El Cetro de Barro

Cuarta Práctica: Al borde de la gloria

En una casa abandonada, misma que se encontraba en medio de una colonia casi en total desuso, parecía que una luz provenía de su interior, una que estaba titilando desde hace rato. Se hacía más intensa de vez en cuando y tenía un extraño parpadeo, acompañado de risas un tanto raras. Todo esto hacía a los pocos locales preguntarse qué podría estar pasando dentro.

En el interior, acomodadas en una sala con varios instrumentos musicales, así como símbolos religiosos pintados en el suelo, adornada con muebles viejos que poseían mantitas bordadas por encima, acomodados estos cerca de las viejas y podridas paredes de madera, se encontraban Jessenya y Zondra, mismas que estaban en el piso sentadas muy cómodamente. Ellas platicaban y trabajaban en varias cosas, a veces empleaban magia, mayormente sólo usaban sus manos y habilidades natas.

Zondra tenía a su alrededor tela, tilos y adornos, mientras que Jessenya trabajaba con papel, pinturas y pegamento. La conversación de las chicas no era nada del otro mundo, daban a entender que estaban chismeando de alguna cosa que sucedió mucho tiempo atrás, lo cual las traía bastante distraídas y llenas de energía.

—No puedo creerlo. Jamás pensé que la abandonaría por irse con el padre —comentó Zondra impresionada, reía al coser con un hilo negro.

—Yo tampoco podía creerlo al cien por ciento, hasta que lo vi con el señor. La gente es rara a veces. Entiendo que el padre lo trataba muy bien y se entendían hasta en el punto sexual, y ya ser descarado como para haberte acostado con él en el cumpleaños de la novia mientras ella dormía borracha en la misma casa, diferente cuarto, está relativamente bien. El calor del momento, supongo. Pero, ¿mandarla por un tubo para quedarte definitivamente con el padre?

—Eso es de psicópatas, amiga —reiteró la bardo con una gran sonrisa—. Yo no sé que hubiera hecho si fuera la chica esa.

—Pues, en su caso, no pudo resistirlo tanto y, cuando pasaron dos años y le restregaron en su cara que aún seguían juntos, asesinó al padre. Trató con el ex novio, pero él se le adelantó en el acto.

— ¡Wow! Sabía que ella fue quien lo mató o los atacó al mismo tiempo.

—No, citó al padre para «conversar». Una vez reunidos, lo apuñalo 13 veces en el pecho y 10 en la espalda.

— ¡Auch!

—Pasó una semana desde que lo encontraron y ella buscó a su ex, invadió su casa y estaba lista para hacerle lo mismo, pero él la esperaba y le dio fuerte con un bate. La mató así, a batazos en el cráneo hasta que quedó irreconocible —terminó de contar Jessenya sin perder su característica calma y semblante.

— ¡Qué demonios! ¿Y eso fue lo que te confesó?

—Sí, fue todo. Expiar un pecado así no fue fácil, pero hizo todo lo posible para hacerlo. Era un buen hombre, en realidad. La rabia y el despecho lleva a los humanos a hacer cosas increíblemente inauditas. No me sorprende ya nada cuando se trata de un arranque de ira.

—Lo sé —aclaró la bardo, justo cuando su semblante se volvió más calmo y serio. Parecía que algo había recordado.

—Es tu turno. Cuenta algo.

— ¡Mmm! ¿Qué estará bueno? —Pensaba la mujer, y pronto el teléfono de Zondra sonó, por lo que lo tomó y leyó el mensaje que le había llegado. Esto la puso de mucho ánimo, cosa que su amiga identificó de inmediato.

— ¿Ahora qué?

—Mi plan está funcionando a la perfección. Todo está listo para el siguiente fin de semana —presumió alegre la chica, algo que su compañera no creyó del todo.

—No me digas. ¿Estás segura que podrás pasar desapercibida? El mago no es ningún tonto, Zondra —advirtió la clériga, misma que lanzó una mirada tempestiva a la joven.

— ¡Ay! ¡Por favor! Soy una muy buena actriz. Nadie nunca se dará cuenta que estoy entre los muchachos de la banda. No importa que tan inteligente sea el mago de cuarta, si sospecha, no podrá adivinar cual de todos soy —presumió la mujer, palabras que no convencieron a Jessenya, pues su mirada era de completa desconfianza y decepción—. ¿No me crees?

—Por favor, Zondra. Es imposible que puedas mantenerte a raya un sólo momento. Cualquiera que te viera, aunque sea transformada en una tabla, se daría cuenta de que eres tú.

— ¡Qué te pasa! Esta vez dominé el concepto de un verdadero performance icónico.

— ¿Cómo lograste dicha meta?

—Me vi todas las películas de Angeles Daurentis.

—Dime que es una broma…

— ¡No! Es en serio. La mujer tiene papeles increíbles en todas sus películas, y actúa como mujeres completamente distantes en actitud, personalidad y juicio. ¡Me fascina! Tanto así que decidí replicar sus dotes y así escabullirme en la banda de la muchacha que está cerca del mago —explicó Zondra emocionada, aunque no consiguió hacer cambiar de parecer a su amiga.

—No me digas…

— ¡Pruébame, Jessenya! Tocaremos el fin de semana en el bar Jeans & Tops. Me encantaría que fueras a nuestra primera presentación.

—«Sin cónsul», ¿no?

—«¡Sin control!» —Corrigió la bardo.

—Ándale, eso. ¿No crees que es pésima idea que me muestre en el bar, junto a ti, a donde posiblemente el mago va a ir?

—No, porque tengo pensado eso ya —al decir esto, la chica levantó el objeto en el que estaba trabajando—. Con estos, el tonto mago no sabrá que somos seres con magia, aunque nos tenga enfrente. Aunque use «detectar magia». Ni siquiera en forma de ritual o con simbología, será capaz de saber qué demonios ha sucedido bajo sus narices.

— ¿Y la transformación? ¿No la eliminará?

— ¡Claro que no, tonta! Esto no es «deshacer hechizo».

—Pero… ¡Oh, es verdad! Ya sé qué planeas aplicar —enunció Jessenya al momento de entender el plan.

—Obviamente necesitaré tu ayuda. Tú eres mejor aplicando los encantamientos que yo.

—Gracias por el alago. Sólo que no me sé el hechizo como tal. ¿Es exclusivamente de bardo?




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