Al lado derecho de nosotros hay una cueva aún más grande, en ella se ve una diminuta luz color naranja, claro, no dudamos ni un momento para entrar en ella, ya lo único que queremos es salir de este maldito lugar, ya no me importa nada más, más que salir con vida de aquí con Sofía.
Entramos en la cueva, el nivel de agua vuelve a bajar, llega a un punto donde nuestros pies ya no tocan el agua.
—¡Mira! —susurra sorprendida, apuntando hacia el final de la caverna, hay una especie de luz naranja.
—Puede ser la salida —digo, tratando de enfocar mejor mi mirada.
Volteo a ver a Sofía, ella ya no está frente a mí. La busco con la mirada y al fon la encuentro recargada en una de las paredes de la caverna, Sofía esconde su rostro entre sus manos y puedo escuchar un leve sonido de su respiración, está agitada y sé que es porque está llorando. Al fin, ha logrado sacar algo de la presión que siente por ver la terrible muerte de Ximena, quiero hacer lo mismo que ella está haciendo, pero sé que no debo hacerlo, primero debemos salir de aquí.
—Sofí, entiendo como te sientes, pero... Ahora, debemos salir de aquí o terminaremos… —dejo la frase al aire, espero que ella lo entienda.
Le tiendo la mano, para ayudarla a ponerse de pie, se seca las lágrimas y trata de seguir adelante, ella está muy callada y no quiere decir nada, escucho detrás de nosotros algunos ruidos, no quiero pensar en al bestia que nos estaba siguiendo hace un rato.
—Maldita sea, ya tenemos que salir de aquí —susurra Sofía, muy por lo bajo, creo que ella también escuchó a la creatura que acabo con la vida de Ximena. Se tapa su boca con ambas manos y hace la mímica de gritar, sé que su miedo y ansiedad la está llevando al borde del colapso, nunca antes la había visto así.
—Estamos por llegar a la salida, vamos. Todo va a estar bien, yo te voy a cuidar, siempre lo he hecho y siempre lo haré —las palabras salen sin previo aviso, espero haberlas susurrado.
—Eso es algo que no me esperaba, pero me gustaría hablar de eso cuando salgamos con vida de aquí —dice ella, dejándome sin palabras, la tomo de la mano y caminamos con cuidado por la cueva, siento mi garganta reseca, necesito tomar algo de agua, me quito la mochila de uno de mis hombros y agarro mi botella de agua, el agua se siente tan refrescante, le ofrezco a ella y hace lo mismo, nos acercamos cada vez más a la luz. Después de avanzar un par de metros, no puedo creer lo que mis ojos están viendo, es una antorcha encendida, y delante de ella hay dos más.
—¿Cómo es posible que esté encendida? —susurra Sofía sorprendida.
—Lo único probable es que alguien haya estado aquí en las últimas horas —observo todo lo que está cerca de ahí, pero no hay indicios de alguien que la haya prendido, ni siquiera huele a algún combustible. Los ruidos han cesado, lo único que se logra escuchar es una corriente de agua…
—Esto es increíble —dice Sofía, a un par de metros de mí, observando la algo que no puedo lograr percibir, me acerco a ella, veo hacia donde ella lo hace y puedo algo muy curioso, es un hueso similar al de los humanos, pero este mide más de un metro de alto. Veo hacia arriba y no alcanzo a ver la calavera, lo más lejos que puedo ver son las costillas. Sofía ya no está a mi lado, escucho otra vez pisadas y no se parecen a las de ella. Sigo caminando con cuidado de no hacer ruido, al lado de ese hay otro igual y la fila sigue, al menos hasta donde alcanza a llegar la luz de la lámpara.
—Esto es uno de los descubrimientos más impresionantes de la historia, marca la existencia de los gigantes… Tenemos que llevarnos pruebas o bajar con un equipo para llevarnos muestras de sus esqueletos y hasta uno completo para estudiarlo y mostrarlo en el museo nacional —dice Sofía, con un tono normal de voz, al parecer ha olvidado la presencia de esa creatura.
—Sofía, guarda silencio, esa cosa nos está siguiendo… —le digo, mientras la sujeto de los hombros para que me voltee a ver, entendió que esto que estamos presenciando es un descubrimiento increíble, pero tenemos que sobrevivir para mostrar al mundo este descubrimiento.
Escucho pisadas, detrás de nosotros, veo en los ojos de Sofía el terror al escucharlas, su rostro se ve distorsionado por el miedo. No dejo que eso nos paralice, la agarro de la mano y la llevo conmigo hacia el fondo del túnel. La fila de los esqueletos gigantes sigue por el resto del túnel, caminamos lo más rápido que podemos y sin hacer ruido, los pasos de la criatura se escuchan detrás de nosotros. Bajo nuestros pies se siente el agua helada del cenote, al parecer llegamos de nuevo ahí. Damos un paso más y caemos en la parte profunda del agua, no se puede ver nada, más que las antorchas al lado de los esqueletos gigantes, que continúa hasta la parte del agua, a lo lejos puedo ver una soga que entra al agua, con mucho cuidado de no hacer ruido nos acercamos a ella y la seguimos, el problema es que va hacia abajo del agua, los pasos se escuchan más cerca a cada momento, tenemos que hacer algo, en fondo del cenote se puede ver una luz a lo lejos, en lo profundo. No me agrada mucho la idea de seguir adelante, el miedo por lo que pueda salir de las profundidades me aterra, lo peor de todo viene cuando recuerdo la profundidad que puede tener un cenote, las corrientes subterráneas que conectan uno con otro, el frío que hiela hasta los huesos y lo desconocido, en especial eso último. Un escalofrío horrible recorre todo mi cuerpo. El recuerdo de Ximena destrozada, no deja de acosarme, las lágrimas salen mezcladas con el agua dulce del cenote, por un momento siento que estoy completamente solo en este maldito vacío.
De repente, la mano de Sofía me arrastra con ella, hacia lo más profundo del cenote. Lo último que logro ver es una mano gigantesca, formada por huesos y garras, con la piel llena de escamas, verde oscuro sujeta a Sofía, llevándola a las profundidades de aquel abismo maldito. La desesperación me está matando, quiero ayudarla, nado hacia donde ella está, pero no logro alcanzarla, me estoy quedando sin aire, quiero regresar a la superficie por aire, pero no quiero dejarla a ella con esa bestia desconocida, no puedo evitar seguir mi instinto de supervivencia, voy hacia la superficie del cenote, pero antes de poder llegar, siento como unos colmillos enormes se clavan en mi cintura y desgarran mi cuerpo con un dolor punzante, dejando entrar el agua en mis pulmones desechos, quiero gritar, pero eso solo empeora mi situación, una mordida más, todo se hace oscuro y en tinieblas…
Editado: 03.03.2023