El cazador de plumas

A cara o cruz

—Lanza la moneda al aire y luego dime cuál es tu suerte.

—No creo en la suerte —Dije, mientras lanzaba la moneda al aire, la atrapaba con la mano derecha y la giraba nuevamente al dorso de la izquierda— Mejor dicho, tengo una relación de amor y odio con ella, pues si el bien el juego que tenemos en mano influye, no define la partida, hay otra serie de factores que suman en la batalla, el talento, el esfuerzo y en especial; la forma que se tenga de luchar.

—Batalla superada —Dijo ella, tan mística y misteriosa como siempre, yo seguía sin comprender nada.

Sí, estaba en un laberinto y no comencé a tener una pisca de orientación hasta que la moneda en el dorso de mi mano experimentó un cambio que comencé a entender de que iba la cuestión. Ya no era una moneda dorada de diez centavos, ahora que incluso la sostenía y giraba en mis manos, esta había cambiado totalmente, era de plata y una de sus caras mostraba una cruz y las palabras grabadas de “cuando menos lo esperes llegará” por el otro lado, la imagen era la de un relámpago y sus palabras recitaban “No te preguntes si el rayo hará aparición”.

—Ha hecho aparición, lo ha hecho para ti en este momento.

—¿Rayo? De verdad que cada que creo que voy entendiéndole al juego, quedo más perdido cuando vuelve a hablar.

—Como ya habrás tenido la oportunidad de apreciar, esa moneda es especial, es una especie de batalla, de prueba con la que nuestra orden se acerca a las personas, está preparada con glifos mágicos, que se activan con la voluntad o con la emoción más fuerte de las personas, se formula una pregunta que hace que las personas trabajen en ese sentimiento y entonces la moneda nos muestra su verdadera cara en base a las personas, la moneda muta.

—Por lo que me dice la moneda ya ha mutado de manera distinta en algún determinado momento, ¿De qué maneras puede cambiar?

—Pues el metal de la moneda busca es transmutado en base al sentimiento más arraigado de la persona, el oro es codicia… la plata es honor y el bronce es nobleza. Desde que soy un caballero, he visto muchos cambios, en las personas, solo una vez vi uno que aún ahora no se bien cómo interpretar y fue cuando alguien muy cercano, logró transmutarlo en platino.

—¿Qué pasó con esa persona? —Pregunte con genuina curiosidad.

—Pues él se encuentra en este momento recorriendo su propio sendero, un sendero que por más que el trate de apartarlo, está compaginado con otro… un sendero que quizá en el futuro nos crucemos.

En ese momento no tenía la menor idea de quién podría ser ese personaje del cual mi mentora hablaba con cierto grado de nostalgia, cautela, y dolor.

Pero las personas y el destino mismo se iban a encargar de enseñármelo, de ponerme en ese mismo sendero de sangre que él recorría, en ese momento no lo supe, pero creía en las palabras de Sofía y confiaba en que su predicción iba a volverse realidad, pero no me imaginaba la gravedad del asunto ni toda la sangre que correría por ello.

Ese fue el día también que estaba destinado para que yo conociera a los caballeros y también a quien iba a ser un personaje significativo e irremplazable en mi vida, Mosquetero… mi maestro.

 

Esa tarde a diferencia de la mayoría en la ciudad no fue calurosa al extremo pese a que estábamos en verano, en lugar de ello estaba fresco dorado y agradable y era un deleite atravesar el enorme jardín de la mansión que servía como casa matriz a la orden de los caballeros del relámpago, que era el lugar donde recién me habían llevado.

Un vasto jardín poblado de estatuas flores, fuentes y recorrido por media docena de personajes llamativos con cazadoras, que en el acto mismo captaron mi atención.

—¿Seguridad? —Pregunté señalando con la mirada a los sujetos de las cazadoras.

—Sí y no. Son soldados sí, pero no son específicamente los guardianes de la orden, si bien pueden ayudar mucho, la orden entera está guardada con glifos de protección, eso y que puedes estar seguro que cada persona que se ha ganado la entrada a este recinto puede defenderse muy bien. Pero ellos son miembros jóvenes y proactivos, además no les gusta quitarse su armadura recién adquirida, por lo cual no puedo culparlos. —Dijo lanzando una breve sonrisa.

Fue cuando capté algo, ella dijo que todos los que se habían ganado la entrada al lugar eran perfectamente capaces de defenderse, ¿Sabía ella mi secreto? Deseché mis pensamientos y mandé esa idea a lo más profundo de mi mente, pelear significaba ser uno con espectro, aceptar su fuerza porque yo carecía de la mía propia y eso lo detestaba.

Finalmente acabando el recorrido por los jardines a lo que Sofía llamaba un tiempo de reflexión antes de entrar al recinto, llegamos a la enorme puerta de roble donde nos abrió el mismísimo Mosquetero.

—El señor mosquetero ha sentido nuestra energía y ha venido a darnos la bienvenida.

Una apariencia verdaderamente imponente la de aquel que iba a ser mi maestro, sentí la conexión y el respeto por el inmediatamente, era alto quizá más que yo, cabello castaño oscuro y ojos verdes, muy bien rasurado y con la expresión de un tigre, no por ello dejó de inspirarme confianza. Supe en el instante que sería un honor además de un privilegio aprender de él y de Sofía.



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En el texto hay: magos celestiales, espectros, amor

Editado: 18.08.2019

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