—¡Estamos perdidos! Al borde de la muerte y todo por tu culpa, maldita bastarda —grita Sofía.
—Nos prometiste que esta excursión iba a ser tranquila, que este lugar ya lo habían catalogado como turístico. Estoy de vacaciones y solo quiero descansar, no buscar algo de siglos pasados, nunca antes visto —le reclamo, apoyando a Sofía.
—Pero todos somos investigadores y científicos, es parte de lo que somos, las vacaciones son para las personas normales, la ciencia nunca descansa —dice Ximena, mientras bajan por una caverna hacia un cenote en Yucatán, México.
—Lo sabemos, pero muy apenas vamos acabando la investigación de la pirámide de Chichén Itzá, habíamos dicho que íbamos a tomar unas vacaciones de por lo menos quince días y solo ha pasado el fin de semana, aún no me repongo de la fiesta de ayer en el bar con el grupo de arqueólogos. Sí, quiero conocer más de todo esto, pero en su momento —respondo tratando de ver al frente con la linterna de mi casco, no quiero resbalar, por las rocas resbaladizas que forman un camino hacia el interior del cenote.
—Además, siempre hemos ido con arqueólogos que tienen muchos años de experiencia, nosotros apenas vamos a salir de la universidad. Mientras que tú, Ximena, eres de primer año… ya tenía el presentimiento de que esto iba a pasar —dice Sofía, tropezando con una roca enfrente de ella.
Se nota que el coraje y la ira corre por todo su cuerpo, sé cómo se suele poner Sofía cuando le pasa esa clase de cosas, aprieta su puño, con la intención de meterle un puñetazo a la chica, que está frente a ella de espaldas.
—Desde la excursión pasada, siempre haces lo que quieres, Leonardo; y ahora, que yo encuentro esta oportunidad única de encontrar algo que puede ser el mayor descubrimiento en la historia… —la interrumpo antes de que termine, quiero regresar y eso, intento.
—Creo que lo mejor es que ya salgamos de aquí —dice Sofía, que parece leer mi mente. Ella camina hacia mí y me toma de la mano, con la esperanza de que la acompañe a la salida.
—¿A dónde van? Ya estamos a más de la mitad… —dice desesperada Ximena, agarrando de la mano a Sofía, para detenerla. El aire húmedo del lugar me está mareando un poco, me siento en una roca y trato de respirar, por lo general no me pasa esto nunca. Agarro mi mochila y busco el inhalador, siento como mis pulmones se están contrayendo al igual que mis vías respiratorias, nunca he podido controlar el miedo de ahogarme por culpa de mi propio cuerpo. Veo cómo Ximena arrastra a Sofía hacia el interior, no puedo acercarme a ellas, aún estoy batallando para respirar, trato de relajarme, pero es casi imposible, veo como ellas van desapareciendo en la oscuridad, escucho los gritos de Sofía, eso me ayuda a ponerme en pie y seguir adelante, ahora solo puedo escuchar las pisadas de ellas y las mías en la infinita oscuridad, no puedo evitar pensar en los cuentos de horror de H. p. Lovecraft que mi hermana me leía antes de dormir, era una psicópata sin remedio.
Editado: 03.03.2023