 

Un escritor suele ser dos personas a la vez, quizá más, no que eso signifique que sufra de bipolaridad o esquizofrenia, no siempre al menos al menos, al único lugar que en realidad quiero llegar; es que hay cosas que un autor solo cuenta y discute con el papel, donde su verdadera esencia vive.

Es en ese mundo de papel donde la realidad de un escritor está, con esos personajes ficticios para todos excepto para él que son más reales que para nadie, así como los demonios que atormenta entre sus páginas. Todo se reduce a ese torbellino de tinte formado por él del cual es imposible esconderse, puedes disfrazar como piensas mientras hablas… pero no puedes hacerlo mientras escribes, no cuando lo haces con tu verdadero ser, que cuando eres escritor de verdad… es siempre.

—Ya solo falta que te pongas a escuchar HIM a todo volumen ¿No te parece que andas un poco sublime?

—¿HIM? Debí haberlo pensado antes, su poesía sonora vendría exquisita en este momento.

—Oh por supuesto que no, no quiero que me sangres canciones desde tu corazón de vampiro, ya mucha hemorragia has tenido con ese ensayo qué pensaría que por tus venas corre más tinta que sangre.

—Quizá me corte y de ese modo podremos averiguarlo.

Luego de las primeras clases de literatura, un par de sorpresas habían llegado, una de ellas era el chico rubio de ojos claros, que estaba ahora haciendo bromas, No era otro Que Eduardo Conde, sujeto que curiosamente me había agradado mucho y yo a él.

—Siempre que escucho la música de HIM, es como pienso que habría sonado la banda del vampiro Lestat, con esa poética siniestra y melancólica.

—Quizá, pero recuerda que la historia del vampiro Lestat y su banda fue en los 80 por lo cual su música habría sonado más como la de Iron Maiden en lo que a mí respecta.

De algún modo luego de los debates en la clase de literatura, donde suponíamos elegir películas basadas en libros, para discutirlas, había ocurrido algo extraño, que no recuerdo haber experimentado anteriormente, la comodidad con las personas, con las clase, incluso llegando a profundizar platicas  y exponer opiniones con otros, lo mejor de todo, espectro de alguna manera se las arregló para poder mantenerse al margen y lejos de mí.

Como era de esperarse de mí, elegí la película de entrevista con el vampiro, mencionando la actuación magistral de una infantil Krinten Dunst, que personificaba de manera perfecta a Claudia, que fue convertida en inmortal siendo una niña, creciendo en edad, pero no en físico, algo que nunca le perdonaría a su maestro, comenté también, lo diferentes que lucían el niño angelical que era Armand en los libros con el Antonio Banderas que utilizaron en la producción, claro, quedo muy bien eso no podía negarse.

Eduardo, sorprendiendo a muchos, entre ellos yo, eligió la película del conde de Montecristo, a lo que una joven en el salón pregunto; si había leído el libro o solo visto la película. Él dijo que ambas, acto seguido, una muy completa observación de ambas, dejando claro que la cinta le pareció increíble, pero que distaba mucho en demasiados detalles con la pieza literaria, Eduardo, no perdió oportunidad tampoco mientras hablaba con seguridad y soltura de observar a Diana y Andrea y hablarles directamente por un momento, era un tipo atractivo y lo sabía, lo utilizaba también, me hubiera caído mal en ese mismo momento, pero luego me hablo a mí también comparando detalles de la película de entrevista con el vampiro, diciendo luego a las chicas que un sujeto como yo no dejaría que se aburrieran si iban por un café… no pude más que reírme, quizá ruborizarme un poco… de algún modo me sentí como un joven normal en esa clase, olvidando que tenía un espectro y una familia muy lejos de lo que las personas llamarían normal… y no en el mejor sentido de la palabra.

De ese momento en adelante, la clase de literatura se volvió mi santuario seguro y Eduardo mi camarada de viaje, incluso había momentos donde nos reuníamos en la cafetería con Andrea y Diana los cuatro juntos, comiendo y platicando de cualquier trivialidad que se nos ocurriese, fue, grandioso saber que había personas que compartían tanto, como ellos, donde podíamos hablar de novelas, series o cualquier otra cosa, disfrutando o riendo.

La licenciada Sofía, igual, se volvió una parte importante de nuestras vidas, en especial de Andrea, Eduardo y mía, por alguna razón diana, a pesar de estar siempre con nosotros y llevarse bien, siempre guardaba un poco de distancia, Eduardo y ella parecían entenderse un poco más que solo amigos, pero ellos parecían ignorarlo adrede y yo lo hacía también por respeto a ellos, Andrea era bellísima igual, cabello rubio, ojos miel, y una altura muy elevada para una mujer, claro no como la mía o la de Eduardo, que estábamos sobre el 1,85 pero ella estaba cerca del 1,76 que en una mujer era muy elevado. Creo que sí, ella me gustaba, pero de algún modo, no sentía que el sentimiento fuera mutuo y pues si las cosas iban a darse de algún modo lo harían en el momento en que se suponía que debían darse.



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En el texto hay: magos celestiales, espectros, amor

Editado: 18.08.2019

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