El Cetro de Barro

Décima Practica: Rompecorazones

Dentro de una oscura habitación, Jessenya se encontraba meditando, sentada en una cama de suaves cobijas, alumbrado el sitio por sólo una vela de color púrpura, la cual estaba colocada sobre un buro pequeño que se hallaba al lado del mueble principal de la recamara.

De pronto, un montón de velas fueron apareciendo, hasta que el sitio fue inundado por éstas, las cuales lentamente fueron prendiéndose, lo que iluminó por completo el cuarto, cosa que no perturbó la concentración de la mujer.

Zondra, la cual iba subiendo la escalera del hogar con una bolsa de frituras en mano, llegó hasta el sitio, comía papas fritas al hacerlo, y se paró en el marco de la puerta a observar a su amiga, sin dejar de masticar con la boca abierta y al final recargándose en la entrada, donde siguió haciendo ruido.

—Neta. ¿Cuánto tiempo más vas a pasar ahí? Ya van dos días —expresó Zondra sin recibir respuesta—. ¿Estás segura que es indetectable?

—Sí, estoy segura —respondió molesta Jessenya.

—Ah… Ya veo. Bueno, si tu lo dices. ¿No piensas ir a la reunión de esta semana?

—No, ya tengo avisado.

—Ok, sólo quería saber. Estaré abajo por si necesitas algo —a esto último no hubo respuesta, por lo que Zondra se dio la vuelta de manera juguetona y se retiró del sitio.

Ya abajo, la bardo se acomodó en el comedor y tomó su lira, misma que afinó un poco y comenzó a tocar, pensativa.

—Hoy va a ser un día muy aburrido. Tal vez… sería bueno dar una vuelta —lucubró la mujer y tomó su teléfono móvil, con el cual mandó unos mensajes, sonriente, pues había ya hecho planes para salir aquel día y así distraerse.

Por su lado, Jessenya parecía seguir concentrada, y dentro de su mente podía observar cosas que ciertamente su amiga no comprendía. Se estaba preparando para lo que fuese a ocurrir, y tenía la certeza de que pronto las cosas podrían ponerse un tanto feas si no actuaba con inteligencia.

De pronto, una vela delante de Jessenya cambió. Su fuego se turnó purpura y la pieza de cera que la sostenía se volvió blanca. Esto alarmó a la clérigo, misma que de inmediato la tomó y bajó las escaleras para advertir a Zondra.

— ¡Zondra! Tenemos problemas —aseguró la mujer, ya en la planta baja del hogar, cuya mirada buscaba a la bardo—. ¿Zondra? ¿Dónde te metiste ahora, tonta? —Al decir esto, Jessenya encontró una nota en la mesa, la tomó y leyó lo siguiente: «Salí con la banda a pasearme. Deséame suerte, vuelvo en la noche. Con cariño, Zondra»—. ¡Esa tonta! —Una vez declarado esto, la vela se turnó de color morado y la llama recobró el color naranja de siempre, lo que no tranquilizó para nada a la clérigo, misma que dejó la vara de ceda sobre la mesa, para luego regresar a su habitación molesta.

En el centro de la ciudad, en la tarde, Dolores y Erick arribaban emocionados, mismos que avistaron a Khloe, Kevin y Gonzo, quienes los esperaban en frente de un enorme centro comercial popular en la zona. Los chicos se saludaron amistosamente y entraron al edificio antes mencionado gustosos mientras conversaban.

El sitio estaba repleto no sólo de personas, sino también de muchísimas tiendas, puestos de comida, departamentos de ropa y entretenimiento. Los lustrosos pisos, las blancas paredes y relucientes luces dejaron maravillados a los jóvenes. Dichos no se dejaron esperar para entrar a una tienda a observar algunas cosas, guiados por una emocionada Dolores, la cual tomó del brazo a Khloe al ver unas chaquetas de cuero que sabía ambos adoraban.

—Fue una buena idea salir. Hemos estado algo estresados con tanta practica que casi olvidamos que somos también amigos —declaró Kevin mirando cómo Gonzo seguía a los demás.

—Es cierto. Creo que esta vez sí te luciste, amigo.

— ¿Yo? ¿Por qué lo dices? —Preguntó el joven extrañado.

— ¿Ah? Creí que fue tu idea.

—Para nada. Fue Gonzo quien lo sugirió —lo declarado dejó atónito a Erick, el cual abrió los ojos de par en par y volteó hacia el baterista, mismo que sostenía unas chaquetas que Khloe y Dolores le elegían amistosamente. La escena era muy cómica—. Yo también me sorprendí, en serio; pero también supongo que nuestro amigo es más de lo que deja ver.

—Sí que lo es —respondió el muchacho, para luego invitar a su amigo a reunirse con los demás.

La tarde fue pasando con mucho júbilo. Los adolescentes se divirtieron mucho probándose ropa, viendo artículos que deseaban, comiendo algunos aperitivos mientras paseaban y platicando de algunas cosas sobre si mismos que no fuera de música.

Todos se veían bastante alegres, hasta Gonzo llegó a sonreír un par de veces, más cuando Dolores le quitó su gorra a Khloe para que la persiguiera por todo el lugar, ya que el chico casi hace que tire un helado que Erick le compró.

Las cosas no podían ir mejor, y el crepúsculo estaba por asomarse, por lo que todos decidieron que era mejor caminar por la calle para conseguir ver los hermosos colores del atardecer, al cabo ya el sol no estaría molestándoles a ese tiempo.

Cerca, una enorme avenida hecha para el único transito peatonal fue recorrida por los muchachos. Estos paseaban viendo a la gente transitar por ahí, tranquila, aun echándole un ojo a los locales que la calle poseía y deteniéndose un par de veces en el transcurso para ver algunos artículos tanto callejeros como de los locales todavía abiertos, ya que algunos estaban en su hora de cierre.

En medio del recorrido, y del lugar, se encontraron con una pequeña plaza, donde hay un montón de columnas acomodadas en forma de media luna. Éstas son lo suficientemente voluminosas como para que alguien se pare sobre ellas, mas muy altas como para ser simplemente alcanzadas por alguien. Aquel conjunto de piedras cilíndricas eran una especie de escultura que llevaba muchísimos años ahí, misma que poseía algunas meses y sillas por enfrente, situadas sobre la curva interna que se forma.




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